“Este es un pobre país, aunque seguramente tiene mucho futuro y goza de una prosperidad que se refleja en sus malls y en sus palmeras sintéticas, es un país al que se le está apagando el alma”
– Pedro Lemebel.
Como si el lector fuera un adivino el libro “No tengo amigos, tengo amores” se presenta en blanco y solo con frases sueltas, frases que poco a poco van envolviendo a quien revisa esas páginas atentamente, a quién lee cada letra imaginando a Pedro Lemebel gesticulando cada una de las citas que fueron tomadas de diversas entrevistas y organizadas de manera tal que generan un discurso coherente, divido en temáticas de interés que atravesaron la vida del escritor.
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Desde historias de su madre y su padre, su origen en el Zanjón de la Aguada, su origen en la escritura y aquella anécdota en la que Pedro Mardones (padre) fue fotografiado por un “cuento homosexualísimo”, según el mismo autor relata. Hasta los últimos días del artista en que su voz –intentada de acallar por el cáncer– era más fuerte y escuchada que nunca. Pasando por temas, personajes y complejidades de la vida, el libro presenta una interesante propuesta, no solo por el complejo trabajo de leer, releer y clasificar cada cita, sino también porque refleja ciertos postulados, pensamientos, reflexiones y posturas de Lemebel.
Es como sí el mismo escritor estuviera sonando en radio Tierra o en alguna entrevista, y contara al lector su opinión sobre sus libros, sobre personajes tales como Ricardo Lagos, Gladys Marín, Roberto Bolaño y Gabriel García Márquez. Sobre cómo ve al mundo homosexual, sus repudios y elogios; cómo la filosofía contemporánea era parte de sus constructos escriturales que fueron pensados, creados y armados como piezas de rompecabezas que manifiestan ideas duras, concretas y potentes. Muestra su irreverencia y falta de tolerancia, su pobreza económica, sus relaciones de amor, e –inevitablemente–, muestra la realidad de hipócrita de la sociedad chilena.
Sin lugar a dudas, un libro para leer y disfrutar. Con tan solo 91 páginas, permite descubrir pasajes interesantes del autor de “Tengo Miedo Torero”, para cerrar con un epílogo de Macarena García Moggia, en el que propone suavemente tesis importantes que se barajan en la academia sobre Lemebel, como la vinculación entre su literatura y su obra visual, o la importancia de la oralidad en su obra literaria.
Escribir, siempre es desnudarse frente al lector que te atraviesa hasta el alma con su vista. Leer, lo que el escritor dijo sin el filtro editorial de él mismo, devela aún más –en este caso– al cronista chileno, que en palabras de Bolaño “era el mejor poeta de Chile”.