I. Reseña del libro Ballenesque: a retrospective
Para conocer o recrearse en la obra de Roger Ballen nada tan recomendable como su propio libro, Ballenesque: a retrospective [1], pues el mismo artista nos proporciona las claves, de primera mano y de forma cronológica, para poder entender su trabajo. Igualmente interesante, es la introducción de Robert J.C. Young, que nos indica algunos elementos de sus imágenes, útiles para poder realizar un seguimiento de la evolución de su obra y con los que hacemos una primera aproximación a su labor.
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Ballenesco (Ballenesque) es el nombre que da Roger Ballen a su obra y hace referencia a un estilo personal que, por sus peculiares características, lo hacen único y fácilmente identificable. Entre estas características encontramos, en primer lugar, los retratos, que, en muchas de sus series, son de personas marginadas que viven en zonas apartadas y separadas de la sociedad. En esas imágenes, el recurso a la fotografía frontal inquieta hasta crear una desafección por el sujeto fotografiado, a pesar de que se presenta en una situación vital casi dramática que debiera conducirnos a la compasión. El segundo rasgo distintivo de la fotografía de Ballen es la acumulación de elementos sin una clara relación entre ellos. El tercer aspecto, sería, en las fotografías de interiores, cada vez más numerosas, la presencia de la pared como fondo de la composición, una pared sin ventanas que adquiere protagonismo a través de desconchados, marcas, cuadros y, finalmente por la presencia de muchos cables y dibujos. Y la cuarta característica sería la evolución de la representación desde lo real hacia una representación irreal y escenificada pero que ha evolucionado desde un mundo apacible a otro realmente inquietante, sórdido y tenebroso.
‒ El libro divide el trabajo del autor en períodos y series fotográficas. El primer período recoge lo que denomina Early Works (primeros trabajos) y la serie Boyhood (niñez). Estos los define como trabajos de fotografía documental. Comenzó a hacer fotografías en 1969, en su ciudad, luego, en un viaje a México y, posteriormente, en 1973, en un viaje por varios países (incluida Sudáfrica) que duraría cinco años. En esas fotografías ya empezó a recoger imágenes de gente en situaciones dramáticas y de niños. Con las imágenes de estos, realizó la serie de Boyhood.
‒ El segundo período está compuesto por las series Dorps, Platterland y Outland. Dorps -cuyo título completo es: Dorps: Small Towns of South Africa (Dorps, pequeños pueblos de Sudáfrica)- es el nombre por el que se conoce a esas poblaciones. Con esa serie quiso reflejar y conservar la estética de esas zonas que ya parecía una estética del pasado a punto de desaparecer y retratar a las sencillas gentes que los habitan.
La serie Platteland: Images from Rural South Africa (platteland: imágenes de la Sudáfrica rural), hace referencia a las fotografías tomadas en el campo sudafricano. Platteland significa tierras planas. Esta serie resultó polémica puesto que mostraba imágenes de blancos desfavorecidos, blancos pobres, lo que resultaba contrario a la imagen que se quería dar de una Sudáfrica en la que habría unas ventajas para el blanco privilegiado sobre el negro desfavorecido, pero esta serie mostraba que la injusticia alcanzaba a los mismos hombres blancos y era una realidad que no se quería reconocer. En esas imágenes reina el desorden físico, de las habitaciones, y el mental, de las personas fotografiadas.
La última serie de ese período fue Outland (terrallende, o tierras lejanas) y comienza con una estética similar a la última fase de Platteland, pues siguió retratando a blancos en riesgo de exclusión de la sociedad sudafricana, ya que, en las series de su obra, no hay realmente compartimientos estancos sino una suave evolución, pero con las características de lo ballenesco mucho más definidas. En 1997 el propio autor observa un cambio al ver que sus fotografías ya no son retratos de las personas sino que a los sujetos los emplea como actores para escenificar lo universal de la existencia, por lo que continúa eliminando las referencias a lugares concretos. Ballen denomina a esta fase el período del cable, pues los cables son protagonistas de muchas de sus obras, como líneas o dibujos, asistiendo o supliendo las manchas de la pared. Y nos dice que, en esa serie, habla sobre el absurdo de la vida, ya que no hay un propósito último para nuestra existencia.
Mientras trabajaba en Outland, ya comienza a trabajar en la serie, The Shadow chamber, y entró en contacto con la familia Beanhead que condicionaría sus trabajos desde entonces, pues, al entrar en su casa, vio paredes llenas de dibujos que supusieron el comienzo de la inclusión de dibujos en sus fotografías, lo que le llevaría, con el tiempo, a una imprevisible, compleja y variada evolución artística.
‒ Su tercer período, comienza con la serie The Shadow Chamber (La cámara de las sombras). En la que hubo dos partes; en la primera, hasta 2003, le denomina de retrato «transicional», y, en él, mezcla imagen y dibujo, pero dejaría de presentar regularmente las caras de las personas, en su lugar, presenta partes del cuerpo. En estas obras, encontramos seres humanos, animales, objetos, dibujos, mezclando la fotografía con la pintura, la escultura y el teatro, presentando situaciones, personas y estancias extrañas e inquietantes. Esa desaparición de la figura humana le lleva a la segunda parte de la serie, en la que aparecen las características propias de las dos series siguientes que serán las de este período, la desaparición de las personas y la preeminencia del dibujo.
El período continúa con la serie Boarding house (Casa de huéspedes), realizada en las instalaciones abandonadas de una antigua explotación de oro, y le sigue la serie Asylum of the Birds (El manicomio de los pájaros), con una estética similar en espacios abandonados y descuidados, llenos de objetos inservibles y angustiosos dibujos, pero en la que predominan los pájaros. El contraste entre la apariencia de las aves y la del lugar es una metáfora de la diferencia entre la naturaleza y la civilización. La evolución de su trabajo en este período es la evolución de exterior al interior, de la apariencia del mundo a la mente de los individuos, un trabajo que acabaría por ser un estudio de psicología.
‒ En un cuarto período, presenta The Theatre of Apparitions (El teatro de las apariciones), un trabajo de video realizado con dibujos animados, que parece ser un estudio de los pensamientos inconscientes del propio Ballen que aparece como el durmiente que sueña los hechos que se narran en las distintas historias que contiene el vídeo.
‒ Junto a la fotografía, ha realizado algunos vídeos, pero se vuelve costumbre hacerlos desde la colaboración con el grupo musical Die Antwoord. En ellos, trata los mismo temas que en sus series fotográficas, incluso tienen los mismos títulos, pero la violencia y la agresividad son más evidentes que en las fotografías fijas. Y, recurre, además a la realización de instalaciones, en las que el espectador contempla y percibe el espacio, además, del color, que empieza a utilizar en sus obras fotográficas.
II. Crítica: Introducción
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Cuenta una leyenda irlandesa [2] que, en una aldea, capturaron al diablo y le sometieron a un juicio por sus crímenes. Sin entrar a describir las argucias con las que su abogado consiguió que confesara sus delitos ni la consideración del juez ‒que le dejó en libertad para no acusar a la humanidad de ser cómplice‒, debemos dar un paso más, o dos, en el análisis del final de la historia ‒según la cual, los aldeanos mataron al abogado‒, para no decir lo obvio ‒que aquella gente no entendió lo que había hecho el letrado‒, y ofrecer alguna conclusión de la narración con valor universal: que nadie entiende nunca nada; que la gente actúa por emociones y se cree cargada de razones; y lo que puede resultar más molesto y menos aceptable, que se ha puesto en evidencia la maldad de la buena gente.
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Se podrá pensar que la peor manera de comenzar a realizar un análisis de la obra de un artista sea la de hacer una dura crítica del mundo en el que se vive. Pues bien, hagamos otra, ya que, sin defender la verdad y luchar contra el error ‒por no decir la falsedad o su peor enemigo, la simpleza‒, de nada sirve realizar afirmaciones que quedarían cuestionadas inmediatamente por los buenos ciudadanos que aceptan las imposiciones sociales como verdades sin plantearse cómo tales supuestas verdades se oponen a las evidencias y la realidad.
No existe, en la conducta humana, una relación única entre causas y efectos y, por ello, no puede concluirse que toda expresión de un hombre sea proyección del subconsciente. La ciencia y el derecho han anulado al individuo, pues, gracias a ellos, todo el mundo se siente capacitado para valorar y juzgar los actos ajenos ‒tanto moral como psicológicamente‒, y para condenar al prójimo. Pero es el sujeto el único que conoce, ya sea con un título oficial o sin él.
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La obra de Roger Ballen ha sido mal comprendida por aquellos ‒pocos, muy pocos‒ a los que, por decirlo delicadamente, les asusta. Seguramente, estos consideran bella una pintura de una bella mujer desnuda, sin plantearse si la pintura es ella misma bella. En tal caso, entenderían que pueda existir belleza en una obra que represente algo feo o macabro y entenderían lo que es el arte.
El acercamiento a la obra de este autor debe hacerse a partir del conocimiento de su origen, esto es, de las mismas obras y, en este caso, de las pautas que nos proporciona el propio artista sobre los motivos de su creación, sin las cuales, fácilmente se podría caer en la interpretación personal en lugar de realizar un análisis objetivo.
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Ballen estudió geología en la escuela de minas de Golden y ejerció durante algunos años esa profesión. También estudió psicología, una actividad que nunca ejerció, afortunadamente, tanto para él, porque no se convirtió en augur, como para la sociedad, que se benefició de su arte. Por su relación con las cámaras y los fotógrafos desde su infancia, adquirió de forma intuitiva, como los niños los idiomas nativos, un conocimiento de las técnicas artísticas y de la composición de la imagen que podía manejar de forma instintiva, como lo demuestran sus primeros trabajos.
También asistió a cursos de cine, pintura y teatro que le resultarían de utilidad en el desarrollo de su arte.
Por otra parte, los conocimientos que le proporcionaron los títulos oficiales le ayudarían a profundizar en el conocimiento del alma humana ‒si es que tal cosa es realmente posible‒, un asunto para el que ya tenía una gran disposición, sin la cual, ninguna ciencia sería de utilidad.
Ballen ha manifestado su desconfianza hacia los valores sociales y culturales del mundo occidental, una actitud que no creo que haya habido nunca un ser humano que no haya mantenido en algún momento de su vida. Ahora bien, si Ballen, a diferencia de los demás mortales, ha podido mantener sus ideas a la vez que su respeto social, ha sido debido a su afortunada posición social, una posición que aprovechó para ilustrase mediante diversos estudios que le sirvieron para alcanzar un respeto profesional dentro ese mundo social.
Early woks – Dead Cat, 1970
III. Crítica: Períodos de su obra fotográfica
1
Las primeras obras de este autor son trabajos calificados como de fotografía documental. Ballen estuvo realizando fotografías en Nueva York y en sus viajes, uno a Méjico y otro, que duró cinco años, por diversos continentes.
Su primer trabajo publicado fue boyhood, 1979, con una selección de imágenes de ese tiempo en las que aparecían niños. Él mismo considera que esa obra fue una búsqueda de su juventud perdida, pero es más probable que simplemente tratara sobre lo que él mejor conocía, de los jóvenes. Con esas imágenes, consiguió publicar un libro que tuvo buena acogida.
En ese libro ya se observa la presencia de ciertos elementos característicos de su obra posterior, el trabajo en series, la publicación de sus series en libros, el uso del blanco y negro y, para sus primeros trabajos, la captación de imágenes en espacios abiertos, pero, especialmente, por un inaudito interés por reflejar la sociedad no oficial y mostrar el mundo marginal.
Lo relevante desde estos primero trabajos es, como decimos, la falta de referencias a la sociedad en la que vive, pues falta reflejar, en esa labor documental, cómo es el mundo oficial que ha creado la cultura de nuestro tiempo.
Las imágenes de ese primer período de su obra recogen, además de la vida de los niños, situaciones dramáticas y otras de la vida normal de la gente normal, pero se trata de situaciones anecdóticas, curiosas o especiales, por lo tanto, la documentación que realiza no es la de la vida corriente. Podríamos decir que esas obras recogen lo excepcional del mundo oficial y lo que todavía no ha alcanzado el rango de oficial en la sociedad.
La distancia con el mundo en el que vive se manifiesta por la falta referencias a su existencia; en su obra, no existe una crítica directa, por lo que no tuvo que soportar las críticas sociales. En busca de la naturaleza del alma humana, Ballen intuye que las rígidas condiciones sociales anulan la libertad del individuo, por lo que la verdad que persigue solo podría encontrarla en los seres no sujetos a los convencionalismos sociales, y estos se encontrarán en el mundo no oficial, en el mundo marginal.
2
La primera serie de su segundo período artístico seria sería Dorps: The Small Towns of South Africa, 85, seleccionando imágenes de una Sudáfrica tradicional con la que el progreso está acabando y pretende documentar para que no se olvide.
Aquí recurre al uso del formato cuadrado, y se hace patente su interés por el mundo marginal. Los Dorps eran pueblos que estaban degradándose, y Ballen los fotografía, al menos, para conocimiento de la posteridad. La serie recoge imágenes de las viviendas, realizadas con un estilo poco monumental, como dice el autor, si bien, con la estética occidental de nuestras calles, resultaría ser todo lo contrario, y recoge, también, imágenes de la gente sencilla.
El formato horizontal tiene intenciones narrativas, que no interesan a Ballen, y el formato vertical tiene un significado trascendente que nos lleva a las ideas pero no a las razones. El formato cuadrado posee un sentido técnico, racional. Ballen no se ocupa del fenómeno, es decir, de los acontecimientos, ni del carácter particular de cada personaje que retrata, sino que intenta mostrar, a través de lo individual, lo universal. Por la misma razón, evita el color, pues el color corresponde al fenómeno, que le interesa solo a efectos de conocer sus causas, y recurre a la fotografía frontal, es decir, evita toda interpretación personal.
En esta misma etapa, empieza a entrar en las casas de las personas que fotografía. El significado de esta táctica es el de entrar en el interior del sujeto que retrata, mientras que, en su período anterior, se mantenía distante de las personas al hacer un trabajo solamente documental de la vida y costumbres de los ciudadanos. La entrada en las habitaciones de las casas y, más concretamente, en sus dormitorios (en los que se duerme y se sueña) es, metafóricamente, la entrada en la psique humana para realizar ese estudio del hombre que, como hemos dicho, solo podía realizarle en un mundo no completamente estructurado en el que el individuo tuviera, como en los dramas griegos, alguna autonomía personal para llevar a cabo sus acciones conforme a sus ideas y motivos. Pero, enseguida, recurrirá, para mostrar lo extraño y marginal, a los seres extraños y marginados que, por necesidad o desinhibición, actuarán con mayor libertad y le permitirán plantear la diferencia entre la locura y la normalidad, cosa que distingue mejor de lo que deja entrever, cuestión que seguirá desarrollando en la siguiente serie, Platteland, y en las posteriores.
La pared, como fondo de la composición, sin ventanas y con elementos extraños que caracterizan esta serie, sería el muro que impediría caer en la tentación de analizar el fenómeno, el mundo físico, que no se ve porque no hay aberturas para mirarle. Los elementos de la pared serían una muestra de la huella de la mente del sujeto fotografiado.
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La serie Platteland, 1994, le causó algunos problemas personales al poner en evidencia la realidad de la existencia del hombre blanco en Sudáfrica. El hecho de sufrir los ataques de la comunidad desvela la verdad del mundo social, ese del que Ballen dice que huye y en el que debes optar por elegir entre mantenerte fiel a tus principios, enfrentándote a lo establecido, o respetar las decisiones de los poderosos, negándote a ti mismo. Ballen, ahora, se enfrenta a la sociedad y sufre las consecuencias, pero se salvó de tener que elegir entre su independencia y su estatus social, y no es consciente de ello. Ballen seguía manteniendo un estatus en el mundo social gracias a su prestigio y sus relaciones profesionales, por ello, pudo parar los ataques de los clanes contrarios y seguir, con su trabajo, en el mundo social y, con sus ideas, en el mundo artístico.
Por estas razones, Ballen puede hablar de la conciencia de uno mismo sin sufrir los ataques que sufren otros por defender la misma idea. La sociedad no defiende ideas, no está capacitada para ello ni posee la honestidad para hacerlo, lo que se defiende, en cada uno de los clanes en los que está dividida la sociedad, es a sus miembros, y lo hace defendiendo lo que digan, sea lo que sea, porque, en la sociedad, la verdad carece de valor, lo que tiene valor es la fuerza del clan que le da poder para imponer su criterio y voluntad en ese mundo.
Si, en el mundo social, perfectamente estructurado a través de las diversas instituciones con poder para imponer sus criterios en los diversos ámbitos de sus respectivas competencias y de una mentalidad gregaria por encima de esas instituciones que impone con mayor rigor, si cabe, las normas de conducta de sus miembros, no es posible advertir la naturaleza humana a través de las conductas de sus integrantes, por estar condicionadas por los poderes establecidos, hemos de decir que la conducta de los marginados queda igualmente condicionada por las circunstancias y, en el caso de un estudio, el comportamiento humano se asemeja al cuántico, en el que la presencia del propio observador interfiere en el resultado.
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De la serie Outland, de 2000, dice el artista que buscaba un lugar en el que la condición humana se revela en su verdadero sentido, es decir, quería hurgar más en la mente del hombre. Pero dice que las personas que fotografía parecían inertes por ser incapaces de cambiar su destino de una manera material.
En el fondo, la existencia del mundo marginal, que interesa a Ballen, es consecuencia de aquella perfecta organización del mundo oficial; mundos que están íntimamente relacionados pues son las dos caras de una moneda. De la misma forma que los países más avanzados envían sus deshechos a los países más atrasados y no les permiten mayor desarrollo, el mundo social envía a las personas que no puede integrar en su seno a los mundos marginales, mundos que el proceso de modernización de unas zonas genera en otras. Es el mundo civilizado el que rige los destinos de los habitantes del resto del mundo, salvo el de los pueblos indígenas cuando no se los aniquila.
Siendo los conceptos de bueno y malo conceptos estamentales, según nos enseñó Nietzsche, la sociedad avanzada considera que sus miembros son poderosos, es decir, según la evolución del lenguaje, buenos, y que los habitantes del mundo marginal son plebeyos, es decir, malos. De esa forma, la sociedad civilizada piensa que tiene un derecho a dominar y sancionar a los malos por un mal entendido complejo de superioridad moral: Sólo de este “Pathos” de la distancia extrajeron el derecho a crear valores, a acuñar nombres para los valores.
La diferencia que establece la sociedad dominante entre los hombres es fruto de la distancia que se establece entre los grupos, es decir, del desprecio al extraño y del sentimiento de superioridad moral propio. La necesidad de despreciar a los demás es fruto de la miseria y mezquindad de las personas pequeñas que solo despreciando a otro pueden sentirse superiores.
La obligación de respetar la autoridad y de confiar en los demás, que son imposiciones modernas, se parecen demasiado a la exigencia que hacían los pueblos indoeuropeos a sus miembros de respetar los acuerdos, lo que supone olvidarse de la consciencia de uno mismo ‒ya que se trata de conceptos antagónicos que no pueden coexistir‒, por lo que podemos afirmar que cuatro mil años de supuesta evolución no han hecho que mejoren las relaciones humanas y, siempre, el poderoso someterá al débil y llamará, a sus imposiciones, verdades.
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En la serie Outland, de 2000, al artista le interesa analizar la idea del caos y la del orden. El cable, como grafía en la fotografía, es línea y la línea es el elemento de la figura, por lo tanto, origen o símbolo del orden, cuando tiene una forma, y, con ese sentido, lo presenta unas veces. En la forma enmarañada en que aparecen en otras imágenes, por el contrario, hace referencia al caos en el terreno en el que lo estudia, en el mental.
La locura y la cordura son conceptos culturales, de la misma forma que bueno y malo son conceptos estamentales. Para hacer comprensible que los valores son interpretaciones interesadas que establecen los grupos de poder, recordemos, por ejemplo, que, en occidente, se castiga al violador y que, en oriente, se asesina a la mujer violada. En general, quien determina que el otro es malo es el verdadero malo, y el otro es su víctima. Eso se comprueba sin lugar a dudas en el acoso, en el que el acosador se cree con derecho a hacer lo que hace.
Los poderosos mezquinos gustan de descalificar a sus oponentes con argumentos lógicos o psicológicos ‒que, de hecho, no tienen responsabilidades penales‒, por lo que entendemos que Sócrates y Freud son los mayores culpables de facilitar la tan extendida crítica social pues, gracias a ellos, todo el mundo tiene a su alcance algún oportuno argumento lógico o psicológico en contra de su vecino y, viendo el poder que la descalificación otorga al autor, todo mezquino ve la forma de obtener poder y fama de esa manera, y solo faltaría que, además, su miseria le reportase fortuna.
Diferenciar el caos del orden, o la locura de la salud mental, lleva a nuestro artista a presentar la cuestión del absurdo. Pero hay que tener cuidado al emplear este término. Ballen asistió a clases de teatro y tuvo conocimiento del teatro del absurdo. Este absurdo artístico es un juego con la razón, juego en el que no se respetan las leyes de la lógica, pero en el que el espectador es consciente de esta alteración. En cambio, el absurdo filosófico de la existencia habla de lo imprevisto de los acontecimientos del mundo, habla del azar y de lo imprevisible de la conducta humana, que, en un momento, pueden desbaratar nuestros planes y conducirnos, de la forma más inesperada, a la muerte, impidiéndonos poder cumplir con nuestros propósitos. El absurdo existencial no es la falta de sentido de nuestra vida, esa es una interpretación actual, ya que los antiguos no se planteaban la razón del mundo, sino la razón de las cosas del mundo, pues ellos daban por justificada la existencia como capricho de los dioses.
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El tercer período de su obra es su período de madurez y comienza con la serie Shadow chamber, de 2004, en el que las caras y las personas empiezan a perder importancia con relación a los dibujos, las marcas en las paredes, los animales, objetos de todo tipo, esculturas y cables, que se convierten en los protagonistas de las imágenes. Este cambio se debe a la evolución de su tendencia a estudiar el interior del ser humano y no el exterior.
Las personas marginadas retratadas en el interior de sus hogares, sin relación con el mundo físico, siguen siendo personas, es decir, poseen una individualidad en la que se puede advertir todavía un rasgo de la manifestación material, de lo particular. Al recurrir a la imagen creada mediante dibujos simples, desaparece la individualidad, aunque se puede mostrar la particularidad, por ejemplo, en una caricatura del ser humano, para mostrar un rasgo concreto; o la universalidad, sin ofender al personaje que quedaría reducido a la insignificancia, al carecer de rasgos personales, cosa que no ocurre con un dibujo cuya misión, en este caso, consiste en reflejar lo común del hombre y no el carácter particular de un individuo.
En consecuencia, como dice al autor, el fondo pasó a ser el tema. El fondo ya había sido el obstáculo para que los personajes retratados pudieran entrar en el mundo físico, entendiendo a las personas retratadas como personajes con caracteres individuales y, el fondo, como lo genérico de la especie, en el que han podido mostrase los rasgos personales.
El fondo es, entonces, lo trascendental. Ballen pasa de buscar razones de la conducta a buscar la esencia del ser humano que da lugar a las manifestaciones para las que, hasta ahora, buscaba explicación.
Una consecuencia de este cambio de objetivo es el cambio en los formatos, el recurso a distintas técnicas artísticas y el uso del color. El alma humana es demasiado compleja como para analizarla solamente de forma racional y cada arte supone una forma de acercamiento a la verdad y el uso de varias sirve para mostrarnos los distintos aspectos de la verdad que cada arte ofrece a la intuición, no a la razón.
7
En el cuarto período, encontramos El teatro de las apariciones, de 2016, un vídeo de animación con apariciones del artista. En él, desaparece toda figura humana, salvo la de Ballen, que sueña. El video es solo dibujo. En el período anterior, vemos, en el tratamiento de la imagen, que esta tiende a reducirse a grises, haciendo que el fondo y la figura se fundan. En este corto, ya no se confunde el fondo y la figura sino que se diferencian porque la representación que se hace no es la de un hombre concreto, cuyas cualidades particulares no interesa conocer, sino la de los arquetipos eternos con connotaciones precisas. Lo que dice El teatro de las apariciones es que Ballen conoce la verdad de forma intuitiva, de la misma forma que los surrealistas llegaban a ella, a través del sueño.