Dedicada toda una vida al movimiento del cuerpo, esta bailarina de formación de 48 años danza todas las noches antes de dormir. Y no precisamente con los pies. La coreografía nocturna la montan sus manos mientras teje a crochet un poncho rosado para su ahijada. Hace tres años que Hurtado no interpreta en escena, pero eso no detiene su ritmo.
Su semana se divide entre la docencia teórica en la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, su trabajo como productora en el Departamento de Danza allí, su asistencia como alumna del Magíster en Teoría e Historia del Arte en el mismo plantel y la asesoría en contenidos y programación para el Centro Cultural Matucana 100. Hoy, además, inaugura la tercera versión del festival Escena 1 DanzaSur. Y por eso, la noche anterior se toma un tiempo con su computadora para hablarnos sobre ello.
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En tu carrera has investigado y publicado, junto a Gladys Alcaíno, dos libros sobre la danza contemporánea chilena ¿Cuál dirías que es su estado hoy?
Es un momento de cierta diversidad. Y digo cierta porque han surgido muchos creadorxs jóvenes con ideas interesantes, pero con modos de creación y producción que tienden a asimilarse. Creo que esto tiene que ver con un marco político institucional, cultural y económico en el que estamos insertos en un fenómeno de globalización.
Independiente de esto, veo la búsqueda persistente de otros modos y maneras en algunos artistas. Pienso, por decirte algunas intérpretes que admiro, en María Jesús Pavez, Pamela Quero y tantas otras que decidieron hacer su propio camino en la danza, tanto a través de la creación como de la formación. Transmiten y comparten conocimiento con otros cuerpos, cuerpos diversos y que no necesariamente practican la danza para ser bailarines.
Vertientes, Junto al Río, Danzalborde, Loft, Danza al x mayor, Cuerpos en lluvia y Suda. Son todos festivales nacionales de danza contemporánea ¿Cómo se diferencia Escena1 DanzaSur, qué aporta y cuál es su propuesta este año?
El festival parte en 2011 por una inquietud y necesidad de generar una plataforma de danza contemporánea en la ciudad de Santiago para un público amplio. De esta forma visibilizar la creación de artistas con trayectoria tanto en el ámbito nacional como latinoamericano. Con esto hemos aportado al fomento de la creación y producción de obras de la región. Nos preocupamos también por entregar un alto nivel técnico, en donde el trato en lo humano, escénico y económico es una preocupación que se condice con la calidad de los artistas.
Desde un inicio sentíamos que la danza contemporánea independiente en Chile y hasta la danza general no había sido bien tratada en ninguno de esos aspectos. Escena1 aporta eso y logra también vincular la danza chilena con experiencias extranjeras, generando intercambios y retroalimentaciones importantes.
Todos los encuentros que mencionaste se esfuerzan por la difusión de la danza contemporánea en Chile y, a pesar de ello, sigue siendo insuficiente en nuestro contexto. Por lo que siguen siendo necesarios.
En la selección de obras surgió como inquietud principal el llegar a una ciudadanía compuesta por la diversidad: chilenos, extranjeros y tanto para personas del mundo de la danza como aquellas que no lo son.
¿Cómo se vive esa necesidad desde la disciplina de la danza en nuestro país?
El hecho de que solo haya dos Premios Nacionales de Arte con Mención Danza (Ernst Uthoff y Malucha Solari), en comparación con muchas más en otras categorías, es decidor de un trato dispar en la institucionalidad de la cultura chilena.
Se puede ver en varios aspectos. Por ejemplo, la asignación de los fondos para danza que entrega el actual Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio se ha reducido a casi la mitad de lo que era cuando comenzaron a entregarlos a principio de siglo. Y es que, además, la cantidad de personas allí que provienen de la danza son poquísimas. Históricamente en el Fondart, la danza ha sido una de las disciplinas a las que menos se aporta. Eso precariza nuestra realidad. El hecho de que todo se haga concursable afecta al desarrollo de este arte, porque no se puede crear sin apoyo. Algunas iniciativas probadas e importantes requieren financiamiento directo.
La tercera versión del festival Escena1 DanzaSur estaba programada para el año 2015, pero no pudimos hacerla porque no recibimos financiamiento de Fondart ni de Iberescena. Por eso lo tuvimos que postergar hasta ahora. Y lo mismo está pasando con proyectos como la revista ‘Tiempo de Danza’ de Marietta Santis. Los cambios de gobierno no debieran afectar a las políticas de Estado.
La escena de la danza local es un oasis en medio del desierto
En 2011 comenzaron destacando la trayectoria de Paulina Mellado y en 2013 lo hicieron con Nuri Gutés ¿En quién ponen el foco ahora?
Creo que hemos estado endogámicos en la escena de la danza en Chile, que tiene que ver con el contexto adverso que te explicaba anteriormente. La necesidad de persistir y resistir está muy presente. Por eso este año se relevan otras cosas, más que nombres específicos. Estamos apuntando a generaciones más emergente. La versión 2018 del festival tiene un giro social y urbano. Está pensada para una ciudadanía más joven y diversa.
El trabajo curatorial lo compartimos entre los jurados externos Bárbara Pinto; Javier Ibacache; el equipo de Plataforma DanzaSur; el director de Gestus, Chrtistian Ahumada; y yo, como encargada del Programa de Creación del festival. En la selección de obras surgió como inquietud principal el llegar a una ciudadanía compuesta por la diversidad: chilenos, extranjeros y tanto para personas del mundo de la danza como aquellas que no lo son.
El público de la danza contemporánea acá, si bien se ha ido cultivando en los últimos años, sigue siendo muy específico y se requiere un trabajo de diversificación. Por ejemplo, uno nuevo espacio escénico del festival es la calle, lugares típicos como la Plaza de Armas, el Barrio Bellavista y el Bellas Artes, y ahora el público también puede inscribirse para ser parte de algunas de las presentaciones internacionales y nacionales. El festival se amplió a expresiones que antes no tenían cabida y hasta se extendió de dos a tres semanas para vincularnos más con la ciudadanía y que muchas más personas conecten con sus propios cuerpos.
Desde tu experiencia vinculada a la danza en este territorio ¿Nos hace falta esa conexión?
Chile no es un país de libre movimiento. Quizás más los jóvenes, pero solo aquellos que realizan algún tipo de práctica corporal. Normalmente el movimiento de los chilenos se distingue con cuerpos cerrados, poco amables o sensibles a los otros cuerpos que circulan a su alrededor, tanto en el espacio público como el privado. Nuestro desplazamiento intenta tener el mínimo contacto corporal con los otros.
Y la escena de la danza local es un oasis en medio del desierto. Son entrenados y experimentan cambios radicales en la sensibilidad y conciencia corporal. Se podría decir, en términos generales, que al ciudadano chileno le falta conocimiento sensible de su cuerpo y también del cuerpo ajeno. Es una emocionalidad que queremos volver a vincular con el festival.