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Las trastiendas de las galerías en las ferias de arte siempre tienen escondido importantes secretos, propuestas y variedades. Fue así como conocí la obra de Víctor Hugo Bravo, artista chileno que trabaja con la Galería de Christoper Paschall, en Bogotá.

Era un tanque, nada menos que la escultura de un tanque de mediano formato, atiborrada de obras embaladas a su alrededor. Y quizás fue por los prejuicios generalizados sobre Colombia, o bien porque en Chile tenemos una relación compleja con la milicia, que ese tanque llamó mi atención de inmediato. Pero más allá de la visualidad, que es donde los ojos caen a primera vista, la obra resaltaba porque es completa, cerrada, compleja y tiene una propuesta que no necesita explicación. Es una obra que puede pertenecer tanto a los museos como a las galerías, a las bienales como a las ferias de arte, sin embargo estaba ahí, en la trastienda. Lo que vino a continuación fue un poco más sencillo y acá va el resultado completo de lo que se publicó en la edición 88 de la revista Arte Al Límite en una versión resumida. La entrevista hacia Víctor Hugo Bravo…

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¿Cómo ves las relaciones de poder que se generan actualmente en Chile y el mundo?

Pienso que más allá de las retoricas que instalan las ideas de poder, en el soporte económico y el deseo de imposición ideológico, en la actualidad los manejos del placer, del deseo, del miedo, alineados a discursos que se deslizan en el estrato cotidiano, al interior de pequeñas células asociativas, los barrios, las agrupaciones sociales, la “familia” la parroquia, el club, el colegio, etc., van determinando comportamientos y posiciones que aparentemente responden a una sociedad contemporaneizada, educada bajo un paraguas valórico, emocional e ideológico actualizado al tiempo y contexto de una mirada evolucionada. Pero que finalmente, la sombra del poder penetra aquí con una violencia deleznable. Torciendo cada concepto desde el núcleo formativo, especulando con los deseos, los sentidos y las necesidades de ser un individuo pertinente a un mundo en transformación, mediatizado en un universo de imágenes proliferantes, la trivialización de la extrema violencia, las estructuración de todos los sistemas procesuales a mecanos proyectivos, el control y dosificación de las pulsaciones, la manipulación del bienestar y el malestar, la consecución de una imagen como icono de tus ideas, las abolición de las ideologías, la multiplicidad ideológica, etc.

Finalmente son perforaciones al sistema micro que marcan el dominio de los comportamientos, de las opiniones, de las más íntimas decisiones. Un enclave fundamental de estas nervaduras de poder, son las redes sociales y la auto-restricción en las posturas donde tu avatar encara por ti y siente por ti.

Me parece un estigma de emplazamiento celular que se introduce en los mínimos recovecos de la sociedad y del cotidiano haciéndote creer que tú decides, piensas, enjuicias. Que el individuo tiene algún “poder” determinante por tanto no se lee un dominio foráneo, una injerencia del otro, se permite la apariencia de tus movimientos libres en una entrega al placer de creer que algo tienes. El poder no aparece, no se descifra, no existe porque el sistema global nos adjudicó a la vulgata planetaria todo el poder y creemos fehacientemente que es así por tanto se hacen multidireccionales, expansivas e igualitarias.

¿Existe coerción a través de esas relaciones?

Claramente son las más eficaces formas de represión e inhibición de las conductas personales y sociales. Una represión encubierta que precisamente, como mencionaba recién, se infiltra en la cotidianidad como una permisencia a tus actos y decisiones, muestra una aparente apertura, libertad de actos, de ideas y de acción, pero en su origen se gesta para activar acciones sociales y respuestas al sistema esquematizadas que no alcanzan mayor injerencia en el medio. La sistemática de un falso concepto.

El uso político del individuo, social  y, a su vez, sociocultural de la colectividad, que argumenta sus derechos en la medida que ve y encuentra un credo en la voz colectiva. Espacio completamente definido hasta en el principio de error y perdida, de fracaso y ganancia. Una coerción blanda disimulada en el empoderamiento, donde el papel de las imágenes, de la multiplicidad de lo que vemos y lo que se permite ver, actúa como reguladores fundamentales, bajo un periodo iconoclasta que funciona a modo de señalética vacua.

Microfibras del poder muy complejas de disuadir en la medida que avalan la mirada, remarcan lo subjetivo, realzan la voz colectiva, se extienden democráticamente, camuflándose en la sensación de contemporaneidad pero son traslucidas al pasar en medio de las manifestaciones.

¿De qué manera los conceptos, que empleas visualmente, se vinculan a las lógicas de poder?

El origen iconográfico de mis instalaciones remite a la construcción de un lenguaje amorfo, paralelo, divergente a la proliferación visual actual, en una estética del desecho y el error, lo inaceptable, lo aborrecible, elementos visuales que surcan lo abyecto, acompañados de diferentes materialidades y medios, pintura, texturas, color, formas, pastas, formatos, desechos, etc., estos organizan un abecedario personal que engloba los trabajos, aliados a la incorporación de textos de diferentes procedencias que son transgredidos en su sentido, resemantizados desde el absurdo a la mutilación de ideologías, de la historia, de verdades supuestas. Y de los mismos procesos artísticos esquematizado en sus mismas retóricas.

Este constructo global esta tamizado de una tremenda vacuidad icónica que alude a las “formas del poder” en su vacío absoluto, estructuras enaltecidas, los grandes formatos, sistemas compositivos simétricos, blasonería, escudería, camuflajes bélicos y estéticos, como argucias de un andamiaje ficticio, la musculatura visual de un corpus en terribilidad que acontece en ese total visible, en esa puesta en escena teatral donde el espectador es inmerso en la fastuosidad de los protocolos descifrados del poder. Construyendo una lectura multidireccional que está constantemente sondeando, rozando los perfiles de la forma del poder pero bajo un orden esteticista que busca generar una bifurcación emocional y principalmente en el sentido del trabajo, dejando un campo abierto que no permite certezas sino más bien un enjambre dudativo en cuanto a procedencias, ideologías y posturas.

Instalando, de esta forma, el ejercicio del poder en la forma, en la carne de la obra, dejando circular un subterfugio de ideas, formas y conceptos que ponen en cuestión constante las organizaciones piramidales rectoras. De esta manera la asociación formal y de contenidos genera una “sensación” en torno al poder, emplaza el acontecimiento de su violencia, emite reverberaciones de algo que aún es sensorial, la capacidad simbólica de la fuerza.

Argumentación mapeada a modo de libro abierto donde las sensaciones de lo político, lo militar y lo partidista, entran de soslayo al receptor, en una clara evidencia errática, lo que se está viendo no es realidad es solo un estigma del poder. Una marca. Una señal de la diferencia.

¿Hay un trabajo de arquetipos en tus obras?

Efectivamente creo en la insistencia (obsesión) y la costumbre (estructuración), cuando explico mis métodos de trabajos, procesos, y sistemas de producción siempre hablo de una plataforma de movimiento, la que planteo como una tabla de probabilidades. Pienso en dos líneas a entramar, por un lado los elementos visuales, caja de herramientas técnicas y formales que manejo -sin ser peyorativo-, “descriteriadamente” en la medida que no pongo restricción a los medios, sean estos de mi conocimiento técnico o no.

No le veo una preponderancia definitoria al momento de circular ideas y conceptos, al contrario son agentes esclavos de la idea. En esta amplitud de usos técnicos y procesuales están los objetos, sonido, videos, fotografía, impresiones, dibujos, pintura, performance, acciones, intervenciones, etc., y una gran cantidad de materialidades diversas, posibilidades que según la dirección que el trabajo se plantea se mueven y se cruzan en esta tabla de movimiento con una serie de conceptos ya determinados que van desde los pertinentes al lenguaje visual, la historia del arte y mi biografía a conceptos políticos, sociales y culturales contingentes y universales, generando una multiplicidad de procesos y resultados que responden a un esquema constante, un formato propio establecido, el cual es directamente proporcional a mi experiencia emocional y cognitiva con el entorno, el trabajo es a mi como una prótesis ergonométrica, como una piel deseada.

Existe ahí un vínculo sensual entre el hacer y el esquema de vida, la forma de desarrollarme como individuo social, no puedo desvincular ambos acontecimientos por el contrario constantemente busco el extravío en esa nebulosa y como ésta, se alimenta de mi experiencia donde los resultados se hacen una constante que son reflejo de la propia vida. Y de otras vidas.

Es un patrón experiencial que se fractaliza según la investigación que esté desarrollando, el momento de vida que este cursando, el acontecimiento global que está organizando el contexto social, definiendo un territorio propio.

¿En qué medida los objetos o juguetes, ayudan a formar tu cuerpo de obra?

Me remito a procesos muy personales y es interesante esta pregunta porque bajo las constantes de mi producción como normativa por más de 20 años, este punto me permite entrar en una línea autobiográfica donde el movimiento de la mencionada tabla de acción es perfiladamente emocional y críptico.

Toda mi producción se manifiesta desde el inicio en poder entender periodos de mi vida, experiencias que me construyeron como artista y persona, la gran mayoría de los trabajos es producto, surge, o enlaza en algún punto a un universos de recuerdos y sensaciones, imágenes, objetos, sonidos que están en un espacio poco nítido, develado en la medida que puedo acercarme a ese lugar.

La relación con las cosas y los objetos está muy vinculada a la práctica de taller, entendiendo éste como el lugar del juego, mi padre que también estudio artes en la Universidad de Chile, mantenía constantemente un espacio taller con cientos de materiales para que junto con mi hermano (también artista) jugáramos, hiciéramos cosas. Ese hacer cosas, el obrar, ingresa en mi experiencia como algo habitual un ejercicio asociado al juego y en cierta forma a un acto disciplinar, ahí enlazo a otras experiencias también emitidas desde “el padre”, en un campo ya conceptual en la medida que de forma osmótica va alimentando la reflexión con posturas críticas, posiciones a veces extremas, señales de rigor y también sensaciones profundas y fuertes que se transmitieron a la par de un hacer diario. La construcción de maquetas, de barcos de guerra, de armas de juego, la práctica de piano, la música docta, los boleros, las largas platicas en torno a Nietszche y el estado de las cosas, fueron armando una forma, una carcasa efectivamente sustentable a un medio acrítico, pero también incubaron la fragilidad de la verdad, me refiero detenerse en un momento y mirar, observar más allá de tu propio centro y con perspectiva, ese cumulo de experiencias, conocimiento, placeres y formas y plantearse como perteneces, donde heredas y donde destruyes todo para armar tu andamio existencial, la alegoría de una vida en formato antiguo, donde técnica y conocimiento son desprendidos y traspasados por la sangre, siempre bajo un rigor.

En momentos fue la construcción del caos, de un universo informe atiborrado de sensaciones, pero que con el tiempo fue adquiriendo sentido, una forma de resemantizar la vida, de trastocar los signos, entender otros, romperlos, re hacerlos para que esta carcasa sea un traje externo a modo de prótesis rediseñada de la utopía de otra vida, toda la información paso a constituir un otro diferente.

Cada objeto, cada pieza o juguete, cada forma que aparece en el trabajo alude directamente a un tiempo de juegos, a una serie de estamentos, de imágenes formativas, pero en la actualidad razonados en un catastro que vincula desde el hacer mecánico a la sensación que sostenía el momento original, serian como reminiscencias de un tiempo inconsciente aclaradas y organizadas ahora bajo los parámetros del lenguaje., cada pieza es parte del cuerpo de obra y también es parte de una historia privada, de ahí sus materialidades y significados, sus formas y los contenidos.

¿Cuál ha sido la recepción internacional de tu trabajo?

La propuesta ha tenido una importante recepción en el exterior, quizás construida fuera de los prejuicios de nuestra historia conocida, pienso que por las características del trabajo, elementos como la violencia, el sexo, el poder y la muerte dan cuenta de un acontecimiento universal que se hace transversal a toda sociedad y cultura, transitando además en una contingencia que prevalece en el tiempo.

Precisamente las incursiones de mayor interés han sido orientadas a Europa del Este, en específico Polonia, Berlín oriental y ahora Eslovaquia, donde encontré un nicho importante de relaciones con Chile en un espacio atemporal donde el desfase de desarrollo político y cultural reunió ambas sociedades, ahí el trabajo ha tenido fuerte repercusión esencialmente en el registro estético, la dureza y crudeza de las imágenes, la grandilocuencia de las formas y el barniz bélico que las reúne. De esto han surgido varios proyectos en espacios institucionales, centros de arte contemporáneo y espacios universitarios.

Me parece importante señalar que la internacionalización del trabajo, la búsqueda de visibilidad en vitrinas especificas responden a un proceso sistemático donde selecciono específicamente el campo y contexto de muestra, por decisión son espacios museísticos, ultimo resguardo que te permite soslayar la esfera mercantil, espacios de investigación artística y residencias, además de proyectos netamente alternativos en espacios de borde. La recepción del público es bastante más activa, dialogante y consecuente a una propuesta disruptiva, algo se genera, se trama, se contrapone, la obra produce reflexión.

En resumen la experiencia en el exterior ha tensionado más la obra y el contexto, bajo un registro de la memoria histórica diferente, articulado no desde el mercado sino más bien de la impresión que estigmatiza a esas culturas.

¿Son temáticas transversales a las naciones las que abordas? Lo pregunto porque conceptualmente pareciera ser así, sin embargo hay alusión directa a lo ocurrido en Chile…

Como mencionaba anteriormente son temáticas transversales, formas e imágenes contextuales que están en un vibrato constante de lo contingencial, la historia cambia en muchas cosas, en la devastación traza su constante.

Ahora bien esta línea visual que transita la obra claramente tiene sus cimentos en la historia personal y por ende la historia de Chile. Los sucesos en dictadura, el tránsito directo a un sistema represivo, duro, implacable estaba ligado directamente a una serie de acontecimientos que aparecen como residuos en el trabajo en la medida que son marcas poco claras, imprecisas, a veces indelebles de situaciones, imágenes, noticias, ruidos, sonidos, conversaciones, impresos, etc.

Con una presencia fantasmagórica de lo bélico militar, son fisuras en la memoria que aparecen de forma constante en mis trabajos, activando efectivamente ciertos dispositivos de orden irracional, me refiero a divagar en espacios perdidos que estaban asociados a sucesos y cuestiones propias de mi familia, marcas que fueron quedando en espacios fragmentados de los recuerdos, para posteriormente hacer cuerpo, forma y sentido, texto y contexto en otro tiempo, otro momento donde los cabos sueltos se amarraron en un corpus de trabajo.

Estos ingredientes biográficos y las experiencias acumuladas del ver y sentir una reiteración de elementos formales durante toda la vida fueron diseñando la plataforma actual, la tabla de probabilidades, permitiendo posicionar una sistemática de hacer y pensar la sociedad tamizada por el ejercicio artístico, precisando, es reciclar lo vivido a un nuevo orden pero no bajo el termino de arte, no es el arte lo que circula los trabajos, eso los instala en territorios específicos, es la experiencia reorganizada de un conocimiento y una idea del mundo que paulatinamente fue tomando forma y se acercó al concepto de “arte” esta amplitud creo , es la que universaliza una operación visual, una estética beligerante que es posible adecuar y normar a los sucesos globales, viajando constantemente del micro al macro, de lo público a lo privado, de la subjetividad a lo objetivo, de lo entendible a lo abyecto.

Visita la exposición de Víctor Hugo Bravo en:

Cabezas Rojas | Víctor Hugo Bravo | Galería Christopher Paschall s XXI, Bogotá | 30/05 – 01/06

Revisa el artículo sobre Víctor Hugo Bravo en la Revista AAL:

https://www.arteallimite.com/2018/01/19/revista-no-88/