Alquimia Ediciones presenta un nuevo poemario de Rodrigo Morales Salazar, Ofiuros. Ganador del premio MOL a mejor obra de poesía inédita durante el 2018, el libro presenta interesantes reflexiones sobre el origen y sentido del lenguaje, su uso y la forma en que la comunicación puede ser efectiva teniendo en cuenta estas limitaciones. Cuando todo parece abandono y naufragio, un ofiuros lisérgico se presenta.
“La danza es lo nativo del tambor que oscurece el cuerpo
De una existencia apenas tragada por el fuego
Y no hay mitad del océano”
Veamos los niveles del lenguaje de esta larga frase construida por Morales: hay una existencia apenas devorada por la voracidad –infinita- de un fuego, esa presencia tiene una corporalidad ensombrecida por un instrumento de percusión. De este tambor nace la danza, del cuero de animal y del golpe rítmico se origina el baile. En el mismo nivel de la danza está el océano indivisible, todo el resto permanece en estratos asimétricos de importancia en la misma construcción del lenguaje. Para acercarse al críptico significado de estos versos hay que bajar escalones hacia la profundidad del diccionario, del habla de Morales, de los significados derivados de otros idiomas. Y realizar esa búsqueda todavía no comenzará a acercarnos al significado del océano, aunque sí lo veremos en otros versos, como una marea que vuelve en las 50 páginas del poemario.
“El ocaso vuelve a cerrarse sobre su casa oscura
Y tensa esa oquedad
Que trastoca el habla cuando llamas”
Largos versos, largos poemas, largas frases. Juegos de palabras con más de una significación aumentan la intrincada red de sentidos. La sonoridad –sobre todo del primer verso plagado de vocales graves– entrega un gusto que trasciende el significado: la forma predomina sobre el fondo, el significado se encierra en una casa oscura, tensando lo insustancial en el uso del lenguaje. ¿Para qué escribir si no comunica? ¿Comunica la palabra que no refiere? “Trastoca el habla cuando llamas” juega con la doble significación del “llamas” como acto vocativo, como interpelación a un oyente que a su vez llama –comunica- y en el sentido de las llamas como “fuego” que altera el habla. El fuego y el incendio no se oponen a los naufragios y figuras marinas que hay en el poemario, sin embargo, vuelven una y otra vez ambos extremos elementales, fuego y agua. Es parte del poema “Sicodelia y quietud”, uno de los tres que hay en el poemario. La sicodelia está dada por las alusiones al ácido, cuyo aparente consumo explicaría la libre asociación que guía esta corriente de la consciencia que es Ofiuros.
Lenguaje lisérgico
“La lengua que padecemos es el ritual que organizamos” entre las variadas referencias a la Odisea que hay en el poemario surge una frase que reflexiona sobre el origen de nuestro lenguaje, el uso de los diccionarios, el nadie –Nemo, Ulises, Odiseo– pensante y la tradición repetitiva de las significaciones efímeras e intangibles de las palabras que se remontan a la misma Grecia que dio origen al héroe de Homero. Nueve de cada diez palabras del español derivan del griego que hablaba el poeta helénico, pero algunas significaciones terminan a la deriva por más que se intente organizarlas como en un rito. Cuando la lengua se padece, el entendimiento se vuelve un trance. “Trances de un viejo ritual de barcos a la deriva”. Las palabras son barcos que naufragan, los escritores son profanadores de tumbas marinas, buceadores de significaciones líquidas que se hunden en simas donde yacen bestias oceánicas, de ahí que el poeta diga “escribir es profanar un naufragio”. ¿Qué es, entonces, la lectura? ¿Qué pueden decir los ofiuros sobre estos temas?
Los ofiuros son animales marinos de simetría pentarradial, parecidos a las estrellas de mar pero de extremidades más alargadas, unas iguales a las otras. En el fondo de los océanos esperan el momento de alimentarse a través de la apertura que tienen en el centro interior del cuerpo, una boca paciente y salvaje. La simetría podría ser el concepto aludido cuando Morales dice “la perfección descomunal de animales salvajes”, aludiendo a la equivalencia simétrica como perfección. Otro punto interesante es que la simetría se manifiesta de cinco maneras, y cinco son las extremidades el ofiuro. ¿Son cinco los niveles de encriptación poética que hay en el poemario?
La lectura que requiere constante revisión del diccionario se vuelve críptica y también los sentidos que se adhieren a las significaciones hiladas gracias al consumo de sustancias sicodélicas pasan desapercibidos en varias ocasiones, generando versos de melodiosidad que no terminan de transmitir significaciones, o que requieren demasiado análisis para ser entendidos, lo que finalmente se traduce en distanciamiento del lector con el texto. Hay belleza en la forma pero una lectura superficial produce extrañamiento con el fondo. ¿Cuántas lecturas requiere una comprensión más real del texto? Invitamos a los lectores a descubrirlo por sí mismos cuando adquieran su ejemplar de Ofiuros gracias a Alquimia Ediciones.