Dja Guatá Porã una exposición realizada con comunidades indígenas que busca darle un giro a la manera como es entendida la historia en Rio de Janeiro.
Son muy pocas las veces que los indígenas exponen sus propias creaciones en los museos de arte, a menos que sean reconocidos y tengan un bagaje artístico que pueda ser demostrado en su hoja de vida. Para esta ocasión, el equipo curatorial del Museo de Arte de Rio de Janeiro compuesto por Sandra Benites -guaraní de Espirito Santo- quien está cursando un máster en antropología y lingüística en Rio de Janeiro; Clarissa Diniz, curadora permanente del museo; José Ribamar Bessa, antropólogo e historiador; y Pablo Lafuente, curador de arte contemporáneo reconocido por su participación en la 31 Bienal de Sao Paulo y la 54 Bienal de Venecia, entre otros.
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El resultado de esta investigación fue recopilada en Dja Guatá Porã. La muestra está abierta al público hasta el 25 de marzo y reúne más de 260 piezas de diferentes formatos, entre textos, videos, fotografías, pinturas, registros etnográficos y objetos sagrados indígenas. El significado del título hace alusión al camino espiritual guaraní. Son todas aquellas experiencias y transformaciones que tienen que vivir para llegar a una tierra sin mal, una idea de cielo que ha existido entre las comunidades por cientos de años.
«Todo comenzó como un proyecto de discusión y consulta comunitario: la presencia contemporánea indígena (y la historia de esa presencia) en Rio debería ser construida colectivamente, junto con individuos y comunidades indígenas que viven en el estado, a través de una serie de encuentros de pequeña escala en el museo y en las comunidades. Asegurándonos de que los indígenas estuvieran presentes en todos los niveles», señala Pablo Lafuente.
Proceso de creación
Reunieron indígenas de Puri, Pataxó, Guaraní y comunidades que viven en áreas urbanas que quisieran hacer un intercambio con el museo. El reto pasó de ser un encuentro sencillo a una recopilación antológica de todos los relatos producidos durante ese diálogo. Además, esta labor casi titánica tenía como misión «expresar la idea de ser carioca», tal como aparece en el texto curatorial. Gentilicio que ha sido utilizado para ubicar geográficamente a las personas del estado de Rio de Janeiro y que es mundialmente famoso como sinónimo de la identidad litoral brasilera. En este caso, la palabra sale del imaginario popular para ser estudiada a profundidad desde su etimología amerindia.
Otro reto de la exposición fue mostrar las comunidades indígenas como parte activa de la ciudadanía. «Un campo todavía desconocido para muchos de sus habitantes, que todavía las ven como algo que hace parte del pasado», cuenta Clarissa Diniz durante una entrevista a Radio EBC. Lo que en principio parecía imposible se convirtió en un reto que actualizara la identidad indígena que tiene Brasil y que todavía no ha podido consolidarse.
Para evitar malentendidos, el proyecto fue pensado en conjunto con el equipo de educación e incluyeron las asesorías de arquitectos, diseñadores, antropólogos, historiadores y artistas. De tal manera que el acercamiento con las comunidades no fuera desde cero y no utilizara métodos que terminaran en conclusiones ajenas a la participación de los indígenas. Por el contrario, quería darles voz para que ellos fueran quienes hicieran la introducción a su cultura y el equipo que apoyaba simplemente era testigo de lo que ocurría, articulando los discursos al museo.
La exposición está dividida en cinco núcleos principales que hacen referencia a su relación con el entorno. Cada uno aborda una problemática diferente que resalta temas como las formas de comercio, la diferencia entre los tipos de educación, el significado de arte para cada una de las comunidades, el rol que desempeñan las mujeres y la relación de las comunidades con la naturaleza. Este último salió de las paredes del museo y se instauró en la plaza Mauá, con un jardín hecho por un grupo de indígenas que, por medio de un ritual, complementó la exposición en el espacio público, y se convirtió en una provocación para hacer eco afuera de las paredes del museo.
Desde el litoral hasta la amazonia
Sitios como Paraty, Sepetiba, Cachambi, Catumbi, Ipanema, Guaratiba, Inhauma, Jacarepaguá, Irajá, Itaboraí, Niterói, Itaguaçu y Itatiaia se ven reflejados en ese interminable guion construido en forma de serpiente, que juega con los límites de la obra de arte como objeto simbólico, y el artefacto indígena como material de estudio científico. El recorrido simula la sierpes de un ofidio. Pensado de esta manera para romper con el discurso lineal y adaptar en el espacio un animal que está en todos los mitos originarios. Una de las piezas más emblemáticas fue hecha por Denilson Baniwa, quien hizo un paisaje en imitación a los contornos curvilíneos de la serpiente, inspirado en la frase del antropólogo Eduardo Viveiros de Castro: «en Brasil todo el mundo es indio, excepto quien no es brasileño».
Entre las estrategias de participación, se encuentran iniciativas como la Universidad Indígena de pensada por una comunidad de que vive en el barrio Maracaná (dentro del perímetro urbano de la ciudad de Rio de Janeiro). La comunidad lleva el nombre del barrio y se encuentran en proceso de convertir el predio en una universidad que transmita el conocimiento y las tradiciones ancestrales como parte fundamental para preservar los conocimientos de naturaleza endémica.
La exposición ha llevado a los investigadores a retomar procesos de apropiación que son propios del norte o del nordeste. «En Brasil, la mayor cantidad de iniciativas que han tenido eco en el mundo de los museos proviene del nordeste y se refleja con claridad en los tiempos que se desarrolla la exposición, como una alusión a esa libertad de representación que sólo es posible en el siglo XXI», explica Mario Chagas, director del Museo de la República y experto en temas de museología social, quien ha mostrado interés debido a la inclusión de nuevas propuestas que creen exposiciones colaborativas y, en vez de dividir por secuencias históricas o lineales, han creado tiempos para dividir los nodos curatoriales: Tiempo de la Autonomía, de la Invasión, de la Usurpación y de Retomar.
Más allá del arte
El tercer piso del museo está dedicado a la ciudad y al estado de Rio de Janeiro. Algunos se preguntarán ¿qué hace esta exposición en un museo de arte? Los más expertos incluso podrían preguntarse ¿más que arte no debe ser esto considerado como artesanía o etnografía? Y los más desprevenidos, se harán una pregunta muy válida ¿los indígenas hacen arte?
Aun que estas preguntas parezcan fáciles de responder, Ivan Reinaldim, profesor de la UFRJ, cuestiona todos los límites de piezas indígenas en un museo de arte. Durante una conferencia de dos horas en el marco de la exposición, el conferencista argumenta que para ver como cada uno de los componentes de la muestra hay que revisarlo como un ejercicio pedagógico y filosófico que toma elementos propios de la artesanía y la etnografía, y los observa desde la lupa del arte occidental.
«En esta época necesitamos referentes para entender lo que es y no es arte. Esta propuesta rompe con la concepción de la tradición occidental y traslada lo que entendemos por historia ajena, o por mercado artesanal algo que puede tener tanto valor como una obra realizada por un artista», explica Reinaldim.
El descubrimiento de América implicó dividir el conocimiento en partes impensables para la cosmogonía indígena. Así que presentar indígenas como artistas y mostrar una investigación multidisciplinar busca ir más allá. Se puede decir que ve el museo como templo de representación de la misma manera que lo es una maloca, puesto que «utiliza teorías interpretativas para actualizar un sistema de ideas», retoma el conferencista citando a George Dicke y complementa «la función del artista indígena es personificar el rengo de un payé (líder espiritual indígena de algunas comunidades del Amazonas) para quien es de afuera».
Este relato lo complementa el curador Lafuente, quien coincide, argumentando que «no creo que sea posible que un museo de arte continúe hoy considerando arte sólo los lenguajes y producciones que son el resultado de una definición de arte colonial. Claro, la palabra arte es un problema, por su origen, pero frente a eso creo que la única actitud posible es estar dispuesto a revisar esas definiciones hasta el punto de que la palabra se fracture».