En el Centenario del nacimiento de Nelson Mandela, el Campeón Argentino de Skateboard, surfista, Arquitecto y artista internacional, instaló un sonriente retrato en la Sede de Gobierno de Buenos Aires que diseñara Norman Foster.
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Rodeada de naturaleza, agua y balcones que acercan el verano y la playa aún en pleno invierno, la casa taller de Javier de Aubeyzon cuenta de pasiones eclécticas entre el deporte, los viajes, la arquitectura, las artes, de su fascinación por los aviones y por el Titanic, ya en una impecable maqueta iluminada o enormes dibujos infantiles en lápiz o tinta. Cerca de la puerta, una patineta a mano precede al atril ancestral que pertenecía a su padre merchant, el mismo que otrora exhibiera Sorollas y Zuluagas que son patrimonio museístico, sostiene apocalíptica una galaxia de azules indescriptibles y un cosmos reflectante con latas de gaseosa satelitales.
¿Cómo conectas con la creatividad?
Me conectan los momentos de la vida. Desde chico me la pasaba dibujando, recibí más de un tirón de orejas en la escuela por eso. Con mi padre debo haber visto el film sobre el Titanic una veintena de veces, me apasionaba dibujarlo al detalle, hasta con frases de crónica.
¿Que caracterizan tu obra y tus series?
La imagen hiperrealista, futurista y a veces apocalíptica, la ausencia de trazo hacia la expresión intencionada de una idea que se traslada a esa imagen, la observación del mundo y sus contrastes, el impacto ambiental, los aportes sin tiempo ni espacio de hombres y mujeres tal abordo en mi última serie, Leyendas. En Catedrales industriales, la imagen es perfecta en sí misma, muestra lo que es, como las tuberías del Museo Pompidour de París, se alza sublime como una iglesia enarbolando el progreso, y se enturbia en cielos contaminados y aguas negras con basura flotante. Me interesa también expresar la energía producida por el hombre y por la naturaleza, por eso la serie Usinas oceánicas capta el agua como elemento, sin paisaje ni playa, algo que como surfista y arquitecto, me cerró. Paisajes urbanos enaltece la obra del hombre y observa críticamente sus efectos, exponiendo el doble mensaje que le toca vivir y afrontar al mundo actual.
¿Qué papel pueden tener las artes como mediadoras de esta dicotomía?
El arte siempre fue un mediador poderoso, por eso me interesa el hilo conductor entre paisajes urbanos y naturales, la sorpresa que puede producir en el espectador encontrarse con estos opuestos hechos por un mismo artista y que, lo que vincule a ambos, sea el medio ambiente.
Premiado Skater, luego surfista, viajaste mucho, hasta Alaska ¿Qué implicancias tuvieron esas experiencias?
Allí aprendí a querer la naturaleza. El surf es una comunión entre el deportista y la naturaleza, usas energía natural, ondas que hacen que el agua se mueva. A Alaska me llevan para probar unas tablas de surf y así comenzó la expresión artística de ese momento de vida. Estaba terminando arquitectura y decidí iniciar la serie “Naturaleza” desde las improntas que me habían dejado esos seis meses atravesando el Desierto de Atacama, Nasca en Perú, las estrellas, las ruinas, la soledad, el dormir en carpas y en iglesias de salvación, nunca en hoteles.
¿Qué lente le presta el surf a la arquitectura?
Su mirada me ayudó a sanar un tema de amor odio con la ciudad. Venia de surfear en barco, veía el smog y odiaba la ciudad, pero mis estudios me enseñaron a redescubrirla desde su tejido urbano emblemático, como la Biblioteca Nacional y otros edificios. De aquí emerge esta dualidad de contrastes que son parte de la vida y en la que se basan mis series.
¿Qué legado te transmitió tu padre?
Convivir con obras de Zuluaga y Sorolla que hoy pertenecen a Museos, y una picardía, cuasi visionaria para conmigo y mis hermanos, ya que hay mucho arte en nosotros, nos hacía jugar al juego de los siete errores poniendo un cuadro original, al que debíamos encontrarle diferencias frente una imagen del cuadro en un libro.
¿Qué aportó la carrera de Arquitectura a tu pasión por dibujar, además de la formación académica?
Que el dibujo debe tener intención e idea rectora, como en un proyecto, te podes desviar, ir y volver, pero a partir de esa idea, allí Jorge Lestard me ayudó mucho a trabajar esas ideas y conceptos. En el taller de pintura, Ricardo Garabito solía decir, dejá esto que puede servir, y en una pintura es factible, pero en un proyecto arquitectónico, aunque haya conceptos aplicables en la génesis de ambos proyectos, no.
¿Cuál era tu intención didáctica como Docente de Representación Arquitectónica y Diseño Urbano?
Me gustaba enseñarles a que se comprometan con lo que estaban haciendo desde la pasión y el compromiso, no solo por zafar y aprobar.
La calidad de tus dibujos y aerografías precursoras del render te abrió las puertas a prestigiosos estudios ¿Por qué inclinas tu profesión al arte?
Mi primera muestra fue espontánea, en la sala del Estudio Baudizzone, Lestard, varas de la calle Arroyo en la Ciudad Buenos Aires, donde hoy está el Hotel Sofitel. A diario veía mis trabajos, los que presentábamos a concursos y licitaciones, colgados juntos en la sala, creo que allí me picó el bichito. Más tarde los tableros desaparecieron, llegaron los renders, el trabajo con autocad, que aprendí, y con ello, el fin de mi ego como artista. Seguí como proyectista y en la crisis del 2001 el trabajo disminuyó a tal punto que dejé de representar al estudio. En semejante panorama, comencé a dibujar de nuevo y realice mi primer muestra “Paisajes urbanos”, en el British Arts Centre donde ya se habían expuesto mis trabajos en la muestra “Reinventando el paisaje urbano” del mismo estudio. Más tarde expuse en el MNBA.
¿Cómo surge Leyendas?
Mi historia, la música compañera de ruta, me llevan a retratar a Bob Marley en varias versiones. Él me hizo interesar en África, un continente tan castigado. Así fue plasmar como en esculturas del alma a cada personaje por cómo ha influido por sus acciones. Capté gestos que representen su carácter y una idea para cada mirada. En Marlon Brando parto de una idea de locura por el Film Apocalipsis Now, en Madre Teresa, su enorme bondad equipara a su temple y fuerza.
¿Cómo llegas a exponer en NY, Miami, Austria y Londres?
Galería Praxis, expuso mi obra en Miami y NY . Tuve galería en Punta del Este, un austríaco vio mis trabajos y desde la amistad que surgió, los llevó a su país.
¿En proyectos, que ola tienes en la mira?
En Vicente López planean abrir un Museo sobre las Islas Malvinas. Un amigo surfista estuvo en la guerra y tengo una carta que me escribió desde Puerto Argentino que quisiera aportar al Museo. En Uruguay, un emprendedor austríaco que realiza establecimientos inmobiliarios y apoya a artistas locales, incluirá un lote de mis obras para sus posadas.
Usas el skate como medio de transporte limpio. ¿Qué necesidades observas aquí?
Hay una necesidad de leyes menos mezquina para unificar lo logrado en Ciudad con sus bicis sendas y bajadas, con los logros a nivel nacional. En USA toda la esquina carece de cordón y es más cómodo.
¿Cómo viven tus hijos tu compromiso ambiental?
Ven una generación pasada que se interesa. La educación actual enfatiza esto y hay otra conciencia que se ve afortunadamente hasta en las tareas escolares, porque el desafío es de la generación presente.
¿Sueños pendientes?
Cumplí uno impensado con la instalación de La Sonrisa de Mandela como único cuadro dentro de un Edificio de Norman Foster. Sueño ser un artista que proyecta arquitectura y un arquitecto que vive del arte.
La sonrisa de Mandela es una obra de arte público, ¿qué fantaseas irradie en los espectadores que se acerquen a Sede de Gobierno?
Mucha gente aquí está presa de odio y resentimiento. Me gustaría que sepan lo que hizo Mandela más allá de lo político, desde la cárcel desde donde derroca el apartheid se sentía libre, y al salir, para no ser un libre preso reafirmo no tener resentimiento ni sed de venganza. Me gustaría que inspire, hacia un consenso sin violencia, a que se pueda perdonar.