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Basada en el programa radial de Roberto «Rumpy» Artiagoitía, la película de Cristián Galaz marcó un hito en el cine nacional: ochocientas mil personas asistieron a las salas de cine en 1999 para ver en pantalla los relatos sexuales más populares del programa de la Rock & Pop, convirtiéndose en la quinta película chilena más vista en la historia y que dio paso a un boom de producciones nacionales como Taxi para Tres (2001) y Sexo con Amor (2003).

Es difícil escribir sobre El Chacotero Sentimental y su impacto en la sociedad chilena cuando apenas tenías cuatro años para su estreno en pantalla grande. Más aún si hablamos de su inicio radial en 1996 en la emisora 94.1 de Santiago, el cual causó pronta popularidad entre la audiencia, expectante por escuchar las confesiones sentimentales anónimas de diferentes chilenos y chilenas durante la tarde.

Sin embargo, tras verla veinte años después, la película resultó ser un ejercicio de memoria hacia el Chile del nuevo milenio, aquel en donde no se hablaba de manera pública acerca de sexo y de las relaciones de pareja. Los temas eran otros: la transición a la democracia, la globalización y el auge del internet influyeron en la forma de entender y consumir los medios de comunicación de la época y sus noticias.

Aquello fue la principal razón del éxito del programa radial: los chilenos estaban aburridos de escuchar lo mismo todos los días. También de ver las mismas historias políticas y densas del cine nacional de la última década, siendo un escenario perfecto para El Chacotero Sentimental y su comedia simple y directa.

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Tres relatos son los escogidos para dar cuenta de la dinámica de este espacio, en donde dos hombres y una mujer cuentan sus historias. Entre las risas y la tragedia, los protagonistas se desnudan frente al Rumpy, quien opina y aconseja de manera express bajo frases como «chicotea los caracoles» o «te vamos a ponerte un tema» para cerrar la conversación.

Catalogado como una «radiografía a la sociedad chilena», el film de Galaz recorre temas prohibidos pero al mismo tiempo naturalizados entre la audiencia, como la idea del «patas negras» o los problemas de intimidad entre una pareja de bajo estrato social que no tienen un espacio privado para compartir. También es curioso pensar que historias así serían mal miradas en la actualidad, donde los roles de género se han cuestionado y la mujer se ha empoderado: por ejemplo, el personaje de Pablo Macaya estaría siendo juzgado por obligar a su pareja a tener sexo aunque ella no quiera.

Marcela Espinoza y Tamara Acosta, actrices de la tercera historia de «El Chacotero Sentimental»

La segunda historia titulada «Secretos», en donde se relata una relación incestuosa entre un padre y su hija, aborda un nivel más allá: una tragedia que bordea lo bizarro, en donde la madre de esta hija termina suicidándose ante el asco y la vergüenza de la traición. Lo sorprendente es que El Rumpy trata muy ligeramente a la auditora a través del teléfono, siendo también reflejo de una sociedad que no está dispuesta a ver y preocuparse sobre estos actos de violencia y que prefiere ocultarlos bajo la alfombra. Todos quieren escuchar historias apasionantes y prohibidas de otros, pero nadie se cuestiona si dichas relaciones están bajo el consentimiento mutuo, eso arruina la experiencia.

Finalmente, El Chacotero Sentimental, como cualquier otro producto cultural, responde al contexto histórico y social en el cual se desenvuelve. No podemos examinar esta cinta bajo los estándares actuales, ni por su contenido ni por su calidad. Sin embargo, una cosa es innegable: este fenómeno dio pie a una ola de cintas chilenas con temáticas similares que revitalizó nuestra filmografía, logrando que los chilenos comunes y corrientes, lejos del ámbito cultural, quisieran apostar por el cine nacional.