Para Isidora Neira, por su infinita paciencia ante
mi infinita ignorancia del rock actual y sus “circunstancias”.
PISTA ESCONDIDA =
ÁLBUM DEL DÍA / TÍTULO: Playback, tercera publicación de Egor Mardones (1957), su AUTOR e INTÉRPRETE.
SURCOS o PISTAS o TEMAS: 18.
DURACIÓN: depende del lector…: de su interés, de su rapidez, de su parsimonia.
Y, ahora, vayamos al wurlitzer (burlitser) o vellonera o rocola o sinfonola o vitrola o gramola o juke-box, y elijamos una grabación. Aclaremos que para no desafinar…
SURCO 1 = Desde muy al comienzo, Playback es música, y como cualquier buen recital –de banda o de solista– se inicia con “TELONEROS”: tres epígrafes lo completan, e integran esta primera parte, engarzando –en su decir– la música y la literatura, inseparables en todo el texto. El trío de citas agrega, asimismo, y como de soslayo, a partir de sus firmantes y de sus actividades: el cine (una de las preferencias profundas de Mardones, y Taxi Driver, su primer libro, es innegable indicio), el video, el teatro, la filosofía, la pintura, entre otras artes y disciplinas.
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Sólo “Certeza (3,1415926)” compone “INTRO”, el segmento siguiente de Playback, y es una verdadera declaración de principios, donde contrasta de modo radical su título, acompañado del número Pi (¿una justificación científica?), con la frase “puras dudas”, repetida tres veces, con énfasis y amplificaciones, logradas, además, por el uso de bastardillas y mayúsculas, como para que nadie se equivoque y crea que existen seguridades absolutas.
Y así es a lo largo de este libro-disco-poemario-recital pues, incluso, en las historias de algunos de los poemas narrativos (historias de personas “de carne y hueso”: en especial, actores, bandas musicales, cantantes: Kurt Cobain, Charly García, por ejemplo), siempre hay una incógnita suspendida, que no se resuelve y que exige no sólo una lectura atenta sino, también, ir más allá de la evidencia aparente y de hechos ya conocidos y, sabiendo de la falta definitiva de respuestas, lleva a volver a preguntarse; a interrogarse de nuevo, casi sin detención, en cadena, ya que la “duda” hace tambalear la “certeza” y conduce a una fluidez y apertura de puntos de vista, de visiones, de pareceres.
Esta perspectiva cuestionadora sintoniza con las palabras de Jacques Derrida, uno de los “TELONEROS”: “La ausencia de significado trascendental extiende hasta el infinito el campo y el juego de la significación”. Como Playback está en armonía con ellas, la libertad del lector es inmensa, tanta que –en un primer acercamiento– le es posible optar por ciertas pistas (o surcos o temas) y seguir una sola “hebra” (o nota) por ser muy numerosos, y diferentes, los datos que se dan y los guiños que se hacen a distintos campos semánticos y a los deslices entre ellos. Esta amplitud hace que el “trabajo” de comprensión/interpretación/ traducción (y no sólo de idiomas, claro está) casi no tenga freno para él, tal como ayer no hubo límites para la “imaginación periférica” del autor ni para el / los hablante(s) y sus múltiples voces, provengan de donde provengan.
SURCO 2 = Recitado. Sin música de fondo = «VENTRÍLOCUO, -a (del lat.”ventriloquus”) adj y n. Se aplica a la persona que tiene la habilidad de dar a su voz distintas entonaciones y modificarla de modo que parece proceder de distintos sitios, con lo cual puede simular un diálogo entre varias personas.» (María Moliner: Diccionario del uso del español).
Veo / Leo a Egor Mardones como ventrílocuo, y este término casi se me vuelve sinónimo del título, Playback. Y cuando pienso en ventrílocuo, no hay ninguna carga peyorativa, muy por el contrario, con este nombre privilegio y destaco, admirándolos, el talento, destreza y coraje –del escritor– para hacer suyas voces ajenas y unirlas, incluso con la propia, organizándolas, como en un coro.
Si me sitúo en otra área, puedo percibir esta polifonía como una costura, de puntadas y elementos mezclados y nada homogéneos, ni solos ni entre ellos: menciones, fracturas y retazos (una “estética del fragmento”, quizá), tonos varios, locutores y lugares de emisión diversos, sonidos y ruidos y silencios, terminología de especialidades, muchos códigos y lenguajes, sin reparar en jerarquías ni respetarlas, y su soltura para des-centrar y hacer mudanzas, traslaciones, paráfrasis, torceduras, apropiaciones, establecer oposiciones y ambigüedades, me sorprende y asombra. El poeta Mardones toma de todas partes y recoge y aprovecha partes, “usadas” y “nuevas”, para construir un texto diferente (digo “texto”: “obra” es demasiado rígida, según Barthes), valiéndose de la técnica del “pegoteo”, trascendiendo el mero «pedazo» aislado al armar una estructura, un conjunto coherente que se sostiene en sí mismo. Y por trabajar con unidades ya existentes, hasta sería factible llamarle “bricoleur” o “maestro chasquilla” (de acuerdo a la traducción “a la chilena” del buen poeta y editor, Gustavo, Grillo, Mujica). Desde otro ángulo, Egor podría ser considerado un “ladrón”, un buen ladrón, y por su escritura y producciones tiene muchos años de perdón (tantos como los que se demora entre libro y libro).
SURCO 3 = ¡DÁLE “PLAY”!… Digamos mejor: Al leer “PLAY” y dar vuelta las hojas del exacto centro del tomo, su tercera sección, encontramos catorce poemas, ocho de cuyos títulos responden a nombres de canciones: “Perfect Day” (de Lou Reed), la inaugura, y termina con “El show debe seguir» (de “Queen”, con Freddy Mercury, de vocalista). Entre las denominaciones, la mitad respeta el inglés del original (¿será que sus seguidores (o fans) los desconocen en español? O, tal vez, la máxima del hablante sea: “el que sabe, sabe…”).
En ellos, sus “intérpretes” varían aún en un escrito individual, otorgando una movilidad y un movimiento, acorde con el apelativo del tercero: “Poetry in motion” (uno de los pocos rocks –nombrados- de la década del 60): en ocasiones, una ágil perspectiva: un ojo que se hace voz; en otras, una tercera persona o una primera plural o, incluso, un YO a través de citas: “MI MÚSICA YA NO ES SINCERA, / TODO EL MUNDO SE HA DADO CUENTA”: son palabras de Kurt Cobain, reproducidas en “All Apologies”, cuando alguien da a conocer y le relata al propio músico, momentos de su rutina sobre el escenario y la tristeza y el impacto provocados por su fin, el “sic transit gloria mundi” (así: ¡en latín!) de un “rockero agotado”. También se manifiesta “directamente” Charly García en “Yo no quiero volverme tan loco (o la tragedia del héroe rock)”, una larga explicación (¿justificación?), posible “rock sudaca”, cantado por él, donde concluye aludiendo a su final –“último salto al vacío forever unplugged”-: final ausente de este poema que acaba en dos puntos: “:”, como si fuera a continuar (¿y si se prolongara en la admirada mirada de Pedro Lemebel?: “era como saltar al cielo, pero al revés”: señala el cronista chileno, estupefacto de la proeza aérea del argentino cuando saltó a una piscina desde un noveno o décimo piso).
Igualmente personales –además de imaginadas y re-elaboradas– son las enunciaciones de “Shadowland (The Residents)”, esta agrupación estadounidense que, durante sus cuarenta años de existencia, tras máscaras verdaderas y palpables, ha logrado defender su identidad “… cubiertos por el anonimato”.
“Qué canción popular en un momento de descuido / no ha retratado a alguien de pies a cabeza”, reconoce un hablante, todavía enamorado, identificándose con “19 días y 500 noches”, título de Joaquín Sabina, y del texto.
Mientras en “Una blanca palidez” (traducción de “A Whiter Shade of Pale”, cantada por la banda inglesa “Procol Harum”), un amante recuerda un verano de amor. Por su lado, “Road Disc” es un escrito con denominación tránsfuga, transportada desde los ya clásicos géneros de las “road movies” y las «road novels» o “literatura de carretera”: “Mayores informaciones a vuelta de gira / o en próximo disco.”.
SURCO 4 = De diversa manera se prolonga la música en ciertas composiciones restantes de “PLAY”. Hay dos muy únicas: “4’33’’ (John Cage)”, que si no recogiera el testimonio de este maestro estadounidense sobre la imposibilidad del silencio sería casi tan abstracto e insonoro como su referente: la obra citada en la “etiqueta” superior.
Tampoco deja de llamar la atención: “PARA JANIS JOPLIN, de Alejandra Pizarnik (Cover)”: un calco, una copia exacta del poema de la escritora argentina; transcribirlo = una nueva “interpretación”, o sea: un “cover”. Ella se reconoce en la cantante que, en 1970, por morir a esa edad, pertenece al “Club de los 27”. Dos años después, en 1972, Pizarnik eligió terminar su vida, a sus 36.
«(Bis).”: es la mínima intervención/ indicación del hablante-organizador. Mínima y fundamental, al mismo tiempo, ya que de aplicarse la sugerencia, habría que repetir el texto al infinito…, como un disco rayado, y volver a oír y oír, una y otra vez, la tristeza, la soledad, la necesidad de comunicarse, el ruego de ser escuchada… para no silenciarse para siempre, quizá.
¿Podrán imaginarse las proximidades del rock sin drogas y sin seguidor@s incondicionales de cantantes y bandas? Las respuestas están en “(Groupies» y su ambiente de “estrellas fugaces” (de la noche y del escenario), donde un músico enfoca, con simpatía, a las mujeres que los siguen y persiguen y, a veces, los consiguen: “Solo Ellas / -casi musas, casi desnudos ángeles…”. Mientras, “Otra temporada en el mismo infierno”, dicho por alguien (¿será el propio Charly?) “De vuelta de una larga temporada en el infierno / de la desintoxicación”, juega y trastroca títulos, comenzando por la … temporada en el infierno, de Rimbaud (uno de Enrique Lihn, de Antonin Artaud, de una película, versos de T.S.Eliot, de Charly García, de un tango…), y provoca ambigüedades y cambios abruptos de sentidos y significados, y el final imprevisto: “(Aplausos voluminosos y pregrabados).”, redunda en tal giro que la poesía parece metamorfosearse en representación teatral, amalgama de espontaneidad y simulacro; como los recitales: un espectáculo (¡no olvidar: «sociedad del espectáculo» / «cultura del espectáculo»: definitorias de nuestra época!) donde conviven, simultáneamente, el placer, el tedio, la alegría, el desahogo, la exigencia, el agotamiento y la soledad extrema: temples y ánimos enraizados, familiares a/en Playback. ¿Estará drogado, el “druguito” (me hago eco del acogido “narsat”, idioma de “La naranja mecánica”)?
SURCO 5 = Que Egor Mardones es un constructor es una obviedad: lo evidencia Playback, el libro que estamos leyendo. Lo evidencia: Taxi Driver y Miramar Hotel, sus otras publicaciones e, individualmente, los escritos que forman cada uno de los volúmenes de esta trilogía que, siendo unidades independientes, luego podrían entenderse como conjunto –una saga, acaso- al notar la cantidad de elementos y perspectivas y modos de armarlos y de aproximarse y manipular el lenguaje y, muy en especial, por las copiosas y misceláneas fuentes a las que acude y desde donde construye su imaginario, tan prolífico en su conocimiento –erudición, digamos sin miedo– del pop, de los medios: el cine, la prensa, el rock, el cómic, la música, complementado con pintura y literatura (letras de canciones, incluidas), de tiempos, géneros, “niveles”, de una cultura escrita, visual y oral, muy mixtos, todos.
Por esta hibridez, nuestra lectura de Egor Mardones exige referirse en plural a su mundo: mundos, entonces, como origen de su literatura y mundos originales como resultado de su quehacer artístico; universo (uni-verso) poético cuyo plural se amplía y metamorfosea en multiverso (multi-verso) que, por ser comunes y comunicantes, combinan y cruzan significaciones, enriqueciéndose.
“Concepción revisited” se llama otro de los componentes de “PLAY”: es distinto porque alude a una localidad específica, bien conocida -y “revisitada”- por el autor y su ”doble”/su «sombra», quien se expresa con una visión crítica, desencantada y poco mitificadora de la capital de la región del Bío-Bío, a la que regresa como obligado, casi como a una condena: «… se vuelve a Ella como el asesino cabrón / al lugar del crimen y el sueño suda- / americano». Al igual que los dos volúmenes anteriores, Playback fue publicado en esta ciudad: luego, es muy posible que el potencial lector primero sea penquista y, de alguna manera, se sienta agredido por la imagen citadina que se entrega, y la perciba como una provocación, agudizada por su forma apelativa a un ”ustedes”. Nada claro es, pues, el «(CONTINUARÁ):», uno de los frecuentes finales no previstos y no clausuradores que -lo señalé-, modifican los significados y los significantes (paréntesis, dos puntos, puntos suspensivos, etc., como en «Hidden Track (…)»).
Con referencias a la pintura, la literatura, al cine, la canción, la música, a la ciudad misma, desde su rótulo (con el añadido de: «la niebla mora / del Bío-Bío»; «… los bares periféricos inclementes y drogos”; “… los amores perros y pornográficos …”; «… la Diagonal / Los Tres.»), el poema es una nueva mirada y un aporte adicional a la “construcción” (imaginaria) de Concepción. Más que arquitecto, Egor Mardones es urbanista y cartógrafo y es uno de los numerosos escritores –y artistas- que desde Pedro de Valdivia (y, tal vez antes, antes de la conquista: de boca en boca, de boca a oído o por «radio bemba») han colaborado a dibujar y fundar este espacio con su palabra y su mirada. En ocasiones, cuando recuerda a Pisan, p.ej., Egor centra su perspectiva y se detiene en su natal «galaxia de Tomé» (utilizo un apodo de Alfonso Alcalde).
Aquí, no hay descripciones geográficas completas y las simples y breves pinceladas, unidas, no siempre se pretenden figurativas o directas: “Night Citi”, el «Bar El Mundanal Ruido» (¡qué extra-ordinaria denominación!), el “Cuartito azul del Miramar Hotel / ninguna estrella”, no concretan una ubicación precisa y serían encontrables en cualquier paraje, si bien varios son un «rebote» desde otros escritos de Mardones y aludirían a Concepción…, a cómo él la percibe y concibe, como un cronista de lo visible e «invisible»-laberíntico-y-nocturno de esta urbe. De todos modos, me parece que la ciudad «real» y la «ficticia» deberían sumarse y superponerse y ensancharían la «realidad», asemejando el producto artístico (canción, película, poema, crónica, foto, pintura u otro) a un palimpsesto que se está «escribiendo»: a varias manos, a varias voces, a varias ópticas (y no me refiero sólo a Concepción ni sólo a Mardones ni sólo a la literatura de Alexis Figueroa o de Tomás Harris o de Carlos Decap, entre otros).
En ocasiones, con un mínimo desliz y «exceso» de invención, el autor concentra y, sin explicar, expande conocimientos: así, «… la Diagonal / Los Tres.», sintetiza una historia, la de Concepción «cuna del rock chileno», y junto a «Los Tres» («concebidos» allí), están o estuvieron: «Los Bunkers», «De Saloon», «Santos Dumont», «Emociones Clandestinas», «Machuca», «Julius Popper»… y más.
SURCO 6 = Las dos partes restantes –“BONUS TRACK” y “HIDDEN TRACK (…)»-, que terminan el volumen, son breves, al igual que las dos iniciales. Ambas designaciones pertenecen al ámbito discográfico, pero no están siempre presentes en las grabaciones. “BONUS TRACK” significa: «pista adicional» y, como un regalo, se añade a los temas ya establecidos y se incluye entre ellos. En este caso, el complemento es doble y doblemente desconcertante: «Soundtrack» («banda sonora») se asemeja a un epígrafe (pero está titulado) y reproduce, con exactitud, palabras ajenas, de modo muy similar a un texto de «PLAY», que –se vio- citaba completo otro de Alejandra Pizarnik sobre Janis Joplin. «Cover» se le llamó; sin embargo, ahora, este apelativo se reserva para «Rock & Roll Tour (cover)» que, de cierta manera y nada fielmente, re-elabora «Domingo», de la primera publicación de Mardones: Taxi Driver, en especial por la actitud del «rockstar»-protagonista y su tono desencantado e indolente.
“HIDDEN TRACK (…)», en cambio, es una total sorpresa en ciertos discos por estar escondida e, incluso, no ser fácilmente detectable. En esta «pista oculta», nos encontramos, nuevamente, con una cita, unas pocas palabras –inesperadas por su alcance y por su firma– que se vuelcan sobre el libro todo y le otorgan una dimensión otra: de belleza, de significación, de trascendencia: «PASARON SÍLABAS CANTANDO. Sn Agustín:». Además, por terminar en dos puntos se patentiza una voluntad de apertura a indefinidas interpretaciones y «melodías», sin punto de remate. La elección de este «límite abierto y sin límite» demuestra, una vez más, el «buen oído» de Egor Mardones, aún para el… silencio.
SURCO 7 = Como se ve, he tratado de privilegiar el español y utilizar traducciones de los términos en inglés. Mi molestia ante la avalancha del vocabulario anglo, (de)muestra mi ingenuidad y… mi antigüedad: «¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? / ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? / ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? / ¿Callaremos ahora para llorar después?», era el grito de aviso y temor que Rubén Darío lanzaba, adelantándose al presente, hace más de un siglo.
SURCO ADICIONAL = ¡ADVERTENCIA! = (Warning!) = Son bastantes los aspectos, de Playback, que han ido quedando «en el tintero» (¡expresión pre-computacional!): he puesto el énfasis en la presencia de la música y las canciones, sin relacionar con una afirmación temprana que concibe el volumen como: «… este video filmado / en un blanco y negro, por demás discreto.» («Perfect Day»): de nuevo, por lo tanto, la ambigüedad y el derrumbe de simplicidades. Aclaro, por lo demás, que no es la única reflexión meta-literaria (ver: «Poetry in Motion»). Y engarzo, ahora, con las exigencias de la lectura: desde mi punto de vista, Egor Mardones supone y reclama intereses, conocimientos y ritmos similares a los suyos, coincidiendo con Baudelaire, cuando éste llama «Al lector»: «mi semejante / mi hermano», para que se acompañen en el trayecto de la escritura-lectura, repleto –también aquí- de buscados desarreglos: con idiomas sin traducir; abundancia de epígrafes, indicaciones, notas, de procedencias disímiles; con una movilidad casi frenética entre circuitos desemejantes; con supuestos desenlaces a través de signos o palabras agregadas; con un modo personal de oír y vivir la música, etc., etc., y todo, al parecer, se da por dominado, por sabido, por conocido.
¿Habrá un «lector (tan) cómplice»?, me pregunto. Y mi duda me lleva a terminar con puntos suspensivos.
PISTA ESCONDIDA = Y la consulta me la hago a mí misma por las dificultades que tuve para entender una incontable, literalmente incontable, cantidad de alusiones: yo, ¡una «hija de la Nueva Canción Chilena»! Antes, hubiera tenido que acudir a enciclopedias y diccionarios y a personas enciclopédicas. Al presente, me inclino y reconozco: «Gracias, San Google, por favor concedido».
¿Qué hice, yo, para merecer escribir esto?, pensaba (en palabras de Almodóvar), mientras me demoraba y eternizaba y no cerraba este «Epílogo». Sin saber el atolladero al que me metía, sé, no obstante, la causa de mi aceptación, por mi interés por seguir conociendo la poesía de Egor Mardones: su imaginario, su seriedad, su factura, su modestia, su hacer, me atraían y atraen mi respeto a su persona y a su escritura.
PISTA ESCONDIDA = “No ha quedado demostrado, ni mucho menos, que el lenguaje de las palabras sea el mejor posible.» (Antonin Artaud)