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Daniela Catrileo, reciente ganadora del Premio de Poesía de la Municipalidad de Santiago, se adentra por primera vez en la narrativa a través de los tres relatos contenidos en Piñen, volumen editado por Pez Espiral, lanzado el 3 de enero de 2020. Son narraciones furiosas surgidas de la periferia de San Bernardo, de voces de mujeres que crecieron jugando en plazas de tierra cuyo polvo se les adhiere a la piel morena de ascendencia mapuche.

“Hay madejas que no solo se enredan en el corazón, sino que amarran nuestras lenguas para siempre”

Sobre el uso de la lengua en este libro, la elección de la palabra “piñen” tiene dos razones, por un lado es una palabra mapuche para designar la tierra adherida a la piel. Por otro, es una precisión de lenguaje difícil de traducir en una sola palabra al español: no es mugre ni grasa ni mancha, es tierra pegada en la piel. Además es una palabra que permea a todo el país, evidenciando el mestizaje de español que se habla en Chile.

“El Francisco Pérez me dijo que le gustaba pensar que había niños malos porque en esa diferencia él podría ser de los buenos. Y tal vez así su papá volvería con su mamá”

Piense en una niña que trata de figurarse el mundo y no encuentra adultos con tiempo ni educación para explicarle la vida. Piense en la pobreza cultural que se combate desde un libro de estudio en una población donde el sol pega duro en las cabezas de los adolescentes que beben cervezas en las plazas sin pasto. Piense en los “juegos” secretos de un padre con su hija al llegar del trabajo. Son caminos que se transforman en laberintos para el pensamiento de una persona en desarrollo, silencios que se unen al comportamiento adquirido de mujeres con las que nadie quiere compartir el asiento en la micro, miradas desviadas ante violencias que se repiten en cada nave de las viviendas sociales. De ahí surge una pregunta:

¿Han visto como brota la maleza de la tierra seca?

El cuestionamiento es también el título del primer cuento de Piñen, un llamado a mirar la orilla del camino que acumula tierra durante años hasta que comienza a generar vida a través de plantas que nadie pidió y, sin embargo, entregan su floreciente belleza. Es un paralelismo de las jóvenes que crecen en las orillas de la capital, que olvidadas por la autoridades se abren paso a punta de esfuerzo buscando luz antes de ser arrancadas por alguna mano indolente. Alguna entra a un colegio católico gracias al sacrificio de una madre soltera, viendo a sus vecinos abandonar la escolaridad para entregar su existencia a la calle y sus transacciones ilegales, otra recorre 4 horas de locomoción diaria para continuar sus estudios y alcanzar sus sueños: abandonar la marginación que la vio nacer. Es una miseria donde la educación sexual se adquiere a través de la pornografía o, como la llama Catrileo en su segundo relato, una:

Pornomiseria

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El segundo escrito -Pornomiseria- es un cruce entre el cuento y el ensayo breve que trata principalmente de Valeska, vecina de la narradora, la niña que día tras día debe entrarse al atardecer a “jugar” al departamento donde vive con sus padres. Ella es el motor que mueve la reflexión sobre las sexualidades sofocantes que no encuentran corrección, sobre la falta de privacidad en los blocks de departamentos del Minvu, donde la carencia de educación sexual causa desviaciones de comportamiento que se esconden subiendo al máximo el volumen de la radio. Igual como  se ve en la película El Chacotero Sentimental, las viviendas de 36mts cuadrados no saben de intimidad porque todo se comparte a través de las delgadas paredes. ¿Cuánto tiempo puede esconderse el abuso en estas circunstancias? ¿Cuánto tiempo puede un país desviar la mirada? La violencia sexual se pega como mugre en la consciencia, por más que se lava no logra limpiarse y sigue aferrada la vida de estas mapuches de periferias, estas warriaches.

«Me senté a su lado y nos abrazamos. Lloramos, nos ahogamos con el llanto. La gente nos miró aún más raro. Una señora nos gritó: <<¡Lesbianas, terroristas!>>. Me sequé las lágrimas y le grité de vuelta: <<¡Vieja racista!>>»

Del racismo y la hibridación se hace cargo “Warriache”, el tercer cuento del libro que toma su nombre de la designación que tienen los mapuches que viven en la ciudad. Por algo Catrileo dedica la publicación “a la mapuchada”, haciendo alusión al carácter popular/periférico de la población indígena en la ciudad. El poeta David Añiñir acuña un sinónimo para “warriache”, que llama “mapurbe” como diciendo “gente de la urbe” o mapuche de concreto, pero también mapuche desplazado. ¿Cómo conservar la identidad mapuche en la ciudad? ¿Cómo es crecer siendo una mujer mapuche en el borde de Santiago? Warriache es el testimonio de una amistad que crece con el tiempo, de niñas que se transforman en mujeres y se enfrentan a la realidad de ser pobladoras e indígenas.

Daniela Catrileo. Foto ©Alvaro de la Fuente/Proyecto Dialogo

Daniela Catrileo. Foto ©Alvaro de la Fuente/Proyecto Dialogo

Piñen

Daniela Catrileo

Editorial Pez Espiral

70 páginas

ISBN 978-956-9147-73-9