Diez años cumple el segundo filme dirigido y producido por los hermanos Pablo y Juan de Dios Larraín, co-creadores de éxitos cinematográficos como “Una Mujer Fantástica” y “No”. Tras las duras críticas a su primer filme, desde “Tony Manero” en adelante han demostrado signos de madurez y se convirtieron en la puerta de entrada a nuevos premios y nominaciones para la productora Fábula.
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Luego de una década de su lanzamiento, “Tony Manero” causó que la industria cinematográfica internacional pusiera nuevamente los ojos en Chile y en sus creadores, siendo ganadora como “Mejor Película” en los festivales de Turín, La Habana y Róterdam, además de ser preseleccionada en la lista de nominados a “Mejor Película Extranjera” para los Premios Óscar (89° edición).
Una mirada a Tony Manero
Hacer realidad los sueños siempre tiene un costo. Se deben dejar actividades de lado, priorizar gastos o relaciones personales para alcanzar lo deseado. Raúl Peralta, el protagonista de la historia, lo sabe bien y no le importan las consecuencias. Él vive del espectáculo y de sus pasos de baile, de los aplausos y de las luces, el resto estorba.
“Obsesionado por los detalles y por alargar su juventud, el protagonista falla continuamente e intenta resolver sus faltas con más crímenes, siendo parte de un círculo vicioso con un final desalentador”
El personaje interpretado por Alfredo Castro busca ser el Tony Manero chileno, aquel joven protagonista de “Fiebre de sábado por la noche” que baila disco sin cesar. Sin embargo, el camino no es fácil: estando en plena dictadura militar, Raúl comete diferentes crímenes con el fin de financiar su imagen y entorno como el bailarín imaginario.
La ficción y la realidad se entremezclan constantemente en la mente de Peralta. Al subirse al escenario, se transforma y olvida su verdadera identidad: la de un hombre adulto de clase media que apenas puede vivir solo y que escapa constantemente de su duro entorno al ritmo de los Bee Gees. Pero también se confunden en la televisión y en la pantalla grande, medios centrales de esta historia que disfrazan de concursos y premios el miedo y violencia existente en las calles del país, además de ofrecer como gran entretención este universo yankee liderado por John Travolta.
El filme destaca lo oscuro de la época y la miserable vida de este sujeto, quien a veces raya en la locura para obtener un televisor a color o el rollo original de su película favorita. Obsesionado por los detalles y por alargar su juventud, el protagonista falla continuamente e intenta resolver sus faltas con más crímenes, siendo parte de un círculo vicioso con un final desalentador. El mismo Alfredo Castro afirmó en una entrevista a La Tercera ese año que Raúl Peralta representa “el fracaso absoluto”.

“Tony Manero” desafía los prejuicios y el orden de roles preestablecido. Ni de izquierda ni de derecha, Raúl se mueve según sus propios fines, reflejo de esa parte de la sociedad chilena que no buscaba quedar mal con nadie en tiempos difíciles y continuar haciendo sus cosas de forma tranquila, sin tomar partido por nadie. También pone en jaque la pasión por la cultura, por el baile en este caso, sentimiento fuertemente castigado por el régimen y que debía llevarse en secreto.