Con una concepción del arte donde se enfrentan espiritualidad y materialidad, como una medida de desorden o incertidumbre que altera la percepción de las cosas es que SURGE, esta muestra homónima, trayendo a la sala Corpartes a Anish Kapoor (1954), artista nacido en India, pero radicado en Londres desde la década del 70’.
Siendo uno de los máximos referentes del arte contemporáneo, visitó Chile junto al curador brasileño Marcello Dantas, e instan -a través de nueve de sus obras- a cuestionarnos el valor de la existencia, entendida como una realidad figurada, donde el vacío cuenta tanto o más que la misma corporalidad. Prerrogativa que interpreta con mucha más propiedad el propio artista, al decir: “Donde existe la materia, es el mismo lugar donde nada existe”.
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Hay allí un saber expresado a partir de un trance entre místico-shamánico, filosófico e incluso científico, con el cual Kapoor nos lleva hacia lo inusitado, haciendo que la incertidumbre movilice todo de principio a fin, en una permanente sensación de sutil e “inestable estabilidad”, la que por cierto activa ese juego aparente de espejismos psíquicos que se entremezclan con los genuinamente tangibles, como se experimenta en Doble Vértigo (2012) con esa sensación de enfrentar la bifrontalidad de dos espejos curvados, uno frente a otro, en una especie de caverna virtual conformada por ambas hojas de acero pulido donde, al deformar el orden perceptivo, se crea un marco de discontinuidad visual con la cual exhorta al espectador a asimilar la presencia esquiva de una imagen que producto de la distorsión rompe con la lógica visible, generando una transferencia de opuestos que también se palpa en No objeto (Puerta – 1988), y de forma mucho más visible, pero a la vez muy diferente es en Dragón (1992), ya que aprovechando la estructura de 8 piedras calizas, el artista en ese afán por revertir la sensibilidad objetual del visitante suprime radicalmente su densidad, aplicándole un pigmento que modifica de plano su naturaleza, haciéndolas parecer tan leves como simples esponjas pintadas de azul, un color que junto con alterar su composición, evoca tanto a Yves Klein (IKB- International Klein Blue), como al dios Krishna que en sánscrito significa azul oscuro, otorgándoles una ingravidez mística que de en sí nos demuestra que toda realidad es reversible.
“Donde existe la materia, es el mismo lugar donde nada existe”.
De este modo el autor va desentrañando una profusión de elementos matéricos con los que relativiza el valor de lo tangible como sucede en Vacío (1993), donde usa fibra de vidrio, madera y pigmento para recurrir a la economía de la forma y lograr sumirnos en un cuadrado negro que dada su opacidad cromática, crea un espacio que no es tal y que por sobre su inquietante pasividad, proyecta al unísono el magnetismo y el vértigo, alterando la realidad sensitiva del espectador con un fenómeno que funde inmersión y vacío en un acto inesperado.
Ahora, si de sorpresas se trata en Disparando en la esquina (2008-2009), vemos a un Kapoor que propone una obra cargada de simbolismos, donde tenemos este cañón como un elemento fálico que dispara balas de once kilos de cera roja símbolo de la sangre y la tierra hacia una esquina sufriente que no es otra cosa que la figura femenina que evoca la vulneración y la violencia ejercida, no sólo por siglos, sino por algo que está sucediendo en vivo, ante un grupo de impávidos testigos que son prontamente remecidos por la injusta descarga.
Pero donde el derrotero del tiempo y el espacio sobrepasan las expectativas es en Svayambhu (2017), ya que Kapoor interpretando su significado en sánscrito-“Autocreado”, mediante un gran bloque de cera rojo que se desplaza, se acerca o se aleja, crea un travelling casi imperceptible, que en la medida que traspasa un umbral va perdiendo su condición original, en un acto ritual que ejemplifica cómo es la vida y su constante y definitorio cambio. Porque como afirma Marcello Dantas: “La transformación es un acto ritual dentro de cada uno de nosotros”.
En ese tenor es que se instala Surge, con un autor que problematiza diversas realidades a partir de su propio enfrentamiento con una materialidad que siendo vertiginosa nos conecta con un vacío que no siempre es evidente, pero que por su condición ambigua contiene un superávit de mundos interiores incalculables y que aquí toman forma incluso desde el primer momento con ese preámbulo ubicado en la explanada de Corpartes y la instalación de Órgano (2019), obra creada para Chile, retrotrayendo el acto de desagravio de esos ingenieros escoceses de Rolls Royce, que en 1974 se negaron a hacer la mantención de un Hawker Hunter, por ser idéntico al caza bombardero que un año antes destruyó el Palacio de la Moneda, y que el artista en un renovado acto simbólico recrea a partir de una turbina del mismo fatídico aparato, conectándose además con nuestra memoria histórica más reciente.