A la distancia, como un tímido tepuy se alza el edificio detrás de múltiples jardines, aunque por experiencia, no recomiendo juzgar a los edificios desde su lejanía.
Mientras me fui acercando a los jardines la temperatura bajó súbitamente y logré notar que no eran simples pasturas aquello que se veía de lejos como tal, sino unos bucólicos jardines acuáticos con vastas zonas calmas y carentes de vegetación que reflejaban la fachada y la encandilante luz del sol.
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La concavidad generada entre la fluida retracción de la fachada y el leve descenso de unas escalinatas a modo de anfiteatro estirado, te reciben y –a la vez– aquella tupida primera impresión de los parasoles verticales de madera que se percibe desde lejos se desintegra en la entrada acristalada, la cual permite atravesar por entero la edificación, y mantener la mirada incluso en las áreas verdes ubicadas en su parte posterior.
El hall, es el espacio donde el edificio se desnuda, desde él puedes comprender el modo en que se estructura y el cómo se conectan los cuerpos a ambos lados por medio de rampas que bordean en espiral al hall. Estas se ensanchan volcando violentamente el sentido de la curva justo donde están los ascensores, generando un balcón teatral hacia el interior. Además, el hall posee la misma altura de la edificación en general, permitiendo a la iluminación natural entrar por el ligero y casi traslúcido techo, y dibujar las brutalistas vigas de concreto que lo sostienen.
Si eres muy perceptivo, notas que hay unas ventanas pequeñas como claraboyas en la parte superior del hall, estás te hacen comprender que el techo del edificio es más que mera terminación inútil y deshabitada. De modo que pregunté a la recepcionista como llegar allá. Señalado hacia los ascensores, explica que puedo macar el último piso para llegar hasta ese espacio. Sin embargo preferí marcar solo número 2 para transitar por las largas rampas que permiten apreciar la Promenade que gira en torno al hall, la cual deja ver las oficinas y parte del exterior.
Al pasar la puerta batiente de cristal que conecta el interior con el techo habitable del edificio, se puede percibir un poco, aun sin perder la escala, un silencioso lugar aislado por paneles de vidrio que continúan 3 metros sobre el piso del techo. En ese momento el sol me quema levemente entre parasoles, ahora horizontales, mientras a medias observo hacia el norte, entre cerramientos, el Cerro Manquehue. Al otro lado, las pequeñas ventanas que dilucidé desde el hall, en las cuales me incliné para mirar por mera curiosidad. ¿Tendrán alguna función real?, desde ahí solo se observan las rampas y el hall desde una vista similar, percibida ya durante el recorrido.
El piso de aquella generosa terraza de madera fluye levemente entre dos medios niveles unidos por una rampa que se siente más ancha hacia la coyuntura de esos desniveles. La descomunal proporción de la terraza se humaniza con volúmenes en concreto y madera, que forman las cajas de servicio y jardineras respectivamente, estas dividen el espacio y forman escalas más íntimas, que te hacen sentir acogido por las sombra de los pequeños arbustos, y al mismo tiempo, despejado por el vasto cielo.
Al regresar la mirada a las escaleras que permiten el mantenimiento de los equipos de acondicionamiento de aire, se agradece a la firma +arquitectos, la genialidad de hacer que estas –a su vez– permitan admirar el paisaje, a las montañas, a un instante que merece en retribución cualquier persona que gustosamente dedique su energía por un propósito ajeno.