A inicios de marzo, conversamos con Mónica Mayer sobre la trayectoria que ha tenido a lo largo de más de cuatro décadas como artista feminista. A continuación, en Arte Al Límite les compartimos lo que estuvimos platicando con la artista donde la colectividad, la ternura, los afectos y la escucha resiliente forman redes de apoyo y visibilización en el arte creado por nosotras. Porque existimos, porque resistimos todos los días desde diferentes experiencias que nos atraviesan como mujeres.
¿Cómo empieza tu acercamiento al arte en un periodo como el de México después del ’68? Al elegir estudiar artes en aquellos años en la Academia de San Carlos, ante ¿qué comentarios dentro de contexto te encontraste?
Mi mamá nunca lo ejerció profesionalmente, ella estudió arte y estaba embarazada de mí cuando estudiaba en La Esmeralda. La cuestión artística no era ajena a nuestra familia, especialmente siendo yo mujer porque probablemente a mis hermanos no los hubieran dejado estudiar algo como arte porque seguramente “¿de qué iban a vivir?” y que yo seguramente tendría “alguien que me mantuviera”.
«Me dijeron que me dejaban entrar a estudiar Arte siempre y cuando yo no fuera a las fiestas»
Entonces, por ese lado no había “problema”, pero era un momento violento por muchas razones. Principalmente porque en la Academia de San Carlos, en la Academia Nacional de Artes Plásticas, que es donde estudié, había unas enormes fiestas cada año de disfraces y en la última que hubo le dieron a un conocido de mis papás 34 puñaladas en las piernas, no se murió pero lo dejaron como coladera. Por esa razón, me dijeron que me dejaban entrar a estudiar Arte siempre y cuando yo no fuera a las fiestas.
Eso en cuanto a lo que respecta a mi familia, de mi lado estudiar arte era una de las pocas cosas que me llamaban la atención. Nunca me gustó la escuela hasta que empecé a estudiar lo que yo quería que era arte y específicamente arte feminista cuando hice la maestría. Entonces, yo pensaba en dos opciones, estudiar arte o comunicación. Y es relevante también porque gran parte de mi vida me he dedicado a hacer comunicación como: escribiendo en el periódico, haciendo radio, etcétera. Las dos cosas que me interesaban en ese momento las he podido hacer a lo largo del tiempo.
Era un momento interesante, yo me asumo como feminista precisamente porque en una clase a una compañera se le ocurre hablar de mujeres artistas, cosa que nunca había sucedido en ninguna de nuestras clases y nuestros compañeros que son los que venían del 68, que se suponía que eran los liberales, los progresistas, los que iban a cambiar al mundo nos dicen que ‘las mujeres eramos menos creativas porque la creatividad se nos va en la maternidad’. Ahí me di cuenta que yo quería tratar de cambiar el contexto como mujeres artistas o mejor me ‘iba a mi casa a rascarme el ombligo’ porque por esta bola de prejuicios incluso de la gente más ‘progresista’ no iba a hacer visible nuestro trabajo.
«Tres Madres para un Desmadre», 1990, Proyecto ¡MADRES! Polvo de Gallina Negra (Maris Bustamante y Mónica Mayer.
Fuiste de las primeras artistas en enunciar que tu producción artística es feminista, ¿cómo fue exteriorizarlo en una sociedad como la mexicana en aquellos años?
Si hubo oposición no la sentí mucho o fue en mi época muy joven mientras me estaba relevando de todas maneras y no lo sentía. Yo llegaba en Navidad y le regalaba a toda mi familia La función del orgasmo, de Wilhelm Reich y ese era el libro que repartía y seguramente se escandalizaban horrible de todas esas cosas que yo hacía. En mi familia hay mujeres muy fuertes e incluso Amalia Castillo Ledón fue prima de mi abuela, ella fue la primera mujer embajadora de México. Yo me acuerdo a los cinco años oírla dar el grito de independencia en Hidalgo. Si tenía por un lado imágenes muy fuertes de mujeres, tías muy independientes que trabajaban, que viajaban por el mundo, había un sector que nos apoyaba. Por ejemplo, mi mamá se integró muy pronto al movimiento feminista también cuando yo entré. Pero, también hay quienes aún no aceptan que yo sea feminista. Pero bueno, era parte del asunto, si no hubiera sido por mi feminismo hubiera sido por alguna otra cosa.
«Llegaba en Navidad y le regalaba a toda mi familia La función del orgasmo, de Wilhelm Reich y ese era el libro que repartía y seguramente se escandalizaban horrible»
Y con la gente más cercana, como con mi papá, hubo a lo largo de la vida procesos de diálogo, de yo decirle ‘como te atreves a estar en el Club de industriales donde no aceptan mujeres’. Él era judio y yo le cuestionaba: ‘¿cómo te sentirías tú con que yo estuviera en un club donde no dejan entrar judíos?’ Había un cierto entendimiento lento pero lo había, porque incluso él logró hablar en esos espacios de absoluto privilegio masculino y hablar por las mujeres.
Y en el medio artístico, es una cosa muy curiosa porque como que nunca fuimos aceptadas desde el arte feminista, desde mi trabajo, con Polvo de Gallina Negra y las distintas exposiciones que abríamos le llamaban mucho la atención a la prensa, eran bien recibidas por la crítica de arte como por Raquel Tibol o Armando Torres Minllua, quienes escribían y apoyaban el trabajo que estábamos haciendo. Pero, ya a la hora de pasar a las narrativas más grandes en espacios como La era de la discrepancia, un libro importante que se hace sobre el arte contemporáneo en México y ahí somos pie de página ¡No pasábamos de pie de página! Ahorita hay una exposición en el Museo de Arte Moderno sobre arte de los 80’s donde ya pasamos de pie de página a la cronología, en una gran cronología que tienen ahí y se menciona a Polvo de Gallina Negra.
Por un lado, había algo de crítica artística, pero mucho del trabajo de escribir lo hicimos nosotras y no estamos en la parte de las colecciones. Es muy interesante dependiendo de donde te quieres situar. Asimismo, yo creo que siempre hubo gran aceptación de la prensa y por ejemplo Polvo de Gallina Negra logró hacer muchas de sus performances en televisión abierta porque era un tema que llamaba la atención y la llamaba por el ser arte feminista.
Dentro de tu carrera, siempre has compaginado tu obra individual y el trabajo colectivo/colaborativo. En ese sentido, ¿cómo inició tu proceso hacia formar grupos de arte feminista? Y pensando en la reciente exposición que se inaugurá en Chile sobre Polvo de Gallina Negra, ¿cómo ha sido tener la primera exposición de este grupo después de casi 40 años?
A mí me emociona muchísimo porque nadie había tenido el interés, aunque ya desde hace algunos años en una exposición que se hizo en Monterrey Germaine Gomez Haro incluyó a Polvo de Gallina Negra donde hubo documentación de las piezas, era una exposición colectiva. Y pues, Polvo de Gallina Negra ha estado muy presente como en las grandes exposiciones de arte feminista internacional como la de Radical Women, en Hammer Museum, dándole mucha visibilidad.
Pero, no había habido una exposición dedicada a Polvo de Gallina Negra en su totalidad. Además de emocionarme, me intriga porque es una muestra muy difícil de hacer en formato expositivo porque habiendo sido performance lo que hay son 3 videos y documentos, no hay cuadros, no hay gráfica, no hay materiales que puedas poner y los materiales de archivo son pocos.
El grupo duró 10 años, pero no es una exposición objetual, yo no la he visto pero sé que uno de los planteamientos es que es una exposición para que esté ahí, viva y se reactive. En ese sentido, vuelven a “vivir” las piezas de Polvo de Gallina Negra y también, nuestras piezas individuales de distintos momentos.
Me emociona mucho y se me hace que tuvo que haber sido un problemón para las curadoras y la institución, pero me gusta porque es pensar una exposición de otra manera; es decir, desde la participación del público. Me alegra la manera en la que se plantea y se comienza a resolver en esos sentidos la exposición y que haya algo de Polvo de Gallina Negra donde se recopile nuestro trabajo y que haya un catálogo donde esté presente todo lo que hicimos en una década.
Asimismo, algo que ha sido muy interesante con el trabajo de Polvo de Gallina Negra es que a la par de que se ha empezado a mostrar más en estas exposiciones grandes y que se ha visto en catálogos —y yo creo que mucho más con esta exposición—, son las reactivaciones que han habido. Es bien interesante que las piezas se sigan replicando. Por ejemplo, el concurso Carta a mi madre que hicimos con Polvo de Gallina Negra como parte del proyecto “¡MADRES!”, se reactivó en 2017 y lo hice yo por Facebook en coordinación con una galería en Estados Unidos y está todo registrado en mis blogs.
Y me conmueve e impresiona porque lo que fueron las ideas de Polvo de Gallina Negra siguen reactivándose de acuerdo a cada contexto y a cada situación. Eso para mí es muy emocionante porque no es algo que se quedó en el pasado, es algo que sigue vivo y sigue siendo de utilidad para otras artistas, tanto en tus piezas colectivas como individuales donde uno de los temas principales es y sigue siendo la maternidad.
«El Tendedero BBC», 2017. Foto: Yuruen Lerma. Cortesía del Archivo Pinto mi Raya.
Ligado a la maternidad, ¿cómo ves la evolución de tu experiencia ligada a este tema? ¿Qué evolución observas?
El tema de la maternidad siempre ha sido para mí muy importante. Por un lado, porque la maternidad me es y me ha atravesado de diferentes maneras a lo largo de los años, pero también porque pienso que es uno de los ejes centrales que atraviesan todo el sexismo y todo el patriarcado. Ya que, gran parte está fundamentado en la maternidad concebida en tener a las mujeres sojuzgadas y explotadas desde esta en temas de ‘la producción y reproducción de la fuerza de trabajo’, como lo decíamos en mis tiempos, pero este poder tener hijos y luego poder cuidarlos, lo que implica a la familia cuidar a la sociedad y hacer todo esto gratuito se me hace que es fundamental para el feminismo.
Incluso digo que cuando se resuelvan un día todos los problemas de la maternidad, ya acabamos con los problemas de la sociedad y tendremos una sociedad feliz porque además todos los problemas de feminismo, de clase, de salud, de problemas de todo tipo atraviesan la idea/concepto de la maternidad, concebida desde el sistema cisheteropatriarcal. Porque cuando todas las maternidades sean voluntarias, en buenas condiciones y felices, ya se acabaron los problemas de la sociedad —o eso quiero pensar—.
En sí, es un tema que me sigue importando mucho, he hecho otros proyectos además de ¡MADRES! de Polvo de Gallina Negra. Este fue muy divertido porque lo planteamos como: ‘Para hacer una investigación de campo seria nos embarazamos con el apoyo de nuestros esposos que, como artistas, entendieron lo que estábamos haciendo y como somos muy feministas tuvimos hijas y como somos muy científicas nacieron con tres meses de diferencia’. Entonces, hay todo este juego sobre la maternidad y como a la hora de hablarlo desarticular los mitos que hay detrás de esta.
He hecho otros proyectos como Maternidades secuestradas, que se ha replicado en Argentina y es para hablar de cuales son todos estos problemas que conlleva la palabra o idea de ‘la maternidad’. Este surge a raíz de estar estudiando el archivo de Ana Victoria Jiménez —que es una feminista que documento el movimiento feminista en los 70 y 80— y me encuentro con una foto de la primera manifestación a la que voy, que era a favor del aborto. Y el aborto es uno de los ejes del feminismo, los derechos reproductivos. Es así como, me empecé a plantear como en la Ciudad de México ya es aceptado pero, ¿qué ha cambiado?, ¿en qué estamos actualmente? Y empecé a hacer esta pieza con artistas y activistas uniéndonos para hablar en qué anda la maternidad y las chavas compartían: “es que si ya tuviste un hijo te presionan para tener un segundo”, “es que si no tenemos hijos hay una presión muy grande y aunque no tengamos hijos nos toca cuidar a los abuelitos y a los hermanos”, “yo tuve un aborto muy joven pero todavía no me atrevo a hablarlo”.
Y, a partir de hablar de nuestras experiencias personales cada una se fue a hablar con otros grupos de mujeres en la misma situación y abrimos por redes Twitter y Facebook a que contestaran el #UnaMaternidadSecuestradaEs y a partir de esto hicimos un performance y otras actividades porque es un tema que ha seguido ahí preocupándome y ocupándome.
Cortesía de Centro Nacional de Arte Contemporáneo, Santiago, Chile
Con la pandemia, mi inquietud hacia este tema se ha incrementado. La situación sanitaria nos regresó a la casa y reforzó la temática de la maternidad, los cuidados y el hogar. Asimismo, la violencia doméstica se incrementó potencialmente durante la pandemia, se volvió muy complejo con niños chiquitos que había que cuidar además de, estar trabajando y que los infantes estaban en una situación donde no veían a nadie más durante meses.
En ese sentido, me pareció que era importante hablar del tema. La pieza “#UnaMaternidadEnPandemiaEs» tiene el formato de El Tendedero en el que se invita a que cada quien a que comparta su experiencia, pero habla de este tema. Creo que es una pieza muy interesante, pero por lo mismo que aún estamos muy aislados y que las redes sociales, a menos que seas súper influencer, hacen que los testimonios se queden en una burbuja muy cercana. Yo creo que las respuestas que tuvimos en esa pieza representa un círculo social muy chiquito y cercano a mí y mis conocidos. En sí falta conocer muchos tipos de maternidades porque con la pieza, no sabemos cómo fueron las maternidades en la sierra, las maternidades para las mamás que se tenían que llevar a sus hijos a sus trabajos porque no podían dejarles en la casa o no tenían con quien dejarlos, o las que tuvieron que dejarlos solos; en fin, todavía falta hacer un registro de qué pasó en todo este momento.
«Aún estamos muy aislados y que las redes sociales, a menos que seas súper influencer, hacen que los testimonios se queden en una burbuja muy cercana»
Ahora bien, pensando que muchas de tus piezas se construyen a partir de la participación de las personas, ¿cómo es hacer que el espectador se vuelva partícipe y se construya la obra? ¿Qué fue lo que te inclinó a realizar un arte participativo?
Hay dos tipos de participación en mi obra. La primera son esas personas que se la apropian y hacen de nuevo las piezas, eso es bien interesante y a veces me entero y a veces no, a veces asesoro y otras no. La otra parte como con El Tendededro, que son piezas de participación, donde a lo largo de los años he encontrado tips para que funcione mejor.
Con El Tendedero ya tengo muy estudiada la parte de participación del público, en esta pieza siempre procuro partir de un taller con artistas y activistas que van a ser quienes se acercan al público más amplio a pedirles que llenen las hojas. Primero, hacemos el taller donde les explico que hemos encontrado en cada tendedero, porque en cada uno hay distintos aprendizajes y continuamos con simulacros ante situaciones como: ‘si estas en la calle y estas hablando con alguien y te comenta que ella fue violada de chiquita en un caso de incesto, ¿qué haces?’, porque, en general, todas hemos sufrido algún tipo de violencia. Es todo un trabajo de quien hace la labor de mediación para poder interactuar con el público. Hay chicas que son verdaderamente maravillosas.
Tenemos todo tipo de tips para que funcione, para hacer que participen. Por ejemplo, se va abrir un tendedero en Querétaro, y les aconsejamos que no empiecen con un tendedero en blanco, porque si sales a la calle pones un mecatito ya con algunas respuestas, porque parte de la pieza es leer y la otra escribir, cuando lees a lo mejor te acuerdas de algo que te ocurrió, como si te manoseo un tipo en la calle cuando tenías 8 años. Eso es experiencia personal que cuando lo leí en un tendedero yo me di cuenta que también me habían acosado cuando era niña, después de 40 años como feminista externalicé esta situación.
«El Tendedero», 1978, Museo de Arte Moderno. Foto: Víctor Lerma. Cortesía del Archivo Pinto mi Raya
¿Que sientes al ver el impacto de El Tendedero? La cual, además, ha sido retomada por el movimiento feminista en México y otras partes de Latinoamérica.
He ido aprendiendo de la pieza cada vez que lo hago y más en últimos años, desde 2007 para acá es cuando ha explotado. Yo aprendo y voy adaptando y modificando la pieza, incluso estando colgada va mutando. Por ejemplo, hubo una que se hizo en Aichi en la Trienal de Japón y mutó durante la trienal y ha seguido mutando. Este año, el equipo que se ha quedado ahí trabajando, que se llama Art clothesline with Monica van a hacer un tendedero en una boutique feminista en un centro comercial. Las preguntas de ese tendedero tienen que ver con la relación de las mujeres y la moda y van a hacer una pregunta para las infancias sobre cómo ven la cuestión de género. A mí se me hace maravilloso.
En ese sentido, soy muy abierta a que cada contexto vaya defendiendo El Tendedero y que se haga lo que cada quien considere, habrá hallazgos y habrá errores, pero va brincando de un lado a otro y eso me emociona mucho y en lo que puedo ayudar, apoyar y aprender de cada uno de estos tendederos ahí estaré.
Nunca me hubiera imaginado lo que pasaría con El Tendedero. Ahora estoy apoyando y asesorando a un grupo latinoamericano de enfermeras diversas y disidentes, donde empezamos a hablar de la violencia desde testimonios como: ‘la cofia que te obligan usar, no obligan a los doctores a usarla’, donde muchas de ellas tienen doctorados en enfermería y llega cualquier residente y por ser médico tiene mayor ‘categoría’ que ellas. Ellas están cuestionando todo el sistema de enfermería y es una oportunidad de conocer otros campos que ni siquiera hubiera imaginado y están haciendo su tendedero que les sirve para visibilizar la violencia en su profesión.
¿Tú crees que yo me hubiera imaginado eso en el primer tendedero que fue en 1978? Ni de relajo.
Para cerrar esta entrevista, me gustaría preguntarte, ¿cómo ha sido ser una mujer artista feminista? ¿Qué cambios has visto? ¿Qué cambiarías y qué le dirías a las mujeres artistas más jóvenes?
No he sido otra cosa mas allá de artista feminista, entonces no tengo otra cosa con que compararme. Me he divertido un montón porque me ha mantenido el ser feminista y estar trabajando con estas problemáticas tanto desde el arte como desde el feminismo. Ambas me siguen apasionando, sigo estando comprometida y me emociona, en el sentido de esa satisfacción profunda, de ver como cambian las cosas, tratar de entender los problemas. En ese sentido, la emoción se vuelve un compromiso real donde disfruto estar involucrada.
He visto cambios, por ejemplo, este mismo cambio de las obras que se han reactivado; ahora en la CDMX hay 3 o 4 exposiciones de arte feminista en los museos grandes, ha habido un cambio en ese sentido donde cada vez hay más colectivas de mujeres artistas feministas visibles. Y estas cuestiones, han sido una explosión en los últimos 6-7 años, eso me parece muy emocionante porque yo creo que todavía nos falta un montón.
No creo que el movimiento feminista vaya acabar ni rápido ni fácil y es muy complejo porque son cosas muy profundas que debemos cambiar. Incluyéndonos a nosotras, siempre digo que la batalla más difícil es en contra de nuestras ‘telarañas patriarcales’, que todas las traemos porque crecimos en ese sistema. Es una lucha para cambiarnos a nosotras, para cambiar nuestro entorno , para cuestionar(nos) en todos nuestros campos, tiene que ser realmente una lucha transversal y yo creo que para eso falta mucho.
Y, si tomó 10 mil años construir el patriarcado no lo vamos a acabar en uno o dos siglos, es un trabajo que es progresivo y constante. Pero, si me entusiasma que se ven cambios, que se ve toda una generación involucrada. Yo lo planteo en términos de “masa crítica”, no es lo mismo lo que puedes hacer con 3 colectivos de arte feminista en los 80, que no éramos más de 10 mujeres, que ahorita que hay una gran cantidad de colectivas desde el arte y que vas a una manifestación feminista y no son 30 mujeres, si no cientos de miles. Hay una ‘ masa crítica’ que permite que el cambio sea más rápido. Por lo mismo, yo espero que el cambio siga siendo más veloz porque hay mujeres comprometidas, lo cual implica otros retos…