IV. Crítica: Otros trabajos
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Roger Ballen ha realizado diversos vídeos, Dorps, 1986, Platteland, 1995, Memento mori, 2005. Desde la colaboración con Die Antwoord, en 2012, realiza cortometrajes sobre algunas de sus series anteriores, El asilo de los pájaros, 2014, Outland, 2015, y otras nuevas, El teatro de la mente, 2016, y El teatro de las apariciones, 2016. Su mayor éxito en ese campo ha sido el referido video realizado para el grupo musical Die Antwoord, I frink you frikie, en el que hay una acertada estética que vence el rechazo que pudieran provocar las situaciones presentadas en algunos de los cortes. El arte Ballenesco se manifiesta y se comprende plenamente en este video.
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En él, se aprecian dos estéticas: la del tenebrismo, con fuertes sombras y paredes oscuras con dibujos hechos con líneas claras, que presenta escenas violentas o figuras amenazantes o amenazadas, posiblemente, por sus propios temores; y la estética opuesta, la de los grises, en la que Ballen es un experto. En este caso, las situaciones son más distendidas, a pesar de las ratas o de la apariencia tenebrosa de los propios personajes que aparecen en escena. Aquí, los dibujos, al contrario que en el caso anterior, están hechos con tinta negra sobre fondo claro que no llega a ser blanco, recurriendo incluso al empleo de periódicos con fines estéticos (con letras negras sobre fondo blanco) y es donde logra sus mejores efectos artísticos, porque los dibujos, muy abundantes, resaltan más que sobre el fondo negro.
A esta estética del gris recurre en las series fotográficas de este período, creando composiciones de fondos sucios y dibujos de líneas oscuras y figuras que bien podemos denominar ballenescas, como él define su arte, que son atractivas creaciones que se muestran con actitudes agresivas pero que tienen un aspecto de infantil ingenuidad. La belleza de la imagen creada supone el dominio del arte que ha desarrollado.
Contra la idea de que el arte no precisa de la belleza, debemos decir que depende de qué arte. Las composiciones musicales de John Cage no precisan de una forma bella porque su arte es conceptual, en cambio, una obra musical con melodía requiere, por parte del compositor, tanto del dominio del estilo elegido, es decir, de la técnica de composición, como de la forma de esa composición. Las obras figurativas, de pintura, escultura, fotografía, fija o con movimiento, son equivalentes a la música con melodía, por lo cual, el creador debe mostrar que sabe crear o utilizar un estilo y que sabe componer perfectamente la escena, lo que supone crear una imagen bella.
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En esta época, también, hace trabajos fotográficos en colaboración con otros artistas, uno de ellos, es Asger Carlsen. En este caso, el artista añade fondos a las obras de Asger. Este último hace fotografías manipuladas en las que muestra cuerpos desnudos alterados con una apariencia más escultórica que humana. Nuestro artista parece utilizar la alteración de las formas corporales como alteración del pensamiento lógico. El libro de su colaboración, No joke, se publicó en 2016.
Y hace colaboraciones con Hans Lemmen en las que es Lemmen quien modifica las imágenes fotográficas originales que le envía Ballen. La obra de Lemmen habla de mundos o seres trasformados por lo que su colaboración tiene el mismo sentido que la que hace con Carlsen. El trabajo conjunto, titulado Unleashed, se expuso por vez primera en 2017.
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Hasta ahora, Ballen ha presentado imágenes, aparte de algunas esculturas. Su primera instalación, la realizó en el Museum Het Domein en Sittard Holanda, en 2011. Desde entonces, ha realizado una decena de instalaciones.
En 2015, publica, junto con Didi Bozzini, The House Project, con imágenes de diferentes períodos de su obra para simular la distribución de una casa, en la que, cada nivel, representaría una parte del cuerpo: El sótano, para el corazón; La planta baja la relación con al mundo; el primer piso, el cerebro; y, el ático, los sueños. En otra parte, relaciona las plantas, respectivamente con apariciones, el absurdo humano, la sala de lectura y con las ilusiones y los delirios humanos. La bodega es lo más profundo de la mente donde todo comienza y todo termina.
Las instalaciones tienen, por tanto, el sentido de llevar al espectador de una forma física y no mental, como se hace con las imágenes, al conocimiento del ser humano a través de los elementos que componen su ser. En esta obra hay una unidad entre los actos humanos, los motivos de esa persona, su propio cuerpo físico y su relación con el entorno.
La ampliación de las artes a las que recurre este autor supone, como se había dicho, una ampliación de objetivos. Si ya no le interesaban las razones de los actos sino la naturaleza humana ‒él dice que ya no busca los sueños, sino el lugar en el que estos tienen su origen‒ añade a esto la existencia material del hombre, representada por el corazón, sin la cual no es posible la manifestación de las cualidades del ser; la interacción con otros seres, ya que esto condiciona sus actos y sus motivos; y los sueños, como deseo de la mente de lo justo pero inalcanzable.
V. Crítica: Fotógrafo y artista
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Llega un momento en la vida profesional de este autor en el que considera que su obra posee un carácter que la diferencia de la obra de cualquier otro fotógrafo, por ello, entiende que es un artista, haciendo distinción entre un fotógrafo que capta la realidad a través de una cámara con el dominio de la técnica fotográfica y de los conceptos compositivos, para expresar una forma de ver el mundo, a la de un creador que compone las escenas para ilustrar únicamente lo significativo desde su punto de vista, el que quiere mostrar, eliminando lo superfluo, para representar, no la apariencia del mundo, sino el mundo real, ese que está antes del mundo físico y que es el origen del término surrealista empleado por algunos artistas de las vanguardias de principios del siglo pasado para hablarnos de la verdad.
En consecuencia, una cuestión que intriga a Ballen es el de la definición de arte, pensando ‒por cierto, erróneamente‒, que no es posible resolver ese enigma. Entre sus consideraciones acerca de esta cuestión encontramos algunos errores.
Uno de ellos, que el artista busca definir su existencia. Pero no necesariamente es así, pues hay artistas que tienen otros objetivos. Por otro lado, un filósofo también busca respuestas y, cuando hablamos de filósofos no necesariamente nos limitamos a los titulados, pues la vida, el pensamiento y las dudas, existen antes que las universidades.
Entiende el artista que el gran arte tiene que relacionarse con lo universal. En realidad, el arte trata sobre aquello que preocupa al hombre, al hombre como especie, no al hombre individual. En ese sentido, el arte sería universal, pero no es cierto, como dicen algunos grandes pensadores, que el arte trate exclusivamente de ideas.
En cambio, tiene razón cuando dice que el arte trasciende su tiempo, aunque, curiosamente, ningún período puede hacer el arte de otro tiempo. Y decimos esto sabiendo que los romanos se dedicaron a copiar esculturas griegas y que han pasado a la historia. Gracias a los romanos, hemos podido conocer una gran cantidad de arte ático que, de otra forma, se hubiera perdido, pero, también, nos ha complicado la comprensión de su arte pues constantemente se mezclan obras de estilo romano con otras helenas.
El arte trasciende su época porque lo que el pasado planteó fue una cuestión universal, pero que, resuelta o, al menos, analizada, ya no interesa volver a estudiar, pero si interesa conocer lo que el hombre de otro tiempo dijo respecto de esa cuestión. En el arte, cada tiempo busca sus propias preguntas y respuestas.
Y tiene razón Ballen cuando dice que el arte trata con la metáfora, pues, si tratara de sus preocupaciones de forma objetiva, no sería arte sino filosofía, ensayo o periodismo. Y trata sobre enigmas puesto que, si la cuestión ya estuviera resulta, no tendría sentido volver a plantearla. El arte busca, en los recursos de la mente, respuestas intuitivas que la razón objetiva no es capaz de proporcionar, aunque, también puede dar respuestas subjetivas a cuestiones resueltas mediante la objetividad. El arte no es una sola cosa.
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No puedo estar de acuerdo con este autor cuando, para explicar su labor, distingue entre fotógrafo y artista. En primer lugar, por el respeto que tengo a los muchos fotógrafos cuyas imágenes son ciertamente artísticas, entre los cuales no dejo de incluir al propio Ballen en sus primeras etapas, digamos, hasta la serie Outland. Y, en segundo lugar, por una cuestión absolutamente teórica. En realidad no se trata de una segunda razón sino que presento las razones para lo dicho.
El arte, a pesar de las afirmaciones de los filósofos, no trata solamente de ideas. El arte romano, por ejemplo, y no digamos el egipcio, nada tienen que ver con el arte griego ‒que, ciertamente, trata de ideas. A pesar de que, no ya teóricamente, sino evidentemente, haya una enorme diferencia entre ellas, hay teóricos modernos que se empeñan en establecer una división de la historia, bien en el renacimiento, bien en las vanguardias, metiendo en el mismo saco todo lo anterior, sin ser capaces de profundizar más, a pesar de todos sus títulos y honores, en ese asunto. Con razón, dice nuestro artista que la cuestión de la definición del arte se ha vuelto ridículamente complicada. La razón, que lo sabios no saben, lo que resulta o una paradoja o una prueba más de la falsedad del mundo social. Y como no saben, nos presentan ocurrencias.
El arte, como hemos afirmado nosotros en otros escritos, tiene un contenido profundo y otro explícito. Si el gótico era gótico a pesar de su uso por güelfos y gibelinos, si tanto servía para hacer castillos como catedrales, vemos que nada dice la intención del autor sobre el gótico, y, entonces, poco importa si se empleaba para adorar a Dios o al diablo, pues seguía siendo gótico.
De la misma forma no se puede negar la categoría de un fotógrafo por poner de manifiesto su propia estética con los medios adecuados para alcanzarla.
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La preocupación de Ballen por expresar sus opiniones sobre los seres humanos, especialmente, de los marginados, le llevó, a diferencia de la mayoría de fotógrafos, pero no de todos, a escenificar las situaciones que quería reflejar en sus fotografías, controlando todos los aspectos de la imagen que producirá: los cierres, los ambientes, los personajes -ya sean humanos o animales-, los objetos, los dibujos, las grafías… lo cual le convirtió, no en artista de la fotografía, que entiendo que ya lo era, sino en otro tipo de artista.
Es evidente, o debiera serlo, que para realizar la obra que nos presenta este artista no basta con tener una buena cámara y un dominio de la técnica y la composición fotográficas. Componer escenas, como hace este autor, implica un tiempo y un coste. Pero, además, es necesario tener un sentido de la escenografía y un dominio del dibujo y una capacidad de organización para logar que la escena sea lo que se pretendía que fuese.
De lo dicho, se desprende una conclusión, que Ballen no es solamente artista de la fotografía sino de varias otras artes. El fotógrafo se plantea cómo presentar la imagen de una cosa; el pintor, el escultor, el artista de performances, el guionista, el director y el escenógrafo se plantean qué cosa hacer, y la crean. Por lo tanto, cuando dice que se ha hecho artista quiere decir que se ha hecho artista por partida doble pues, en cada caso, hace de fotógrafo de una obra que él mismo ha creado en calidad de artista de otro arte. Prueba de ello, son las instalaciones que ha presentado en diversos museos y galerías, las esculturas, los vídeos y los dibujos que aparecen en sus obras, por sí mimos, artísticos. En esos casos, la fotografía no era el fin, era la forma de dar a conocer esos otros trabajos. De hecho, en algunos casos, las fotografías ni siquiera son suyas.
VI. Estética ballenesca
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La estética de Ballen, es la estética de lo angustioso, inquietante y de lo sórdido y lo mórbido -físico y psíquico-, pero estética artística que evita lo repugnante –hasta cierto punto– ya que el arte es representación y su objeto es la presentación de una imagen para su contemplación estética. Con ese fin, al arte le está permitido generar emociones (como le ocurre al oyente sensible al oír una bella melodía), pero no le es lícito provocar reacciones fisiológicas, ya sea mediante lo atractivo (una mujer desnuda) o lo repulsivo (el sacrificio de un animal), pues estas pertenecen al mundo material ‒y no pueden ser un fin artístico‒ y no al mental, al cual las artes se dirigen en cuanto representaciones, no en cuanto fenómenos.
Especialmente en los vídeos de sus series, Ballen cruza ese límite artístico, por la presentación de escenas de hechos reales, no siempre escenificados, que, ya de por sí, causarían una sensación de temor y de nausea -cuánto más por resultar imprevistos en una obra artística-, y que acaban por generar el rechazo del espectador a la escena. El público quiere ver los toros desde la barrera, no desde la arena.
Pero esas teorías sobre la estética artística han quedado superadas por las violentas escenas, a las que ya nos hemos acostumbrado, del cine y la televisión, por las imágenes reales, de los noticiarios o los documentales, de guerras, actos terroristas, accidentes, desastres naturales y, como no, por la evolución del arte. Recordemos las performances de Hermann Nitsch (acciones con animales muertos, vísceras, sangre…), las de Chris Burden (recibió un disparo en un brazo y se crucificó en un escarabajo), Rudolf Schwarzkogler (que, según parece, se cortó el pene en una actuación –aunque no se ha podido confirmar) y sin olvidar los actos escatológicos (Günter Brus orina y defeca, se embadurna con sus excrementos y se bebe la orina). Artísticamente, todo esto es difícil de superar, pero establece la base para considerar lo que hoy puede ser una expresión normal y aceptable en el arte.
Lo repugnante, emocional o moralmente hablando, bien puede ser parte de la cultura actual interesada en crear experiencias. El público actual puede querer ser excitado y no limitarse a la contemplación. El arte tiene una corriente en la que hay una manifestación de la acción, como ocurre en las performances, y otra de recepción o reacción ante la obra, especialmente visible en las instalaciones en las que el público puede hasta introducirse en ellas. Esa corriente se manifiesta de forma explícita y no casual, puesto que vivimos un período en el que el arte muestra cada uno de los aspectos de la obra artística, como pueden ser, con relación a las cuestiones que ahora nos interesan, la labor material del artista de la fabricación del objeto y la recepción del público de la obra y de la reacción por la comprensión de su significado. En este sentido simulado, nuestro tiempo habla de la identidad del arte y la vida, pero esa confusión, en realidad, no es posible puesto que la vida es fenómeno y el arte su representación.
El hecho fue posible en el pasado, pero no lo es en el presente porque el desarrollo del conocimiento ha permitido la identificación de los diversos elementos que componen la existencia, por lo que, lo que antes estaba mezclado y se manifestaba de forma unitaria ‒vida y arte‒, ahora se conoce como cuestiones independientes. No existe, en nuestro tiempo, esa unidad sino aglutinación deliberada, no sentida sino fingida, porque los elementos resultan identificables, lo que hace imposible la confusión.
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En los videos que realiza el artista con los mismos títulos que las series fotográficas hay mayor violencia que en las imágenes fijas. El vídeo es, por su naturaleza, narrativo; la imagen fija, con respecto a las imágenes en movimiento, es declarativa. La acción puede estar presente en las fotografías, pero solo insinuada, no desarrollada. En ellas, la acción se supone, la imagen fija no la puede reproducir, solo la puede referir.
En consecuencia, el significado de las imágenes fijas es diferente al de los videos porque no ofrecen el desarrollo de la acción. La imagen fija es, entonces, simbólica, totémica, arquetípica. Las imágenes en movimiento realizadas por personas reales -y no por dibujos animados como en la serie de El teatro de las apariciones– están obligadas a desarrollar una historia -verosímil o no-, pero de acciones posibles, por lo que, cualquiera que sea su significado puede no percibirse al centrase el espectador exclusivamente en la acción, que debe ser la propia de un ser natural. El sentido trascendente queda oculto tras la manifestación de los sucesos en cuanto fenómenos del mundo.
La maldad en las últimas series del artista, está dulcificada al ejercerse el mal, por ejemplo, sobre un muñeco, en lugar de hacernos ver cómo se ejerce el daño a un ser vivo, como ocurre en el vídeo del El asilo de los pájaros, donde matan a una gallina, la queman en una hoguera y se la comen. Los grises de las imágenes dulcifican, igualmente, los hechos expuestos porque difuminan las figuras y el horror.
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Son características de este período de madurez las fotografías de lugares plagados de rostros en las paredes, en los que es difícil de decir si son manchas o espías de la mente que manda Ballen a vigilar y juzgar lo que ocurre. Esas caras, en ocasiones, aparecen con ojos muy abiertos, igual que la boca, que muestra afilados dientes, y miran, si no de forma amenazante, sí inquietante, a la figura central. La escena principal se presenta en un tamaño muy reducido, como si fuera lo anecdótico de la obra, y es, así mismo, turbadora, pues siempre se produce una situación incómoda, que no ha tenido un final feliz, como no podía ser de otra forma a la vista del desorden ‒físico y mental‒ de la escena.
La iconografía de los dibujos, tan característica del artista, no carece de gracia y algunas de sus figuras poseen un simpático carácter infantil que, aisladamente, pudiera parecer que muestran una pueril ingenuidad, pero la escena lo desmiente, y vemos que lo que hacen esas figuras es mostrar la hipocresía del mundo, en donde quien te quiere perjudicar no manifiesta sus intenciones abiertamente sino que, astutamente, se presenta como un buen amigo. La iconografía de la escena principal es, igualmente, interesante, y suele estar desarrollada por muñecos, esculturas o fotografías de personas.
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La estética ballenesca es el desarrollo de la estética de las formas con las que el autor ha fotografiado a las personas, marginadas y marginales, animales inquietantes y objetos deteriorados, dentro de espacios delimitados, abandonados, oscuros y opresivos, de acuerdo con su forma de pensar, es decir, que la forma de expresarse –con independencia de la representación realizada- es, de por sí, una forma de expresar ese pensamiento. Su estética es posible insertarla dentro de la cultura actual y muestra las particularidades personales del pensamiento del autor, cumpliendo aquella antigua norma que exigía en el arte variedad dentro de la unidad y que es, igualmente, aplicable al estilo.
Su estilo posee rasgos surrealistas, del teatro del absurdo e influencias del art brut, arte creado por personas que están al margen de la sociedad y sin formación académica, por ello, primitivo o tosco y centrado en lo expresivo, que muestra la rugosidad del material de las paredes y las texturas de los objetos; y los dibujos están realizados con ingenuidad pero alcanzan una gran calidad estética, que no es arte naíf, pues le falta la calidad figurativa que este tiene, y porque sus intenciones son las de llegar a la emoción, a través de la comprensión ‒igualmente coherente con las intenciones manifestadas por el artista de buscar detrás de las apariencias y de las cosas sensibles‒ y no tiene por finalidad realizar una documentación gráfica de las cosas que ha visto. El hecho mismo de que, artísticamente, vaya abandonando la fotografía en favor del dibujo y de las instalaciones supone el cambio de un arte técnico, como es la creación de imágenes por medio de una máquina, a otros artesanales cuya apariencia obliga, en contraste con la fotografía, a recurrir a la percepción intuitiva en lugar de la racional. Y, por si esto fuera poco, el uso de animales con un sentido totémico y el de seres humanos como arquetipos universales, le vinculan con el simbolismo que es la característica principal de su obra madura.
El contenido explícito, que da lugar a la representación concreta y que tanto preocupa al autor, artísticamente suele ser secundario, solo afecta al arte porque, como en este caso, es el origen del contenido profundo que da lugar a la forma de expresión de Ballen, a su estilo, con independencia de que, después de haber creado ese estilo ballenesco, retrate ‒física y psicológicamente‒ a personas marginadas o millonarios de la Quinta Avenida de Nueva York, a los que nada impediría ver desde ese punto de vista de su estética particular, pues, de hecho, lo que su obra aventura es la disolución de ese mundo oficial, ya que la sociedad actual pretende sustituir los valores sociales por los impulsos personales, y, a los poderosos, por la gente corriente.