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Diagnosticado a finales de febrero de Coronavirus, en España, el novelista de 70 años falleció el día de hoy por complicaciones propias del virus.

Como diversos artistas del país, el escritor oriundo de Ovalle, creció en el barrio San Miguel en Santiago y estudió en el Instituto Nacional. Desde joven tuvo fuertes inclinaciones políticas participando de las Juventudes Comunistas de Chile desde los 15 años y luego militando en el Partido Socialista. Estudió Teatro en la Universidad de Chile y luego Comunicaciones en la Universidad de Heildelberg, Alemania.

Como miembro del GAP fue encarcelado tras el Golpe de Estado en Chile, por casi 3 años y luego de eso fue exiliado. Estuvo en Argentina, Uruguay y Brasil, en este país logró convivir con los indios shuar lo que se refleja en su más brillante novela Un viejo que leía novelas de amor (1989), libro del que se vendieron más de 18 millones de copias. Posteriormente participó de la Revolución Sandinista en Nicaragua, antes de irse a Alemania.

Entre los premios más importantes que recibió se encuentran: Premio Gabriela Mistral de Poesía, 1976; Premio Tigre Juan, 1988; Premio France Culture Entangere, 1992; P. Internacional Ennio Flaiano, 1994.

Encuentra sus libros en Bibliotecas Públicas de Chile:


Historia de un caracol que descubrió la importancia de la lentitud
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Los caracoles que habitan el País de los Dientes de León llevan una vida apacible, lenta y silenciosa, al abrigo de animales y otros peligros. Entre ellos se llaman simplemente «caracoles». Hasta que uno de ellos considera injusto no tener nombre, y quiere saber por qué son tan lentos. A pesar de los consejos de todos, el caracol Rebelde decide emprender un viaje en el que se encontrará con un melancólico búho, una sabia tortuga y unas hormigas muy organizadas. En su aventura, en la que estará en juego la vida de sus camaradas, Rebelde conocerá la importancia de la memoria y la verdadera naturaleza del valor.

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Historia de una ballena blanca
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De una concha que un niño recoge en una playa chilena, al sur, muy al sur del mundo, una voz se eleva, cargada de recuerdos y sabiduría. Es la voz de la ballena blanca, el animal mítico que durante décadas ha custodiado las aguas que separan la costa de una isla sagrada para las personas nativas de ese lugar, la Gente del Mar. El cachalote, la criatura más grande de todo el océano, ha conocido la inmensa soledad y la enorme profundidad del abismo, y ha dedicado su vida a cumplir fielmente la tarea que le confió otro cachalote anciano: una tarea misteriosa y crucial, el resultado de un pacto que ha atado a las ballenas y la Gente del Mar. Para honrarlo, la gran ballena blanca tenía que proteger esa parte del mar de otros hombres, los extraños que con sus barcos vienen a llevárselo todo, sin respeto alguno por el entorno natural. Fueron ellos, los balleneros, quienes contaron la historia de la temida ballena blanca hasta ahora, pero ha llegado el momento de que ella hable por sí misma y deje que su antigua voz nos llegue como el lenguaje del mar.

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La sombra de lo que fuimos
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En un viejo almacén de un barrio popular de Santiago de Chile tres sexagenarios esperan impacientes la llegada de un hombre. Cacho Salinas, Lolo Garmendia y Lucho Arencibia, tres antiguos militantes de izquierda, derrotados por el golpe de estado de Pinochet, condenados al exilio y al desarraigo, vuelven a reunirse treinta y cinco años después, convocados por Pedro Nolasco, un antiguo camarada al que esperan para ponerse a sus órdenes y ejecutar una temeraria acción revolucionaria. Pero cuando Nolasco se dirige a la cita en el almacén, muere de forma grotesca, golpeado por el destino ciego en forma de un tocadiscos lanzado desde una ventana en medio de una violenta discusión conyugal. El plan parece haberse ido al garete por la muerte del líder hasta que Garmendia se dirige a sus compañeros y, recordando la expresión favorita de su difunto compañero, les dice: “¿Qué, nos la jugamos?”. La sombra de lo que fuimos es un virtuoso ejercicio literario puesto al servicio de una emotiva historia crepuscular y una reivindicación de los perdedores. Una novela escrita con el corazón y con el estómago, que no puede dejar de conmover al lector, arrancar su sonrisa y hasta su carcajada y, a la postre, hacerle reflexionar.

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Un viejo que leía novelas de amor
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Antonio José Bolívar Proaño vive en El Idilio, un pueblo remoto en la región amazónica de los indios shuar (mal llamados jíbaros), y con ellos ha aprendido a conocer la Selva y sus leyes, a respetar a los animales y los indígenas que la pueblan, pero también a cazar el temible tigrillo como ningún blanco jamás pudo hacerlo. Un buen día decidió leer con pasión las novelas de amor -«del verdadero, del que hace sufrir»- que dos veces al año le lleva el dentista Rubicundo Loachamín para distraer las solitarias noches ecuatoriales de su incipiente vejez. En ellas intenta alejarse un poco de la fanfarrona estupidez de esos codiciosos forasteros que creen dominar la Selva porque van armados hasta los dientes, pero que no saben cómo enfrentarse a una fiera enloquecida porque le han matado las crías. Descritas en un lenguaje cristalino, escueto y preciso, las aventuras y las emociones del viejo Bolívar Proaño difícilmente abandonarán nuestra memoria.

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