Inquieto y agudo intelectualmente, es el artista visual Ismael Frigerio quien, poseedor de una mente conocedora y febril, hace notar sus opiniones, experiencias y aprendizajes, espontánea y directamente.
Este artista que en un principio se define como neo expresionista, gira su visión, estética y voz, hacia una experiencia artística más comprometida durante su estadía en Nueva York (1982), ciudad y contexto que lo hicieron cuestionar y reflexionar acerca del discurso en torno a su obra. A partir de entonces comenzó su trayectoria como pintor americanista. Creando con su trabajo una línea histórica que aspira a desentrañar el por qué, cuándo y cómo de pasajes históricos que siguen latentes en nuestra cosmovisión y cultura.
Desde mediados de la década de los noventa, su trabajo ha ido incorporando soportes tecnológicos o audiovisuales al momento de presentar su arte y propuesta, donde los símbolos patrios y elementos ancestrales son fundamentales, creando relatos intensos que se fundamentan en investigación, documentación y experiencias mismas en torno al hombre latinoamericano.
Actualmente, Frigerio está terminando de pintar el cuadro central que llevará a su exhibición en la Bienal de Venecia, donde se hará presente con una instalación multimedia que conjugará tres de sus más destacados proyectos visuales: Ceremony of Spirit (Corcoran Gallery, DC), Anatomía Monumental (Museo Nacional de Bellas Artes, Chile), y Ceremonia de la Memoria (Hunter College, NY). La muestra se acompañará y respaldará con vídeos y fotografías análogas que aludirán, esta vez, al período y tema de las salitreras. Al respecto comenta que es un trabajo de más de diez años, cuya temática se basa en el paisaje, memoria e historia, enfatizando que: Es una observación crítica, social y política, en cuanto al tiempo, espacio y a la existencia. El tiempo es la historia, el espacio; el territorio y la existencia; el ser.
Ismael Frigerio, en no menos de 100 palabras
¿Personalmente, qué dirías tú, de tu trabajo y estilo?
Vengo de la generación de los 80. Estudié con Samy Benmayor, con Omar Gatica, por nombrar algunos. Muchos de nuestra generación partieron a Nueva York el 79, yo partí en Enero del 82. En ese momento era expresionista abstracto y cuando llegué allá, me di cuenta que todos eran expresionistas abstractos también, entonces me dije: ¿Qué diablos estoy haciendo? Justo en ese momento se estaba poniendo de moda la memoria y la identidad en relación al lugar de donde vienes originalmente, entonces giré la cabeza y me dije: voy a comenzar a trabajar sobre América Latina. En ese momento me hice americanista. Trabajé primero con la historia de América a partir de su conquista y entré al mundo de las crónicas; entre medio me encontré con un libro de Michel Foucault, llamado: “La historia de la locura en el período neoclásico”, donde trata el tema de la nave de los locos, aludiendo con ello a la lepra y postulando a que cuando se termina la lepra, el hombre se inventa una enfermedad social; La locura. Entonces mi arte de alguna forma refleja cómo nuestro continente americano ha sido intervenido por la locura procedente del viejo mundo. Mi arte es simbólico, usa imágenes cristianas, conceptos y elementos paganos también. No sé como definir mi estilo. Diría que es un derivado de la pintura, porque todo lo que hago tiene un modo de ser en relación a la pintura y todo lo que hago es dramático, entonces como el barroco es dramático, diría que mi estilo es más bien barroco. De hecho es una marca que tenemos en Latinoamérica por las escuelas cuzqueñas y arequipeñas, es parte de nuestro arte.
Entonces mi arte de alguna forma refleja cómo nuestro continente americano ha sido intervenido por la locura procedente del viejo mundo.
Entonces llegaste a Nueva York el año 1982. ¿Cómo fue esa experiencia? Tengo entendido que trabajaste haciendo un poco de todo para poder financiar tu trabajo artístico. Cuéntanos más.
Sí, como vengo de una familia humilde, siempre tuve que trabajar, desde los 17 años. Estudiaba y trabajaba al mismo tiempo. Cuando me fui de Chile, me fui con una mano delante y otra atrás. No tenía financiamiento. Primero me puse a trabajar en un café, donde trabajaba el Samy y el Tacla también. Se llamaba El Borgia II, y era la época en que el Soho se estaba armando, donde estaban las galerías, los artistas. En ese mismo contexto llegó al café Basquiat, todas las mañanas me iba a comprar un capuccino y me decía: ¡Hola pintor! Como la gente allá habla, conversa y se comunica, conocí a un carpintero de apellido Schneider. Un día me ofreció trabajo y me puse a trabajar con él. Me enseñó a hacer pisos de madera, muebles, a teñir el roble. Luego de eso trabajé como obrero de la construcción, y a las 8:30 de la mañana estaba en la obra. Los más pesados eran los irlandeses, ellos tenían el monopolio del lugar y te dejaban caer un saco de cemento arriba si les caías mal. Salía a las 4:00 de la tarde de ahí, y luego me iba al taller a pintar. De pronto empezaron a llegar las invitaciones, porque en ese momento la pintura estaba de moda. Estaban llamando a pintores por todos lados, entonces recibí una invitación para exponer en una galería.
En mi primer año allá, ya había hecho mi primera exposición. Hoy en día no pasa ésto, eran otros tiempos. En Nueva York las ofertas están en todas las esquinas. Por eso lamento un poco estar de vuelta en Chile. Ya llevo 24 años viviendo acá, desde mi regreso.
¿Cuál dirías qué es la quinta esencia del arte?
La quinta esencia tiene que ver con la existencia y el ser básicamente. Eso para mí es la quinta esencia. Aquí hay un tema brutal y creo que el arte refleja los acontecimientos, pero por sobre todo las emociones y sensibilidades del ser humano.
Se dice que tu obra ha usado la serpiente como símbolo de fecundidad y pecado. ¿Cuál sería el pecado?
La serpiente es símbolo de fertilidad y procreación, y la usé en una instalación que hice en Nueva York, titulada In Nomine D.N. Jesuchristy, que es el mismo nombre que Colón usó para su bitácora de viaje antes de partir en su expedición. Entonces la usé como símbolo de encuentro entre dos culturas. Para los nativos este animal representó vida y para los católicos pecado. Ellos trajeron el concepto de maldad y pecado.
En una entrevista dijiste que cree que hay grandes conflictos en el arte en Chile, que la gente no opina, más bien descalifica. ¿Por qué crees qué ocurre esto? ¿Cuál sería el origen de tal reacción?
Esto lo dije hace poco. Creo que este país es un país de mezquinos, donde la opinión siempre es mal vista, te dicen: “Mejor no digas nada” o “¿para qué vas a decir algo?” Es un país donde la represión es brutal. He sido académico en diversas universidades en este país y sé lo que se habla y sucede. En algunas instituciones se les enseña a los estudiantes que exponer en galerías es negativo, mientras que los mismos que dicen eso lo están haciendo. Eso por un lado, pasa también que llega un curador de afuera y lo agarra un grupo de artistas y le dicen que todos los demás son malos. Me consta, lo he vivido. No entiendo porqué los chilenos somos así. Puede ser por lo de pueblo chico, infierno grande tal vez. Creemos que lo único que se puede ver, cotizar y vender, es lo propio, y si se cotiza a otro, este es peligroso.
Sabemos que hay tantas percepciones como personas. ¿Cuál dirías que es la percepción dominante en torno al diálogo que tenemos con el arte?
Me da mucho gusto que me digas que cada percepción es diferente. Me he dado cuenta que en el mundo académico, cuando tú le pides algún trabajo a un grupo de estudiantes, todos hacen más o menos lo mismo. Todos tienen sólo un punto de vista, no tienen más de una temática. Entonces, lo que sí sé con respecto a eso, es que la tecnología, los celulares tienen dominado a este pueblo. No tienen idea lo que pasa en el mundo. ¿Qué pasa en la India por ejemplo? La televisión no habla de ningún asunto que no sea excepcionalmente de esta demanda de visualidad ya conocida, inmediata y repetitiva. ¿Cómo es posible que en la mañana todos los programas tengan como tema, el pelar a otro? No me interesa nada de ésto.
Lamentablemente, ha quedado una herencia del gobierno militar; este país está igual de uniformado que antes. Todos usan un uniforme.
Lo otro, todas las opiniones que se dan son en términos autoritarios y no en términos de colaborar con lo que tú estás diciendo. Al momento de hablar podría haber un intercambio en reciprocidad, la idea es hacer crecer el diálogo, aportar al mismo y no disminuirlo a un sólo punto de vista. No existe la democracia verbal en este país.
¿Cuáles serían las condiciones que transformarían una experiencia en estética?
El problema de la estética hoy en día, es que es una estética muy mediática. Creo que la belleza es un tejido de distintas cosas y obviamente tiene un tejido formal. Considero que es importante aprender qué son los números de oro, qué es la sección áurea, lo diferente que es ver un objeto bidimensional o tridimensional. Saber medir. Hacer todo este ejercicio y tenerlo como parte de tu trabajo creo que es esencial. Entonces, una cosa es la parte formal la obra del artista y la otra es la temática de la misma. Cuando termina el renacimiento el hombre comienza a cuestionarse, cuestiona su historia y su presencia en la tierra. El tema de una obra está vinculado a la estética con la que la construyes. Hoy en día no te puedes hacer el tonto y la estética es parte de la problemática de la obra. Considero que una obra debe tener una problemática y el arte que ves hoy por las redes no tiene una. En ese sentido, le doy las gracias al arte político, me enseñó que el arte debe tener un mensaje.
A propósito de la problemática de la obra. Hegel, postulaba algo similar, porque pensaba que ésta debía plantear un conflicto y tener un sentido metafísico y profundo. ¿Entonces, estás de acuerdo con Hegel?
Sí, estoy totalmente de acuerdo con Hegel (risas). Soy hegeliano.
Antes de estudiar arte, estudié filosofía. ¡Los estudios filosóficos me hicieron ver tantas cosas! Para mí Plotino, y el develar y el saber ver la verdad, me enloquecieron. Esta experiencia me hizo trabajar de cierta manera y siempre cargo el arte con ésto. Es imposible no hacerlo.
¿Cuál dirías que es la dinámica racional que predomina en tu arte?
Mira, yo trabajo de la siguiente manera: soy un lector un poco obsesivo. Acabo de leer Reinas Malditas, donde conocí a Cristina de Suecia, una de las reinas de las que menos se habla. Fue la primera que quiso dar voto a la mujer, se vestía de hombre y era una guerrera. Nació muy fea y su padre la educó como hombre. Cuando estoy leyendo, sobre todo historia empiezo a armar imágenes de lo que voy hacer, se me empiezan a ocurrir cosas. Voy anotando todo eso en mi diario, un diario que he estado escribiendo desde el año 77. Entonces, el mundo racional es ese; el mundo de las lecturas. También hay otro mundo que tiene que ver con la observación, con los viajes. Cuando estuve en Bélgica, por ejemplo, me di cuenta de que el cielo que pintaba Magritte, era un cielo flamenco, no era inventado. Después proceso todo esto y lo entrelazo.
De los dos temas que trato en mi obra, uno no es tan evidente. Dejo que quede algo encerrado, la gente después lo va descubriendo. Son ellos los que terminan diciendo lo que ven en tu arte. Como decía Warhol: Uno piensa la obra, realiza la obra, y el espectador la termina.
(*) Palabras de Ismael Frigerio, verbalizadas durante la entrevista, aludiendo al pintor catalán Antoni Tápies.
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