La obra que se presenta en el Teatro nacional Chileno con un precio único de 2.000 y varias funciones gratis es de contenido fuerte. Hay una inmensa cantidad de rabia que se mezcla con dolor. Los motivos de esta ira se presentan desde la primera escena, cuando le graban a Brian una esvástica en el pecho. El resto es la pérdida de la patria, un poemario adaptado para pedir que arda Santiago, que haya mil 29 de marzo, 327 Brians y tiempo para cantar Placebo o Shakira.
“Pocas personas en el público son capaces de mirar directamente el horror que sucede en escena”
Diego Ramírez escribió el poemario “Brian, el nombre de mi país en llamas” en 2008, publicando en Moda y Pueblo. El texto es incendiario y tiene referencias a la Villa Francia y al asesinato de los hermanos Vergara Toledo. Fue reeditado y ampliado para su publicación por Ceibo en 2015.
La obra se presenta a pasos de La Moneda hasta el 22 de diciembre.
La impotencia de la primera escena
Cuando vemos teatro asumimos que lo que sucede sobre el escenario es ficticio. Por eso sorprende la impotencia que genera la secuencia de abertura de esta obra. El hablante lírico del poemario –un joven– recita esta suerte de réquiem. Entra Brian, joven y delgado, camina la noche hasta que unas figuras encapuchadas lo asaltan. El celular, las zapatillas. Entran más encapuchados. La chaqueta. Entra un pelado con bototos. No necesita llevar el emblema del nazismo para ser reconocido. Hace gestos de pedirle disculpas a Brian, le ofrece una cerveza. Luego se lleva la lata de cerveza a la entrepierna y obliga a Brian a beber. Lo golpean, lo desnudan. Toma su navaja y marca su victoria con la sangre del joven homosexual. Dibuja una esvástica carmesí en el pecho de Brian. Pocas personas en el público son capaces de mirar directamente el horror que sucede en escena. Brian en el suelo, el nombre de mi país en llamas.
Este el tópico que atraviesa la obra. Brian es víctima de violencia. De neonazis, de antiguos amantes, de compañeros de militancia, de un sistema neoliberal al que culpan de su nombre de pobre, de un padrastro abusador. Y en la otra cara de la moneda un amante que se resiste a las lágrimas y desata su rabia en un discurso inflamatorio como bomba molotov.
“Nuestra generación prefería escribir con las manos limpias
para no despertar con un poema nacional socialista
dibujado con sangre en el pecho
de un chico abandonado y caliente,
abandonado y feliz.”
-Diego Ramírez
Brian, tú no eres Brian Molko
Brian se besa en el baño de mujeres de la discoteque. En este cuadro Brian –el mismo Brian- es una lesbiana que aprovecha la privacidad higiénica de los excusados para entregarse a un amor apasionado. Una conversación de jóvenes que apenas tiene edad para entrar a esos lugares donde piden carnet de identidad. Chispazos de felicidad cómplice. La obra utiliza este recurso de cambiar el género del protagonista y su amante para no encerrarse en el amor gay y abarcar un espectro más amplio de la diversidad sexual. Confunde durante un segundo y luego funciona a la perfección. Se alternarán así varias veces durante la función.
“Mucho después ocurre un momento orgiástico donde las corporalidades desnudas de hombres y mujeres se entremezclan. Los rostros cubiertos, los cuerpos no”
A Brian le gusta escuchar a Shakira. Hay una encapuchada que se pasea por el escenario entonando las canciones de los primeros discos de la artista colombiana. Ramírez dijo que al escribir el poemario construyó la imagen de Brian pensando en que pudiera militar y escuchar Shakira sin sentir que eso era una contradicción. Son momentos de distensión que alivianan la carga emocional.
-Vamos a la Blondie.
-No puedo, no me dejan entrar, dice Brian.
-Vamos.
Van. En el muro de la disco se lee “morir de amor” y suena There is a light that never goes out de los Smiths. Es la maldición del amante que sobrevive a Brian, no morir junto al flaco, quedarse entre la impotencia y la rabia de un país sembrado de Zamudios. Otro rayado dice “Moda y Pueblo”, el drama mira al texto originario. Sube la música. Los encapuchados entran y todos juntos bailan una coreografía. Mucho después ocurre un momento orgiástico donde las corporalidades desnudas de hombres y mujeres se entremezclan. Los rostros cubiertos, los cuerpos no. Pero de sexual tiene poco. Es una atmósfera violenta y van demasiados forcejeos entre amantes.
«Su canto es como una agonía, un beso de despedida o despertar sintiendo el vacío al otro lado de la cama»
Alguien borra una pizarra y escribe “my sweet prince”, luego discute con Brian. Falta un poco para que otra persona tome la guitarra eléctrica y marque los primeros acordes de la canción de Placebo a la que hace referencia la pizarra. El hablante lírico vuelve y dice “Brian, tú no eres Brian Molko”. Brian es pobre y latino, peor, pobre y chileno. Brian sufre durante toda su vida la discriminación de ser homosexual de clase baja con gustos que miran a Europa y el alcance de nombre con el vocalista de Placebo es una clave entre amantes, un recuerdo póstumo que volverá al escuchar la canción una y otra vez. La encapuchada pasa de cantar Shakira a entonar tristemente el “you’re the one” (eres el único) del coro de My sweet prince. Su canto es como una agonía, un beso de despedida o despertar sintiendo el vacío al otro lado de la cama.
Nunca vas a estar solo
Brian el nombre de mi país en llamas es conmovedora, romántica, adolescente, trágica, testimonial y sobreviviente. Tienen una estructura que cambia el rostro de Brian varias veces, evidenciando la cantidad de crímenes de odio que se han cometido. Evidenciando que Brian es uno de los nombres más populares del país y para algunos es una marca, un estigma de pobreza. Brian 327 veces. Brian interpretado por el egreso de estudiantes de teatro de la Universidad de Chile bajo la dirección de Jesús Urqueta.
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La estructura del drama se fragmenta y de manera paralela vemos al amante sobreviviente y a Brian sonreír después de un beso. Es distinto a la película de Alex Anwandter basada en el caso Zamudio, Nunca vas a estar solo, donde la mitad de la trama es previa al ataque contra el protagonista y la segunda parte del film es sobre el padre que debe enfrentar que a su hijo lo golpearon por ser homosexual. Aquí el dolor es una rabia constante que invita a combatir, a vivir con la frente en alto.
«Brian,
Ya no existes
Despareces
Y todos,
Todos te buscan
Menos yo
Yo no quiero que aparezcas
Yo quiero que seas la ausencia permanente en mi historia de amor.»
-Diego Ramírez
Cuando la sala casi llena se oscurece al final de la obra, los egresados aprovechan el aplauso para posicionarse frente al anuncio de alza de aranceles del área humanista de la Universidad de Chile. “No a la precarización de la cultura y la filosofía” dice el lienzo que despliegan, que es respondido con más aplausos por la audiencia. Vítores de apoyo. Cabe preguntarse si el alza de aranceles de 9% en filosofía se debe a un aumento de precio de los libros de Platón. ¿Aplaudiría el Consejo de Rectores?