Montserrat Mesalles | La alquimista del objeto

Es un placer presentar, gracias a la labor de investigación y de edición de uno de nuestros más fieles colaboradores, el crítico y curador cubano, residente en Madrid, Andrés Isaac Santana, el trabajo de la artista costarricense Montserrat Mesalles, de quien –afirma el crítico– “se trata, sin ningún género de dudas, de una de las artistas más relevantes dentro del espacio cultural centroamericano, con una obra que alcanzará altos réditos de legitimación y prestigio”.

 Acerca de Montserrat Mesalles:

La carrera artística de Montserrat Mesalles revela un inequívoco signo de identidad: el ascenso paulatino sin estridencias ni sobresaltos. La suya es manera de proceder que cosecha los beneficios del buen hacer frente a la premura de las figuraciones intempestivas. Entre sus próximos proyectos destacan, especialmente, su inminente participación en la Bienal de Venecia, la inserción de su obra la muestra Fountain (un proyecto que será comisariada por el teórico y esteta murciano Pedro Alberto Cruz, con motivo de las celebraciones por los 100 años de Fountain, de Marcel Duchamp y su inclusión en el proyecto Detrás del muro, en la próxima edición de la Bienal de La Habana, en noviembre de 2018.

M. Mesalles nació en San José, Costa Rica, don­de vive y trabaja actualmente. Fue enviada a Europa para realizar su escuela secundaria y ahí cultivó una pasión por las artes e historia, ya que sus clases eran complementa­das con visitas guiadas a los grandes museos y galerías. Ob­tuvo su Bachillerato en Artes Plásticas con énfasis en Pintura en la Universidad de Costa Rica, después de haber comple­tado la mitad de sus estudios en la escuela de Artes Visuales de la Universidad de Kansas. Hoy en día, la escultura es el principal medio artístico de Mesalles y artistas que usan desperdicio industrial, tales como Mark di Suvero, Robert Rauschenberg, John Chamber­lain, Anthony Caro y Bill Woodrow, han sido su inspiración. Esta influencia, combinada con una propuesta personal, donde la sostenibilidad se funde con una contemporánea reinterpretación del concepto de objeto encontrado de Mar­cel Duchamp, Mesalles pretende demostrar que todo en la vida tiene un potencial renovable y que en el mundo actual donde hay tanta abundancia y sobreconsumo, es posible extenderle la vida a muchos materiales pre-existentes.

Explica la artista:

El contexto de actuación desde el que se ar­ticula mi propuesta artística está respaldado por un discurso personal que considera que la producción de mi práctica debe de estar marcada por su impacto y recepción sobre la trama de relaciones que afec­tan mi entorno social, económico, histórico y cultural. Concibo la práctica artística como un ejercicio inter­pelante y responsable. De esta manera propongo un grupo de mensajes que afectan varios órdenes de la conciencia de los espectadores acerca del aprove­chamiento de los desechos. Fuerzo, de este modo, a pensar en las posibilidades y beneficios de un pensa­miento artístico influenciado por un razonamiento me­dio ambiental que busca el rescate y la restitución de los valores civilizatorios por sobre los principios pre­datorios –respecto del medio– que ejercitan la cultura y el hombre. Me interesa promover una visión del arte y de su puesta en escena, de indudable perspectiva cultural. Creo que es sólo desde ese lugar que po­dremos enfrentarnos a problemáticas de la actualidad que nos afectan a todos. Paralelamente al interés por el reciclaje en mi traba­jo, también se funde una fascinación hacia el concep­to de “objeto encontrado” de Marcel Duchamp, donde el desperdicio industrial, las antigüedades u cualquier otro artefacto que haya rescatado, me funcionan para mi propia y contemporánea reinterpretación de este concepto. Soy, por decirlo de algún modo, una gran recolectora de desechos y objetos a los que luego atribuyo un nuevo estatus y otros sentidos.

La mirada crítica (Los otros):

El universo objetual de esta artista, que se cifra en la recuperación y en la alteración de los sentidos originarios del artefacto, ha recabado el interés de la mirada crítica de expertos tanto como de periodistas culturales que se rinden ante su fascinación. De ese amplio ramillete de lecturas seleccionamos aquí algunas afirmaciones que conducen por múltiples y posibles caminos de interpretación y de exégesis en torno a su trabajo.

“Es sobre el fondo de contraste aportado por esta interpretación del readymade que la obra de Montserrat Mesalles entrega algunas de sus principales y más privativas claves. Como sucede con Duchamp, cada una de sus piezas funciona como una auténtica trampa para el espectador, en la medida en que la atracción ejercida por el objeto como tal puede atraparlo en la seducción de su parataxis, es decir, en la misma estrategia de ensamblaje lúdico e irónico de diferentes elementos. Cada “escultura” de Mesalles opera, en un primer nivel de lectura, como un heteroobjeto, caracterizado por la resistencia a ensimismarse en la identidad de su función. Su singularidad estética reside precisamente en la construcción de “frases” o “proposiciones” inconexas, no trabadas por un sentido específico. Y la atracción ejercida por el mero despliegue de su extrañamiento es tal que no es difícil que el conjunto de la estrategia hermenéutica quede reducida a una constatación asombrada de esta apertura del objeto a la otredad.

Pero, en realidad, lo que Mesalles busca provocar en el espectador es un distanciamiento con respecto a la inmediatez del objeto. El simple hecho de la descontextualización de una realidad material ya no sirve, a estas alturas de la historia, para articular un mensaje crítico. La contaminación de un significado con otro no conlleva la creación de un “margen de distancia” aprovechable por el espectador para desarticular la semántica convencional del objeto. La suma de sentidos se resuelve en un efecto de hipertrofia que refuerza la presencia y, por ende, la presión de la realidad cultural sobre el sujeto”, Pedro A. Cruz Sánchez.

“No se trataba, en su caso, de cincelar piedras hasta ver nacer un nuevo e inmortal holograma. No se trataba de la búsqueda de una objetualidad, sino de una actitud casi evangélica de prometer vida más allá de la vida: resucitando aquello que antes ha muerto. Cada escultura de Montserrat Mesalles es una reencarnación para seguir viviendo, un concierto de almas escrito siempre como una Suite en “Re”: re-diseño, re-fundar, re-insertar, re-vivir, re-inventar, etc., con el único fin de no ver al material fenecer, de perpetuar su existencia más allá del tiempo y de las cosas. Es este propósito y su narrativa directa, franca y recia, el que emociona multitudes con la elocuencia de un cartel publicitario de grandes dimensiones. Cada pieza suya es un plano de colores convincentes e inolvidables que apunta escuetamente a lo esencial: la vida. Sus piezas dialogan entre sí y se preguntan como en la novela de Vsevolod Ivanov: “¿Vivirán bien los hombres después de nosotros?” Y su creadora sólo acierta a responderle: “Eso les toca a ellos”. Visto así, se advierte que la narrativa artística de Montserrat Mesalles es un marco de acción hacia el que convergen las tesis del ¡Hay que vivir! Y no para resignarse: ¡para refundar la vida! He ahí donde creo que reside la mayor virtud de su trabajo y esa capacidad que le lleva a emocionar a sus interlocutores directos, cerca o lejos. Sus esculturas vivas y dinámicas han sido concebidas a partir de un espíritu salvador que libró, a cada una de sus partes, de los sedimentos de la inutilidad, de la amargura y la tristeza del arribo al fin de una vida que tal vez fue problemática, árida y desesperante en los últimos momentos, terminando confinadas en la basura. Pero la basura a partir de la obra de Mesalles es obra plástica, reflexión profunda y desgarrada llena de rasgos de genio, sólida y ruda como una pétrea manta de crin; es un gesto admirable desde y para la escultura en el actual devenir del arte contemporáneo del puente americano que simboliza Centro América. Esa restitución poética confiere valor narrativo a sus obras. Cada una parece escribir el documento biográfico de un pasado que no muere porque renace reconciliado con la luz de un futuro donde sus objetos se colocan, desde ya, para la memoria y los sueños de los hombres. Alfredo Valdés Bermúdez.

“En muchas ocasiones se ha asociado la figura del artista con la del bricoleur, según lo definía Lévi-Strauss, y no cabe duda de que dicho concepto nos puede resultar clave a la hora de acercarnos a la obra y la forma de trabajar de la artista costarricense Montserrat Mesalles. El bricolage, según este autor, sería la estrategia epistemológica que caracteriza al pensamiento mítico-religioso, y que consiste en construir estructuras nuevas a partir del ensamblaje de otras preexistentes –o fragmentos de ellas-. El trabajo escultórico de Mesalles se basa, en efecto, en el ensamblaje de piezas industriales de desecho que da lugar a un objeto nuevo, un objeto artístico: se trata de una auténtica bricoleuse. Y, sin embargo, a pesar de estar utilizando una metodología tan básica y ancestral como es la creación de algo nuevo a partir de la unión de fragmentos preexistentes –método que se asocia al origen del arte, a la pulsión creativa primera-, no dejan de apreciarse en la obra de Mesalles –al menos- dos preocupaciones puramente contemporáneas. La primera de ellas es el tema del residuo, del desecho y del reciclaje; la posibilidad de dar una nueva vida a todo aquello que sale hacia los vertederos después de haber cumplido con su servicio a una sociedad que reclama una incesante producción industrial. La propuesta de Mesalles enfatiza ahí el punto de la función: en ella está la clave para considerar que un objeto pueda seguir siendo valioso o no, puesto que algo que ya no cumple la función que se le había asignado inicialmente puede, sin embargo, acometer otra diferente, que es la que la artista le asigna”. Sofía Fernández Álvarez.

“En un contexto en el que ya casi nada nos sorprende sobresale, por su originalidad y por presentar un discurso diferente, el quehacer de la artista costarricense Montserrat Mesalles. Me es muy gratificante conocer que este modo de hacer (lo escultórico) sigue por buen camino, que es posible localizar en el panorama visual latinoamericano creadores que se caracterizan por la experimentación formal, conceptual y estética y, que sus lenguajes se adapta y son el reflejo del contexto que le ha tocado vivir. Su universo, y lo digo con firmeza, posibilita que estudiosos, críticos e investigadores puedan apreciar una evolución en su profundo quehacer artístico. Montserrat crea un anfiteatro en el que sus personajes, solos o en grupos, detenidos en el tiempo construyen escenarios que le posibilitan narrar historias afianzadas en su imaginario individual que a su vez se convierten en nuestra realidad. En cada trabajo observamos cómo sus figuras, de diversos formatos, encuentran en la chatarra su medio expresivo por excelencia. Sigue la estética del reciclaje (muy común en las prácticas artísticas contemporáneas) y la noción del readymade duchampiano; es por ello, que Mesalles materializa en cada una de sus piezas cierta mixtura entre arte, utilidad, funcionalidad, diseño y relación directa con el usuario. Palabras que vienen a resumir y a aunar toda una producción visual basada en preocupaciones de un período donde la utopía es fácil de encontrar”. Daniel G. Alfonso.

“En definitiva, si Mesalles se siente vinculada al gesto rompedor de Duchamp, lo hace no tanto –y como suele general y deficitariamente entenderse– como gesto que tambalea las paredes de la institución-arte, sino como alegato con el que hacer entrar al arte en una nueva era: una transformación por la que la obra de arte no se sabe tal por mor de la calidad de su contenido –significado– sino por la inscripción que el desplazamiento constante del significante genera en la pantalla-mundo. Así, si sus operaciones de recosido, fusionado y fundido de objetos ya obsolescentes pudieran tener importante conexiones con la relación siempre problemática que media entre arte y diseño, mucho más radical nos parece esa capacidad de Mesalles para, recomponiendo fragmentos, recosiendo ruinas, alegando impulsos lúdicos ya olvidados en la rutina de una cotidianeidad diezmada en la funcionalidad del dato binario y abstracto, reinsertar al objeto en otra secuencia tensional, en otro desplazamiento de significantes, haciendo de él no ya contenido sino forma: molde que llenar de vida, de memoria, de experiencias. El aura de estas obras, por tanto, no es tan solo y cómo diría Benjamin una lejanía que se hace presente ni tampoco algo que ha quedado anulada en los pormenores de la lógica instrumental que anima cada transacción simbólica. Su aura viene retroproyectada, de un futuro, de algún futuro, de esa temporalidad que hemos de crear disfrutando lúdica y festivamente de estos objetos de arte. En definitiva, el tiempo aurático de estas obras remite obviamente a su pasado pero sobre todo a una futuralibiddad que se hace presente para, reinsertando los objetos en una historia de la que habían sido ya eliminados y consumidos, sacarlos del olvido”.Javier González Panizo.

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