Un protagonista en solitario habita una casa donde acumula miles de posesiones. Tiene el llamado Mal de Diógenes, su mente está debilitada por el aislamiento y el ambiente se vuelve cada vez más hostil. M100 presenta en cartelera El último apaga la luz con funciones de jueves a domingo hasta el 30 de junio.
«Ataviado con un uniforme militar recibe los imaginarios vítores de la multitud que lo aclama por su imperio de nada, por su colección de colecciones»
La escenografía a cargo de Jean Paul Mengin es determinante para esta pieza dramática que mezcla las disciplinas circenses con el teatro. Los espacios atiborrados de objetos de todas las formas y tamaños dan cuenta de un detalle de acumulación que genera una profundidad de escenario digna de los retocados fondos de las películas del Estudio Ghibli. Repisas repletas, electrodomésticos de todo tipo, cajas, papeles, retratos, ropa, todo es importante, todo cuenta una historia de cosificación de la experiencia humana. Y en medio de este mundo saturado de información y color, un hombre solo.
Un hombre sin palabras.
El protagonista de esta pieza de teatro contemporáneo nunca llega a tener nombre. Los únicos sonidos que escapan de su boca son los alaridos que profiere cuando se queda encerrado en el baño y es incapaz, por más que se contorsiona y retuerce, de salir por la pequeña entrada para perros que tiene la puerta del baño. Contrariado, con dos piernas, un brazo y la cabeza fuera pero el resto del cuerpo dentro; el protagonista mira a su alrededor y se pregunta ¿cuál de todas las cientos de cosas que tiene en su casa podrá ayudarlo en esta situación? Ninguna. Oscuridad, tren, cambio.
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Luz, lucesitas, lámpara, acción. Corre ventilador, arriba el volumen de la radio. Escuchamos “Vuela, vuela. No te hace falta equipaje. Vuela, vuela”. En una bata semi abierta nuestro barbudo “payaso” recibe el viento del ventilador y siente que vuela, vuela. O ataviado con un uniforme militar recibe los imaginarios vítores de la multitud que lo aclama por su imperio de nada, por su colección de colecciones. Entonces, escuchando música antigua, goza la aclamación de su pueblo imaginario manteniendo el equilibrio sobre un gran montículo de cosas acumuladas, es decir, una masa informe donde nada es en sí mismo, pero a la vez cada objeto es parte de una sinécdoque de significación recurrente: la colección está incompleta.
El peligro de derrumbe aumenta cada vez que se agrega un nuevo artículo a las repisas, que siempre son insuficientes por más que haya repisas hasta casi llegar al techo. Con el fin de alcanzar estos objetos en altura, el protagonista acomoda los muebles y elementos que se encuentran en su camino, jugando una especie de Tetris con las cosas de su hogar para poder acceder a niveles más altos de las repisas. El otro actor, el que no se ve en toda la función hasta que saludan durante los aplausos, se pasea por la parte trasera del escenario interactuando con el intérprete en escena. Por ejemplo, el payaso se sienta contra el muro con tristeza, una mano sale de la muralla y le tiende un pañuelo que recibe agradecido. También, la mano desnuda es un títere, que sea asoma desde la parte superior del refrigerador, para ofrecer variedades de té al protagonista. El diálogo mudo entre actor y mano es hilarante cuando en el segundo intento el té vuelve a ser rechazado y la mano se muestra consternada y dudando de qué sabor ofrecer a continuación.
Usando palabras de Charly García, el protagonista se pasa el día yendo de la cama al living. El público va encontrando respuestas que dan sentido a la puesta en escena, de esta manera en la oscuridad de las butacas hay cien narradores construyendo la historia de un hombre y su síndrome, del sin fin de necesidades básicas que tiene el solitario capaz de contorsionarse y hacer piruetas que asombran por su capacidad para mantener el equilibrio. ¿No es ese un sentido superior del arte? Realizar la obra artística aunque no hayan espectadores, hacer investigación durante periodos de aislamiento. ¿Si no puede pasar por la puerta de su baño, cómo se le puede pedir que atraviese la puerta de su casa y muestre sus pericias ante las audiencias? Cuidado, viene el tren. El primer carro se lleva la estabilidad y el último apaga la luz.
Con dirección de Andrés Labarca –quien también es el protagonista- la compañía Ni desnudo ni bajando la escalera presenta en escena a Jean Paul Mengin y Labarca en El último apaga la luz en el espacio Patricio Bunster del centro cultural M100, como parte del especial circense Charivari, de jueves a domingo hasta el 30 de junio.