Es como entrar al departamento de un amigo, tocas el timbre, alguien te abre y de inmediato, frente a ti, las obras te hacen parte del espacio. No están ordenadas, tampoco desordenadas, solo no cumplen con formalidades, sí con un propósito. Cualquiera es bienvenido a observar, a interpretar, a ser parte del diálogo. Las piezas parecen ordenadas por color, pero no tanto. Todas las habitaciones son ocupadas, incluso la oficina y el baño, porque así son los hogares, no hay lugar antiestético, no hay lugar privado, todo se abre para acoger y proteger los sentires que esta exposición trae consigo.
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130 artistas respondieron al llamado de la galería Isabel Croxatto. Debían enviar una sola obra, una que ellos sintieran que correspondía a la temática, a lo que pasa hoy, a lo que ha estado pasando desde aquel 18 de octubre. Pero la fecha de creación de cada obra no se limita a aquel eterno octubre, y si bien, algunas obras fueron creadas para la exposición, otras hace algunos años atrás. Es cuando la piel se eriza, cuando se vuelve palpable el lema “no son 30 pesos, son 30 años” y no hay duda de que el arte muchas veces es premonitorio, o más bien, no guarda silencio. 34 artistas fueron seleccionados por Isabel Croxatto junto a Elisa Massardo, periodista y editora de Arte Al Límite, y José Manuel Díaz, coleccionista chileno. No leyeron nombres, no conocieron historias, la selección se hizo únicamente observando cada obra.
La vista se direcciona casi de forma inmediata al color y textura de “Paz (tributo a Violeta Parra)” de Chiachio&Giannone, la pareja de pintores que cambian los pinceles y óleos por agujas e hilos, una técnica milenaria, una acción política. Como esta obra encontramos también “Los valles del paraíso” de Loreto Carmona, que bordado sobre un saco de papas reflexiona en torno a lo rural, el mestizaje, el pueblo. Telas y más telas, hilos y más hilos: “Libertad” de Andrea Barros, “Inocente fragmentado” de Paula Ceroni y (Escudo) de Paloma Castillo. Lúdico, un lenguaje que pertenece a lo tradicional y que, como recurso en el arte contemporáneo, entrega formas amables, colores alegres y un sentimiento de pertenencia que logra conectar de forma única la apreciación por los detalles con el rescate de lo ancestral.
El rojo llama y por sobre él un desplome. ¿Cuántos han caído con un ojo mutilado? “19.10.19” de Valentina Bravo, de forma simbólica, trae a la mente el desespero de los primeros días, el desencanto por una patria que no es capaz de sostenernos. La pintura es desgarradora, de la misma forma pero aún más literal “Descenso” de Christel Vega. Las arrugas, sombras y brillos, el movimiento de la mano dañada y bañada en sangre la hacen parecer fotografiada. Daño, herida, quizá por eso comparten la misma habitación con “Enfermedades Preciosas” de Cecilia Avendaño, que invita a interpretar, a través de la postproducción digital, las pintas bermellón sobre encaje blanco que viste la espalda de una mujer con su rostro en la oscuridad. Frente a ella, un hombre, “Autorretrato” de Héctor León, con su rostro iluminado pero cubierto por lo que parece ser una cicatriz, fragmentando la obra completa.
En 1979 Carlos Gallardo creó “A la carne de Chile/Bandera vaciada”, popularizada -probablemente sin intención- durante las últimas manifestaciones, contando con múltiples percepciones de su significado, tantas como la cantidad de piedras que están frente a ella. “Las palabras no se las lleva el viento” de Sebastián Leal: sangre, miedo, impotencia, colaboración, apoyo, ayuda. A su lado “Criterios de valor” de Pangui. Dos sprays que parecen lacrimógenas, pero no es necesario explicar las diferencias entre uno y otro, pues sus empleos y efectos difieren como la razón de la fuerza. El valor $135.450 corresponde al dinero compensatorio de las personas con un ojo mutilado. En la misma habitación, la tercera edad recoge flores, “Tragedia” de Andrea Breinbauer es una maqueta de madera pintada con óleo. Que desdicha, que las flores sean lo único disponible, lo único, que con esmero, alcanzan.
En la siguiente habitación la emergencia ambiental se hace presente. En el baño se acompañan las injusticias “Partial view” de Andrés Vial y “Antropología del servicio” de Juvenal Barría. Las fotos corresponden a paisajes de Chile recortados del reconocido suplemento educativo Icarito, los post-its sobre ellas cumplen con la función de bloquear la vista, porque de todas formas, debido a la crisis climática y la intervención humana, los lugares ya no se ven así. Arbitrario, el daño que sufre la naturaleza como las limitaciones impuestas a Martuca, la nana, el alter ego de Juvenal, quien tras comentarle a la patrona su sueño de estudiar, recibe como estudios el perfeccionamiento de sus labores como empleada. Barría crea en torno a las clases, el género, desde la intimidad hasta lo político, por eso “Pera de Angustia” se encuentra también en esta exposición, escondiendo detalles en las zonas territoriales más cercanas al régimen militar, donde también el huaso, símbolo del orgullo patrio, toma forma desde lo Queer. Porque hay quienes siguen viviendo en dictadura.
Volviendo al recorrido, en la oficina y esquinada, “Memoria Fabricada” de Fernanda Nuñez muestra escenarios polémicos como el Sename, una sala de clases, la oficina, el metro, las AFP… los mismos escenarios que ocupan espacio en pancartas y cánticos durante las manifestaciones, pero es preferible ahondar en las posiciones elegidas como un posible desencadenamiento, un dominó sujeto a la interpretación de quien lo observa. A continuación otra escena, “Ensamblaje territorial” de Johans Peñaloza, destrucción y defensa, la controvertida barricada en colores que la hacen parecer en negativo. ¿Su estado natural es entonces… positivo? Solo un juego de palabras, sin el ánimo de escandalizar a quienes creen en la otra forma. A su derecha, una niña abraza a un niño mientras le señala la tormenta, ¿Reconoce sus narices? Las caricaturescas pinturas de Victor Castillo se hacen parte de El Mundo Al Instante como los niños del acontecer nacional. Su título, “Here comes the storm”, le hace justicia a la idea de que los pequeños espectadores serán, cuando llegue, parte de la tempestad.
De esta crónica han quedado muchas obras fuera, muchas ideas y correlaciones, muchas pieza del puzzle El Mundo Al Instante de la galería Isabel Croxatto; la decisión de acotar no tiene otra intención que la de invitar al lector a ir, a sentir lo que ve, a buscar en el fondo de su memoria sus propias conexiones e interpretaciones, y criticarlas, porque si hay algo que esta exposición logra es la autocrítica frente a una realidad que ya no guarda silencio. Los artistas congelan el tiempo con sus hilos, pinceles y cámaras ¿Dónde decidimos estar mientras eso sucede?
Fotografías: Sebastián González, cortesía de Isabel Croxatto Galería.