.Daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento
(Miguel Hernández).
Volver a Chile, es el nombre de la primera muestra póstuma que desde el 2 de junio al 30 de Julio se presenta en el Centro Cultural El Tranque de Lo Barnechea, que reúne una selección de 30 obras en torno a la figura de José Balmes, Premio Nacional de Artes 1999.
Volver a Chile, no es sólo una muestra, sino es el certificado de residencia definitivo de un artista marcado por su doble exilio y por dos patrias que lo sustentan. Tan español como chileno José Balmes, artista enraizado en ambas tierras que lo vieron nacer y desarrollarse desde la pintura de urgencia a una noción de agreste realismo. Determinante posición que además supone un giro primordial en el uso de la materialidad, derivado de su paso hacia el informalismo, y que se manifiesta en un activo cuestionamiento en torno a la gestualidad de la obra, enfatizando la incorporación de diversos pigmentos, soportes y objetos cotidianos como esmaltes, aerosoles, cintas adhesivas, brochas, maderas, tierras, arenas, hojas de diarios, bolsas de plástico, letras de molde, sacos, bototos o guantes de trabajo.
Constructo que en sí define un modo de situarse como artista impenitente y comprometido, con capacidad para hacer de su paleta la mejor arma para combatir la injusticia. Quehacer graficado en forma certera por Francisco González – Vera: “José Balmes se sitúa no en el espacio del que contempla en la pasividad de la historia; se cose la historia a la espalda, ha cargado con ella desde niño”. Al desmoronarse su realidad más próxima, cuando don Damián, su padre, parte al frente de batalla en la guerra civil española y él a sus cortos 12 años cruza los Pirineos junto a la familia de Roser Bru, para luego embarcarse en el Winnipeg y llegar a este Chile que lo formó y desde donde lanza sus primeros gritos de advertencia al ver la sangre fuera de lugar y sus telas empiezan a salpicarse de rojos y negros enlutados, como una gran parábola que va desde España a Chile y viceversa .
Así Balmes, fue conformando un espacio crítico afín con el hombre y su problemática, dando realce al dramatismo gestual cargado de simbolismos donde tanto lo objetual, como lo narrativo configuran una estética derivada de un entorno socio –político, concordando en gran medida con la visión artística de Sergio Rojas – “El arte deviene un modo de mirar la realidad circundante, antes que de representarla como mundo o procesarla como obra”.
Sentido de responsabilidad social que al hacer énfasis en lo coyuntural, posibilita, tal como se aprecia en Volver a Chile, una crónica desde una realidad histórica fracturada, la que por cierto no se remite en exclusiva a lo circunstancial, y que se explica en buena parte por su firme convicción de que como artista visual nunca estuvo al margen de las arbitrariedades, por el contrario, supo encararlas, manteniendo siempre sus pinceles en ristre. Recalcando que más allá de su posición inocultable, dirigió siempre sus esfuerzos hacia el hombre y por extensión a toda la humanidad, como una causalidad en la cual confluye su propia historia, con un periplo no menos dramático, que en este caso opera como el detonante que no sólo fustiga, sino que testimonia una convulsa y apremiante época.
Así, poco a poco Balmes allanó el terreno para que el arte fuese una tribuna donde complementó estética y verdad, consagrando gran parte de su obra a mostrar la explotación, la miseria y el dolor con sus múltiples caras, simbolizadas muchas veces en manos que claman silenciosas, en banderas desgarradas o en anónimos protagonistas a los cuales la historia les pasó encima y que Balmes rescató dándoles un protagonismo épico, pero a la vez dándoles una envestidura heroica, pero con una perspectiva próxima y real, alejada de la magnificencia y llena de humanidad. Hecho que queda demostrado en esta su residencia definitiva de este pintor nacido en Montesquiu, Cataluña en 1927, alumno de la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile entre 1943 al 1949, luego como académico y Decano de la misma facultad entre (1950 a 1973), actividad que continuará como profesor de pintura en la Universidad de París I, Pantheón, La Sorbonne, hasta su regreso a Chile en 1986, donde recibe el Premio Nacional de Artes 1999 y luego el Premio Altazor en el 2002, entre muchas innumerables distinciones obtenidas a lo largo de su destacadísima trayectoria. Por eso Volver a Chile, es reencontrarse con un hombre y una obra que no decrece, sino al contrario se agiganta en la medida que uno entiende su magnitud y por cierto su compromiso de vida.