En proceso de estrenar «Pedro y el Lobo», su cuarta obra con marionetas, Aline conversó con Arte Al Límite sobre el trabajo de la compañía Teatro y su Doble, la crisis en las áreas dramáticas de la televisión y su relación con las redes sociales.
Da la sensación de que Aline Kuppenheim (49) viene de vuelta en su carrera. Ha pasado por todas las plataformas tradicionales de creación teatral, siendo una de las más recordadas las teleseries. Sin embargo, hace años que está lejos del rating y de la competencia entre canales, destacando actualmente en el cine, las series y, por supuesto, el teatro.
Tras doce años de trayectoria junto a su compañía Teatro y su Doble, Kuppenheim sigue aprendiendo de sus compañeros, de su público y de sus marionetas. «Creo que es un lenguaje muy rico, que permite una diversidad infinita de creación. Al principio nos lanzamos de una manera bastante intuitiva y autodidacta a hacer teatro con marionetas. Tuvimos que desaprender todo lo que conocíamos como actores para poder hacer lo necesario para llevar a cabo el proyecto, como por ejemplo saber manipular y construir marionetas», relata.
Dentro de este continuo proceso de exploración, Aline y su equipo hallaron una nueva arista emocional y creativa, en donde el público se manifiesta de forma diferente ante sus obras. La actriz afirma que «el público se identifica con la marioneta y la siente real, por tanto se emociona y reflexiona más, de forma diferente a cómo se siente ante un actor. La recepción del contenido se vuelve más pura, por eso buscamos coherencia a la hora de escoger una obra o texto para hacer».
En Chile no existe tradición de marionetas para adultos, por tanto, durante los inicios de la compañía, sus obras se asociaban a ideas más infantiles. Por ejemplo, su primer montaje El Capote (2007), basada en el cuento de Nikolai Gógol, lo tuvieron que adecuar para niños. «Es una historia bastante áspera, es una tragedia. Decidimos adaptar el cuento para teatro infantil ya que naturalmente se iba a entender que las historias de marionetas son para niños, pero nuestro teatro es para todo espectador. Al poco tiempo empezamos a cambiar los horarios y hacer funciones para niños y adultos con una misma obra», recuerda.
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Teatro y su Doble no se enfoca únicamente en realizar funciones en diferentes escenarios: en su página web tienen un apartado llamado «información para docentes», espacio en donde el equipo ofrece talleres y presentaciones especiales de El Capote y Sobre la cuerda floja para alumnos de 4° básico a IV° medio. Según ella, la crisis actual del teatro respecto a la llegada de público tiene que ver con que «en algún momento de nuestra historia nos cortaron esa relación, entonces el público más adulto ya la perdió. Nos interesa que los más chicos recuperen ese hábito porque en casi todas las sociedades el teatro ocupa un lugar importante, pero en Chile se ve como algo lejano. Todos los que hemos estado en teatro trabajamos para recuperar ese vínculo».
Es por esto que el equipo se aventuró en montar una cuarta obra inspirada en la historia de Pedro y el Lobo, de un corte mucho más infantil, financiada por Fondart y co-producida por la Fundación Teatro a Mil (Fitam). El montaje debutará el próximo viernes 21 de junio en el Teatro UC y busca profundizar y perfeccionar su trabajo ante esta «pequeña» audiencia. «Los niños van a ser los espectadores de mañana y queremos formar espectadores más exigentes y más alertas acerca de lo que se le está ofreciendo», dice la actriz.
Sobre otros proyectos futuros, Aline comenta que le gustaría investigar sobre la relación existente entre la marioneta y el actor que la maneja: piensa que hay principios de la marioneta que le gustaría ver aplicados en el intérprete, entre ellos, el despojo del ego. Los actores pasan a segundo plano en sus obras al estar cubiertos por prendas negras, dando la sensación de que las marionetas tienen vida propia al no ver quién está detrás de sus hilos.
«El trabajo con una marioneta es un ida y vuelta. Hay cosas que tienes que obviar para manipular una marioneta y al mismo tiempo tienes que aprender de ella, que tiene que ver con la limpieza del signo. Tenemos que hacerle creer al público que dicho objeto va sintiendo cosas, aunque no haya emoción en ellas», reflexiona.
Mentalidad televisiva
Tras dejar la industria hace más de una década, Kuppenheim siente que la televisión es un mundo muy lejano. Encuentra que no está a la altura, causa principal de las diferentes crisis que han tenido los canales chilenos, sobre todo Televisión Nacional de Chile (TVN). Respecto a las áreas dramáticas, le da pena la situación del canal estatal y sus propios colegas, quienes obtienen un sustento económico importante por su trabajo allí. También confiesa que no ve ninguna teleserie actualmente ya que encuentra aburridas las historias y los personajes muy estereotipados.
«Siempre critiqué eso de la televisión, y fue una de las causas de por qué la dejé: para mí nada es pura ganancia, uno tiene que hacer el esfuerzo e invertir en calidad y hacerse cargo de la responsabilidad social que tiene un canal, sobre todo si es público. Ya no estamos en los tiempos en que se considera idealista pensar en la responsabilidad social del empresario, es una cosa básica», opina. Afirma que las nuevas generaciones no esperan a las siete de la tarde para ver teleseries: el público está consumiendo otros medios de entretención como Netflix y YouTube que, muchas veces, ofrecen mejor calidad en sus contenidos.
Aline Kuppenheim interpretando a Carmen para la serie «12 días que estremecieron Chile» (2017) (Fuente: Chilevisión)
Sobre la creación de un canal cultural, la actriz piensa que la discusión da para largo ya que se deben definir ciertos conceptos como qué entendemos por canal cultural o qué es cultura. «En los canales de televisión la cultura se limita a viajar y a comer, lo cual es súper interesante, pero hay mucho más: hay buenas películas, documentales, entrevistas a escritores, actores, cineastas, sociólogos, etc. Uno nunca ve eso en la televisión, y si existe, es un contenido muy banal. Se subestima la capacidad del público de interesarse por otros temas, lo cual es un mito», reflexiona.
Redes sociales: un mundo de contradicciones
Aline Kuppenheim es una de las actrices chilenas más activas en redes sociales, sobre todo en Twitter. Utiliza su perfil público para promocionar su trabajo y el de sus colegas, además de compartir diferentes contenidos de interés personal y, por supuesto, sus opiniones sobre la contingencia.
Tras la designación de Mauricio Rojas como ministro de la Cultura, las Artes y el Patrimonio el año pasado, Aline, en conjunto con artistas de distintas áreas, fueron parte de una «revuelta» virtual (y posteriormente real) en su contra, organizando manifestaciones en Santiago y exigiendo su renuncia luego de que el ministro catalogara como un montaje la historia expuesta en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.
Un negacionista en el ministerio de cultura es como tener al guatón Romo en el de justicia y derechos humanos ( a riesgo de perder mi Fondart )
— Aline K (@alinekuppenheim) August 11, 2018
Finalmente, Rojas renunció, alcanzando a estar en el cargo cinco días. Acerca del poder que pueden llegar a tener las redes sociales en relación a la organización y viralización de posturas, Kuppenheim afirma que opina desde su condición de ciudadana. «En lo personal silencio toda la mala onda y escribo sobre lo que veo, lo que me preocupa e informo, como también otros me informan, y ahí siento que hace honor a su nombre: una red social. Por ejemplo, yo creo que el caso Catrillanca no habría tenido la misma repercusión si no hubiese existido Twitter o Facebook».
Sin embargo, cree que son un arma de doble filo. «Es un camino que hay que transitar con harto cuidado. Hay gente que vive en las redes sociales y que se encuentran en un mundo paralelo al real, como también hay mucha violencia. En mi caso trato de controlar los impulsos al responder comentarios y no publico garabatos. En general las utilizo para promocionar la compañía y nuestro trabajo», afirma.