Continúa la búsqueda de las y los pensadores musicales chilenos de corta edad que están destacando. Para está entrega Arte Al Límite contactó a los compositores Tamara Miller (26), Sebastian Molina (25) y Diego Muhr (25), profundizando en las experiencias que los llevaron a iniciarse en la composición y los temas que impulsan sus creaciones.
¿La composición es una actividad solitaria?
Tamara Miller: La composición es generalmente solitaria. Hay oportunidades en las que uno interactúa con intérpretes, o donde se discute sobre la composición o composiciones propias con otros colegas músicos. Pero todas son momentos breves si se los compara con la cantidad de horas que uno usa para componer. El trabajo en sí es efectivamente solitario. Es una de las razones, también, por las que lo elegí. No me gusta mucho trabajar con gente o en grupos. Me gusta estar sola, conmigo misma.
Diego Muhr: Tanto la decisión matinal de qué calcetines usar para el día, el acto mismo de sentarse a escribir es profundamente individual, pero es importante considerar que al componer uno se encuentra un dialogo permanente tanto con tus referentes, como con tu propio trabajo. Al escribir música, uno conversa con aquellas personalidades relevantes que alguna vez se preguntaron cosas similares y que llegaron a respuestas que son una gran ‘caja de herramientas’ poéticas y técnicas, “uno compone para sentirse menos solo” en palabras de Anselmo Ugarte. Al profundizar en una obra, ella va tomando cierta vida propia, y debes responder a esos lugares de incomodidad que te va ofreciendo. Cuando ya no tienes tiempo para jugar en ese aspecto equívoco de tu trabajo, caes en una técnica de composición que a mi parecer, es profundamente solitaria.
Sebastian Molina: Desde mi punto de vista es solitaria solo en que uno está solo escribiendo, porque la verdad lo que es en el entorno alrededor tuyo no es tanto, nadie va a interferir cuando estás escribiendo, es posible pero difícil. Es solitario escribir, cuestionarse un montón de cosas. Pero también nutre el pensamiento, nutren las respuestas y todo lo que uno se hace. La creación es una cosa de autocrítica constante, de cuestionar todo y encontrarse en relación al entorno. Las vivencias, las personas los olores, colores, sensaciones, no son solitarias, hay compañía en esos momentos. Para mí no hay una soledad.
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¿Cómo llega a la composición?
Sebastian Molina: Partí como a los 10 años tocando chelo con un profesor de La Ligua, él era compositor, estudió un magister en la Chile. Él hacía muchos concierto de música contemporánea en Viña del Mar y en La Ligua, a raíz de eso cerca de los 15 empecé a encontrarle un gusto a la creación, pero más que a la creación misma al pensamiento musical, porque lo que más se hablaba en estos conciertos era del pensamiento musical, más que el tocar o el hacer, era algo propio de la composición que me fue interesando de a poco. De ahí fui tomando pequeñas clases de composición con este mismo profesor, y luego estudié composición en la Universidad de Chile.
Tamara Miller: Desde los 8 a los 12 años aprendí piano de forma autodidacta. Mi papá me ofreció entrar al conservatorio en algún momento, pero en ese tiempo yo era muy tímida y me dio miedo; así que lo rechacé. Seguí tocando, pero a los 12 o 13 años lo dejé. A los 15 lo retomé para tocar con una banda. Comencé a interesarme más por la teoría y la lectura de partituras, y tomé clases de teoría y armonía con el profesor de guitarra que tenía en ese tiempo, Monti León. Fui descubriendo el mundo de la composición y probaba componer cosas pequeñas. Viendo limitadas mis posibilidades de estudiar piano profesionalmente (porque me decían que estaba muy «vieja»), comencé a ver la composición como una opción. Me parecía fascinante. Decidí entrar a Teoría de la Música en la Universidad de Chile para ver si la música era realmente algo que yo quería y podía hacer, y evaluar si lograba desarrollar mejor mis composiciones con los conocimientos que iba adquiriendo. Resultó que sí. Ese mismo año postulé a la carrera de composición y quedé.
Diego Muhr: Llegue a la composición por una serie de malas decisiones, que sorprendentemente me hicieron encontrar una forma de pensamiento que me gusta mucho. Estudié en la Universidad Católica con Aliocha Solovera, fui ayudante de Miguel Farías y en paralelo participé de un taller de composición músico-escénica guiado por Anselmo Ugarte y Angelo Solari. Con estos profesores –y ahora amigos- encontré un espacio más sensible de creación, acercándome al teatro y a referentes que me permitieron tener una mirada más amplia de la composición, entendiéndola como una forma de escucha activa más que un oficio en sí mismo. La composición de la puesta en escena apareció como una alternativa muy atractiva, donde utilizando técnicas de la tradición musical, se tiene un control delicado del tiempo al organizar múltiples materialidades además del sonido.
¿La composición es una actividad competitiva?
Diego Muhr: La competencia siempre ha sido un desafío en este trabajo, especialmente cuando hay circuitos profesionales de composición, que para mí nada tienen que ver con componer. Allí aparecen las necesidades del público, las restricciones de instrumentación, responder a cierta ‘vanguardia oficial’, etc. Creo que me acomoda más el lugar más punky –que siempre ha existido- alejado de los concursos, los encargos y las orquestas o agrupaciones fijas. Prefiero los espacios más autónomos de trabajo donde si bien el riesgo es enorme, me lleva a resultados inesperados y que siento más propios.
Sebastian Molina: el gran problema es que para que te toquen muchas obras en Chile uno tiene que competir o tener muchos contactos, sobre todo cuando uno es joven es importante estar en concursos de composición, lamentablemente. Yo he participado en hartos, porque es una opción para que conozcan tu música y te toquen un poco. Es fome que tenga que ser una instancia competitiva. Deberían ser instancias abiertas donde no haya una competitividad tan clara, quizás un filtro pero no competitividad.
Tamara Miller: intento ver a la composición como una profesión no competitiva. Sí tiendo, personalmente, a compararme con otros colegas de edad similar a la mía, pero nunca con esa mentalidad de «tengo que ser mejor que ellos» «tengo que superarlo». Todos tenemos diferencias estéticas y por ende también distintos objetivos. Las oportunidades que se van dando pueden ser tanto suerte, como el esfuerzo y trabajo que uno hace para salir adelante, para darse a conocer. Nuestro campo de trabajo, el de la composición contemporánea, es muy pequeño y mi opinión deberíamos ayudarnos e impulsarnos entre nosotros, más que dificultar las cosas por razones competitivas. Hasta ahora sólo me he topado con miradas críticas a la distancia; una especie de rechazo social. Quién sabe si es porque no les gusta mi música o por competitividad. Personalmente, prefiero despreocuparme de esos asuntos.
¿De qué manera se da la participación de las mujeres?
Tamara Miller: Partiendo de un aspecto positivo, la participación de las mujeres en la composición aumenta año a año. A pesar de que la cantidad de mujeres compositoras es aún bastante dispar, tanto en las universidades y conservatorios como en los programas de conciertos, me parece importante remarcar que esta desigualdad se ha hecho consciente en el rubro y existen proyectos y esfuerzos que apuntan a una mayor visibilidad de las mujeres. Negativamente, muchas de estas propuestas son creadas por las mismas mujeres y no nacen desde la organización de los teatros y los programadores de festivales y conciertos. La “inexistencia” de la mujer compositora es una problemática que todavía está naturalizada, y aún hay muchas personas dentro del ámbito de la música y la composición que no consideran la importancia de cambiar esta mentalidad.
A mi parecer y de acuerdo a lo que he podido experimentar durante mis estadías en el extranjero, Chile se encuentra lamentablemente muy atrasado en esta temática. La presencia de y el reconocimiento a mujeres compositoras se da de manera mucho más libre (es decir, no forzada) y frecuente en países como Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Alemania, Francia, Holanda, Dinamarca, Suecia, Finlandia y Austria, por nombrar algunos. Si bien la balanza no está en 50/50, y no lo estará por algunos años más, se distingue la diferencia en la importancia y el respeto que se la da a la inclusividad (ya establecida) de las mujeres en los programas de conciertos, festivales, workshops, jurados de concursos, roles universitarios… En el último año que he vivido en Alemania, han sido nombradas en clases, he conocido personalmente y he escuchado en conciertos más mujeres compositoras como nunca antes en mi vida. Ha sido muy motivador. Espero la situación siga avanzando en Chile.
Diego Muhr: Lamentablemente la historia de la música está cargada de sesgos de género donde la mujer ha tenido un rol secundario, especialmente en la composición que se ha identificado socialmente con el “poder creativo masculino”. Esto está haciendo crisis y como hombres debemos enfocar –sin ser paternalistas- nuestros esfuerzos por aumentar su participación en todos los niveles, desde lo personal a lo institucional. Evitar ser observadores pasivos significa que aparte de ceder nuestros lugares de privilegio, debemos escuchar música de mujeres, enseñar el trabajo de mujeres, programar música de mujeres, leer historia e investigación que involucra a las mujeres, diseñar políticas culturales para promover la creación y circulación de la obra de mujeres. Personalmente me inspira mucho el trabajo de compositoras como Kaija Saariaho, Brigitta Muntendorf y Leni Alexander. Me doy cuenta de lo feliz que habría sido en conocer su trabajo siendo un estudiante de primer año y sólo en una catarsis personal en el contexto de las movilizaciones feministas de 2018 pude conocer. Hago mi meaculpa y confieso que en su momento no reaccioné con extrañeza ante el hecho de tener sólo profesores, referentes y bibliografía masculina. Rescato mucho el trabajo de mis compañeras por enrostrarnos el profundo machismo de nuestro rubro y la necesidad de que las cosas cambien. No nos basta con igualar, hay una deuda histórica con ellas y llegó el momento de estar en segundo plano.
Sebastian Molina: He leído del movimiento feminista. He visto que se habla de una invisibilidad de la mujer desde el ámbito de la academia y puede ser, históricamente han sido visibilizadas, pero creo que ahora hay otra labor, que hayan más mujeres estudiando la música, en mi generación de la Chile habían 2 mujeres y 30 hombres, es una cuestión a nivel país que a la mujer no se le da la oportunidad socialmente de que puede ser música. En relación a la cantidad de hombres, cuando postulas a festivales de música contemporánea de 10 hombres postula 1 mujer. Ves los programas, está la Tamara Miller, Valeria Valle, Cecilia Cordero y alguna que otra, pero siempre por debajito porque hay pocas que postularon porque hay pocas compositoras. Si se potencia mucho más que otras mujeres entren a ser parte de a composición musical sería muy diferente.
¿Cuáles son los temas que desarrolla en sus trabajos?
Sebastian Molina: La verdad es que cuando yo escribo no pienso mucho en una temática, porque creo que condiciona mucho al oyente, a veces pienso que hay mucho de eso, no soy mucho de crear una historia o una obra de un niño que está jugando y revoloteando como un tipo de poema sinfónico, me cuesta concebirlo en mi pensamiento porque soy mucho más de sentir, de la vibración misma que uno puede experimentar internamente. Cualquier persona que escuche la música puede sentirla y no necesita de una imagen o de una historia para poder percibirla, solamente necesita predisponerse a escuchar. Eso me motiva a mí. Los sonidos que elijo o que quiere representar van netamente relacionados a las vivencias que tengo, por ejemplo, estoy en un lugar oscuro: qué pienso, cómo me siento, qué sensaciones, todas esas cosas me dan vueltas, veo la música como una gran nube sonora. Todos ven las nubes pero todos ven cosas distintas. Es una gran masa que se va moviendo, yo veo melodías, pensamientos.
Tamara Miller: Mi música desarrolla diversas temáticas, a veces personales, a veces externas (literatura, imágenes, la naturaleza) o conceptuales (ideas propias o de naturaleza técnica). He tratado temas sociales por ejemplo en obras como »Recuerdo de Ahora», »Marchan Cordilleras en mi Patio» y »Red-blinded-like»; temas personales en «Vaho Albo de Este» y a veces resultan ser una mezcla como «Sentí Pasar…restos de cielo, nube en cuna», que es tan personal como conceptual. Mis ideas musicales tienen diversos orígenes y dejo que estas guíen el trabajo. Muchos compositores se deciden por trabajar materias específicas en sus carreras y mantenerse consistentes… yo me mantengo flexible y si puede decirse, desordenada.
Diego Muhr: Me gusta pensar la composición como un lugar completamente aleatorio, donde no tengo ninguna certeza de a donde me llevará el proceso de creación. Si bien abrazo ciertos conceptos y referentes, busco que sea la factura de la obra la que entregue esas certezas y los temas que finalmente quiero abordar. Me interesa trabajar en crear obras en múltiples formatos, evitando especialmente el concierto tradicional ‘a la italiana’. Conocí el ‘Teatro Compuesto’ como un concepto introducido por Matthias Rebstock -musicólogo contemporáneo-, que aúna aquellas obras donde se aplican las estrategias estructurales de la creación musical en la composición de la puesta en escena. Se aboga por que en un proceso creativo de composición, tanto sonido como luz, espacio, imagen, cuerpo, acción y texto converjan en un territorio poético desjerarquizado e intencionado, sometiéndose al rigor del tiempo como principio unificador. Hace un poco más de un año que formé Oído Medio, una compañía transdisciplinaria donde trabajamos desde el ‘teatro compuesto’ y la creación site-specific. La compañía está integrada por personas del teatro, arte visual y la composición. Trabajar colectivamente el proceso de composición ha sido un descubrimiento muy importante para mí, permitiendo poner en fricción el pensamiento individual y producir nuestras propias obras de manera autónoma.
¿Qué puede comentar de sus próximos trabajos?
Diego Muhr: Actualmente estoy trabajando en paralelo para tres proyectos. En Oído Medio estamos en la mitad del proceso de generar una nueva obra llamada “3:37” que tendrá tres partes que se estrenarán de forma separada, cada una en un formato distinto. Con la Compañía también fuimos invitados al Bendigo International Festival of Exploratory Music en Australia en septiembre de este año y a una residencia en la villa de Epecuén en Argentina, organizada por la plataforma de gestión cultural Ambos Mundos. Por otra parte, personalmente estoy trabajando con Anselmo Ugarte en el diseño de una escultura sonora que se montará dentro de la obra “Altered Views” de Voluspa Jarpa, en la 58ª Bienal de arte de Venecia. También estoy trabajando con Angelo Solari en la producción de un sistema de sonido e iluminación integrado para su trabajo de dirección en la obra de teatro “Tarde de Verano” escrita por Ana Corbalán, que se presentará en Agosto de este año.
Sebastian Molina: Una pieza para chelo solo que se tocó el 2018 en el festival de la Chile, hice una obra que la tocó el pancho López, era prácticamente una improvisación en torno a la gestualidad que había en ciertos giros musicales, llamada Fantasía para chelo, me quedó dando vueltas en la cabeza el tema de cómo desarrollar la gestualidad y orquesté esa obra, la trabajé, se tocó en la Serena el año pasado. Trabajé otro mundo más filosófico-poético del oficio compositivo. Después de esa obra me rallé un poco con los gestos y compuse una obra para oboe, que era para el concurso del Marga Marga y esa obra salió tercera. Todavía no la he podido escuchar. Esa pieza está hecha en cuanto a las vibraciones que se generan en las notas musicales, parte con la nota y se empieza expandir la idea de vibración en torno a esa nota, cada gesto va teniendo moléculas, cada cosa ayuda a desarrollar la unidad que se llama gesto.
Tamara Miller: En este momento estoy terminando una pieza para clarinete solo, que será estrenada en un concierto el día 3 de mayo, en Dresde. También una composición para José Luis Urquieta, un dúo de oboe llamado Maraña, que está en proceso. Dentro de poco comenzaré un proyecto en conjunto con la Akademie der Künste en Berlin, con el tema «wo kommen wir hin» (hacia dónde vamos). Junto con otros compositores debemos crear obras performativas a partir de esta temática y otra prestada de William Butler Yeats: In dreams begin responsibilities (en los sueños comienzan las responsabilidades). El proyecto será presentado en Berli desde el 31 de mayo al 2 de junio. El 15 de junio participaré de la «larga noche de las ciencias» (Lange Nacht der Wissenschaften) en la Universidad Técnica de Dresde, con una instalación sonora, aún en proceso de diseño junto al chileno Víctor Gutiérrez. Fui invitada también al workshop del Impuls Festival Leipzig (que no es el Impuls de Austria – tiende a la confusión) con la compositora Annete Schlünz, que se llevará a cabo entre el 12 y 14 de octubre de este año. Los conciertos son el día 15 y 16 de octubre. Por ahora la temática y la instrumentación específica del ensamble Tempus Konnex no están definidas. Esos serían los proyectos ya confirmados para este año.
Agradecimientos especiales a Tomás Brantmayer y Miguel Farías por su colaboración y guía para esta nota.