(…) como si en sus ojos se asomara el mismo mar y la misma tierra buscándose en su incontenible y constante naufragio, es como si fuesen una ausencia permanente siguiendo al marido, hija o abuelos idos, y los mensajeros, a la vez, que nos guiaran a nuestros túmulos mientras nosotros tratamos, no en vano, deletrear la efímera rosa que nos une para siempre.
(Ronald Kay, 1966)
La 13ª Bienal de Artes Mediales invita a entender el fenómeno natural del temblor como una manifestación de la actividad del planeta tierra, como un ente vivo que a su vez es el hogar de otros seres vivos. El mero roce de las capas tectónicas viene a remecer el estado de somnolencia de una sociedad ensimismada por los medios. Las consecuencias de este movimiento revelan grietas de la comunidad y nos hace conscientes de nuestra vulnerabilidad.
A partir de este fenómeno físico, se generan réplicas de sentido simbólico, también llamadas obras, que dan cuenta de la investigación y punto de vista de 40 artistas (nacionales e internacionales) que se toman gran parte de las instalaciones del Museo Nacional de Bellas Artes: el hall principal; las salas del ala norte y sur; y los balcones de la segunda planta.
Ubicado en el hall, en lo que podríamos llamar el epicentro de la exhibición, encontramos un sismógrafo que se encarga de registrar la agitación subterránea del edificio. Junto a él se encuentra la estación editorial que permite al público la realización de un fanzine donde registren su propia experiencia a partir del concepto de temblor. Este módulo cuenta con la participación de diversas micro-editoriales, que se irán relevando a medida que avance la Bienal.
En el ala sur, la insistente intermitencia de una luz blanca capta nuestra atención hacia la obra “#MementoMori” de Gabriel Tagle (Distrito Federal, México, 1980). Esta instalación consta de una caja de luz con la imagen serializada de Lincoln y un dispositivo que maneja la intermitencia de la luz. Junto a ella se encuentra una pila de papeles que contienen la justificación conceptual de la pieza:
#MementoMori es entonces una pregunta por los límites de la memoria hoy en día, por las presencias ausentes y las memorias inquietas que no caben en la circulación panóptica del hashtag y son rayadas inagotablemente sobre rostros pálidos, demasiado frígidos de la monumentalización.
En el rincón opuesto a esta pieza, se ubica “Timekeeper” de Pierre Huyghe (París, 1962). En la que la simpleza del gesto, como una excavación arqueológica, es capaz de revelar una línea de tiempo de la pintura que ha revestido al edificio. La imagen resultante recuerda a los anillos que revelan la edad de un árbol o la estratificación del suelo. En esta oportunidad la obra simboliza la mina de Chuquicamata, se encarga a través de este medio de trasladar la mina a tajo abierto más grande del mundo al centro del país, para ser exhibida en un museo.
“The Irreversible” de Norimichi Hirakawa es un cuestionamiento a la temporalidad, al orden lineal del pasado, presente, futuro y como el quiebre de esto puede condicionar las experiencia que vivimos como espectadores. Nos presenta un inversión temporal, una rebobinando luces que simbolizan la explosión e implosión de energía a partir de una bomba.
En el ala Norte encontramos, entre otras piezas, la instalación “Pictures at an exhibition” de Wolfgang Spahn (Alemania-Austria). Donde una cámara recorre las pequeñas pinturas abstractas provenientes de discos DVD intervenidos con un proceso químico. La imagen es ampliada y proyectada hacia el muro para que podamos ser testigos del micro-universo orgánico que se esconde en los datos digitales escaneados. Al mismo tiempo podemos escuchar los chirridos del láser y el retumbar de un bajo, lo que intenta imitar la experiencia de oír los diversos sonidos producidos por un sismo que rondan por internet.
En la sala contigua podemos encontrar obras como “Politics of Friendship” de Rosell Meseguer (España, 1976), que utiliza el texto del mismo nombre de Jaques Derrida. Interviene directamente el objeto libro identificando sus 4 conceptos principales, al mismo tiempo que les designa un color: amarillo (tiempo), rojo (poesía), azul (política) y verde (amistad).
Esta “otredad” y la constitución del concepto de amistad es leído por el filósofo como una relación que se construyó bajo presupuestos machistas y homo-centrados, la hermandad, al cual contrapone una lectura antagonista donde la ausencia del concepto de amistad “amigos, no hay ningún amigo” al mismo tiempo lo refuerza como posibilidad de otra cercanía, ésta de-construcción permite re-pensar también los lazos de una comunidad post-desastre.
Finalmente, la Bienal se encarga de homenajear al recientemente fallecido artista y poeta Ronald Kay, un pilar clave en la realización de este evento. En los balcones del museo encontramos la instalación de 80 copias del libro “Un origen, Monumento a Pedro Aguirre Cerda”, donde se relata todo el proceso de realización del monumento a partir de la idea de Lorenzo Berg, quien se inspira en el legado del político para conmemorar la actividad sísmica del año 1960, sin embargo, el proyecto se queda si autor en el momento que Berg es expulsado por su radicalidad política, convirtiendo a la obra en un fracaso.