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Desde finales del siglo XVIII y la mayor parte del siglo XIX se vivió en Europa un clima de agitación política-social que causó profundos cambios en las sociedades de la época, motivadas por la Ilustración y su reconocimiento de la Razón como fuerza que daba sentido al Ser Humano como individuo. Con la llegada de nuevas tecnologías, la fe e inversiones puestos en las ciencias, en nuevos descubrimientos, se daba el inicio a la industrialización y el comienzo de un nuevo paradigma. Los procesos históricos de independencia en las colonias europeas, la revolución en la industria y su impacto generó cambios radicales que modificaron para siempre la forma de relacionarnos y ver el mundo y, por consiguiente, en cómo lo representamos. Estos procesos históricos fueron los inicios de la Edad Moderna y los cimientos de la era actual.

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Con sociedades cada vez más alejadas de tradicionalismos y religiones, en Francia del siglo XIX, donde se escuchaban con fuerza los principios de Igualdad, Libertad, Fraternidad, nació un nuevo estilo de arte: el Impresionismo. El nombre se lo debe a la obra Impression, Soleil levant (1872-1873 “Impresión, sol naciente”), pintura de Claude Monet, considerado uno de los padres del movimiento. Esta corriente artística se caracterizó por usar el lenguaje pictórico en la naturaleza y por desafiar los antiguos cánones que constituían la formalidad y rigidez del arte renacentista.

Los pintores dejaron sus talleres para pintar en la naturaleza. Eso fue totalmente nuevo en el ambiente. Comenzaron a pintar en los bosques, playas, orillas de canales, teatros, circos y cafés. Salir a pintar al exterior era toda una revelación. Los movimientos de la luz, de los animales y los seres humanos fueron fuente de estudio y conocimiento del Impresionismo. Buscaban capturar ese momento en que aparece la magia, la luz, tal como podía hacer un botánico cuando descubría en una montaña lejana una nueva especie de flor silvestre; era la unión de la ciencia con el arte por el naturalismo. El artista ya no quería fotografiar la realidad para imprimirla sobre un lienzo, sino que interpretarla con sus propios ojos. Luminosa, eléctrica, de vibrantes colores en atmósferas llenas de vida.

Este movimiento, mayormente de arte plástico, se identificó también por el uso de colores puros sin mezclar, no ocultar la pincelada, dándole protagonismo ante todo a la luz y el color. De esta manera, las formas se difunden con imprecisión de acuerdo a la exposición lumínica a la que están sometidas, y una misma forma cambia dependiendo de la iluminación sobre ellas, dando lugar a una pintura totalmente distinta. Se reflejaba en las obras la misma libertad de expresión individual que se predicaban en las calles europeas.

Claude Monet, Auguste Renoir, Edgar Decas, Camille Pissarro o Edouard Manet fueron impulsores del estilo que se masificó rápidamente por Europa. El Impresionismo nació con la Modernidad e influenció en el nacimiento de otros estilos posteriores, como el Postimpresionismo, Expresionismo y Surrealismo.

Muchos artistas destacados como Paul Gauguin, Vincent Van Gogh, Henri Matisse, entre muchos otros tuvieron períodos artísticos impresionistas.

Al impresionismo le debemos el retrato vibrante de una naturaleza orgánica, de una visión de mundo unitaria y de la convicción en la voluntad humana libre e iluminada por una poética luz interior. Como Manet señaló: “pinto lo que veo, y no lo que los otros quieren ver”.