Un conejo partido a la mitad es el nombre de la exposición de Julio Galán (1956-2006), curada por Magalí Arriola en el Museo Tamayo de la Ciudad de México, en la que a través de 80 pinturas, esculturas, objetos, archivo y fotografías se realiza un recorrido transversal sobre la identidad, la sexualidad, el deseo, la infancia, el multiculturalismo y la violencia.
El título hace referencia al conocido conejo del cuento de Alicia en el país de las maravillas, “mientras que el conejo […] siempre tenía prisa por miedo a llegar tarde, los animales y personajes del mundo de Galán, pasmados o expectantes, parecen desdoblarse de una obra a otra”, escribe Arriola. De agujero en agujero, la curaduría nos lleva a través de un recorrido que cuestiona y visibiliza las violencias aún latentes en un país cisheteronormativo, retomando los temas de las obras para hablar del pasado y del presente con herramientas discursivas actuales donde “el espectador que se demora no siempre llega tarde”, cita de Adorno que la curadora usa en su texto de sala.
Retomando la cita anterior, tener una exposición de Galán el día de hoy resulta muy pertinente para dar a conocer a este artista a nuevas generaciones que pueden empatizar y conectar con su producción artística. Asimismo, para la generación que ya conoce a Galán, la curaduría de la exposición permite un redescubrimiento de su obra y de su persona desde un enfoque íntimo y personal.
Ligado a lo anterior, en el recorrido un semblante familiar nos acompaña. La efigie de Galán se encuentra en la mayoría de sus obras, pero más que ser un retrato de su rostro, se vuelve la representación performática de sus personajes en el lienzo. Para señalar una identidad fluida que permite “socavar las convenciones sociales y las construcciones culturales en un momento histórico en el que aún predominaban los valores binarios y heteronormativos”, señala Arriola. En la obra Mientras el cielo ríe, la tierra llora (1986) le vemos con un vestido sosteniendo una guitarra, remitiéndonos a un fotograma de alguna de las películas de la Época de Oro del cine mexicano. Lo anterior, está ligado al travestismo y personificación que encontramos en su obra como una experimentación de la performatividad del cuerpo y la identidad; vemos el uso de figuras estereotípicas del imaginario mexicano que responden a “estrategias para subvertir las identidades sexuales y otras construcciones culturales”, comenta la curadora.
Me gustaría destacar que en un inicio, la obra de Galán se ligó a los neo-mexicanismos por el uso de figuras y elementos de la cultura mexicana. Sin embargo, el discurso de la exposición y la curaduría de Magalí Arriola busca revalorizar y recontextualizar la producción del artista, señalando que el que haya sido “asimilada al neo-mexicanismo evidencia cuán intrínsecamente ligados estaban los discursos identitarios a las problemáticas de género y cuán fácilmente se confundían”; así como enunciar a través del recorrido las violencias que se viven, la sexualidad, el deseo por medio de la performatividad e intimidad que poseen las obras de Julio Galán donde el retrato es un desdoblamiento, una exploración de ficciones y realidades que atravesó el artista en su contexto y donde podemos hallarnos.
Un conejo partido a la mitad se podrá visitar hasta el 4 de septiembre en el Museo Tamayo. Para más información: https://www.museotamayo.org/