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““El dibujo es la caligrafía del alma, es la impresión del ser íntimo que habla con la mano sin interferencia alguna”,” (Guillermo Núnez).

A simple vista los volcanes son una manifestación palpable mediante la cual la tierra se ufana. No obstante, su truncada forma cónica, la cámara magmática, la incandescente lava y su irreductible capacidad teutónica no sólo reverberan en nuestra accidentada geografía y memoria, sino que dan pie para que a Guillermo Núñez (Santiago, 1930), Premio Nacional de Arte 2007 y director del MAC entre 1970 y 1971, haciendo honor a su inclemente desasosiego y conforme a su espíritu rebelde, en 1959 un profesor de la Alta Escuela de Artes Aplicadas de Praga de la entonces República Checa, lo rebautizó como “volcán sudamericano”. Una denominación que, si siquiera sospecharlo serviría -muchísimos años después- para titular la exposición Volcán Sudamericano, Constelaciones que estará abierta hasta el 21 de enero de 2023 en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC, Parque Forestal).

Sin título, de la serie «El cielo como abismo», 2016, Acrílico sobre tela, 130 x 163 cm.

Un conjunto de obras que, a partir de lo ineludible nos remece con ese componente telúrico que desde ya remarca su compromiso con los movimientos sociales y políticos de nuestra historia reciente, misma que tras haberla sufrido en carne propia, se traduce en un parafraseo visual que naturalmente conforma una unidad inscrita en consonancia con un contexto que este artista -protagonista recrea a través de una descarnada gestualidad. Lo que en ciertas ocasiones pudiese interpretarse como un hermetismo o lacónico simbólico cargado de apremiantes relecturas, las que por sobre el evidenciar hechos que con la perspectiva del tiempo van de la conmoción a la reflexión y viceversa, en una consecuente extensión de su postura frente a la vida, asumida a través de una expresividad donde no cabe lo neutral. Derecho que legitima moldeando un destemplado desgarro, que trepana la columna vertebral de este volcán que, en vez de lava, arroja sangre.

Dicho en simple, Volcán Sudamericano, Constelaciones, constituye algo más que una exposición, ya que responde a que Guillermo Núñez hiciera una invaluable donación al patrimonio de la Universidad de Chile. Dicha selección incluye dibujos, collage, tinta, aguadas, pastel, lápices de colores y grabados, más una decena de pinturas sobre tela en diversos formatos, incluso archivos cuyas fechas de producción van desde 1958 al 2022. De las casi 150 piezas que serán resguardadas en los depósitos del MAC, parte de ese acervo es el que activa a este volcán que sobrelleva sobre sus laderas la memoria no sólo de un país, sino de gran parte de Latinoamérica rebosante y casi devota de tanta injusticia. Una selección que en paralelo nos permite comprender una historia donde el arte cumple un rol primordial, testimoniando aquello que elusivamente se intenta ocultar y que la ebullición de esta muestra reactiva poniendo el imaginario como elemento basal de ese salvajismo visceral y plástico que distingue a este artista por sobre muchos de sus congéneres.

Sin título, de la serie «El cielo como abismo», 2019, Impresión digital y acrílico sobre tela, 143,5 x 107 cm.

Un apabullante reencuentro con una obra que hace de la brutalidad un recurso que se recarga cual pistola para disparar su rabia contenida, producto de un dolor que no cesa y que se gatilla en la medida que los escabrosos ribetes que lo originaron vuelven a reactivarse. En eso está el mérito de Volcán Sudamericano, Constelaciones. Aun cuando es precisamente eso mismo lo que lo complejiza, ya que no se plantea desde la complaciente postura salvífica, sino más bien desde una óptica que privilegia el padecimiento como una expresión que este artista hace suya, en un acercamiento hacia quienes sufren una aflicción, que se percibe pincelada tras pincelada. Decidor gesto que Núñez es capaz de convertir en un arañazo cromático donde la herida es el eje dramático que moviliza ese insondable despliegue de energía contendida y que aflora como un volcánico magma.

«Un silencio de multitudes», 1978, Acrílico sobre tela, 130 x 98 cm.

 Digo esto, porque al repasar su vasta trayectoria, que está, en una mínima parte, representada por este puñado de obras, con las se puede entender también como una elegía que surca tanto el desconsuelo como el ensimismamiento, y que reflexivamente nos conmina a sentir el bramido de ese imaginario animal que, sin descanso ni tregua, y desde la resistencia, denuncia y clama por justicia. Un hecho que en cierto modo colinda con el poema de Florencia Smiths – “Ya es hora de desentrañar ese dilema: descifrar el calco, desmenuzar el símbolo, dilucidar de una sola vez la escritura de la muerte.”

Una implicación que ciertamente, a nadie deja indiferente. Sin embargo, al recorrer este Volcán Sudamericano, Constelaciones, te queda la sensación de que esto fuera un preámbulo instalado en en la sala de conferencias del MAC. Quizás una transición hacia una muestra donde podamos apreciar en su real magnitud a un Guillermo Núñez que no sólo revela las grietas de un doloroso pasado, sino además los distintos planos estético- temáticos, que se ha atrevido a abordar como parte de un desarrollo artístico en el que se unen lo conceptual, lo concreto y lo perceptual, dado que este último lo genera el público con sus múltiples relecturas.