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Culturalmente de gran importancia, cuenta en su historia con ser el primer museo nacional público de la capital británica. Con al menos 8 millones de objetos, incluye una de las mejores colecciones de arte antiguo, y es –sin lugar a dudas– un espacio a recorrer durante días para perderse en el espacio, la museografía y la historia de sus objetos. Sin embargo, gracias a la tecnología ya no necesitamos visitar Londres para vivir la experiencia que este museo entrega.

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The British Museum genera interés en el espectador por el espacio, el estilo neogriego (Greek Revival) e impresionante envergadura, que extrañamente puede apreciarse en Latinoamérica. ¿Mostrarlo digitalmente, será un intento de democratizar la información física de lugares que tienen peso y valor histórico?, ¿o es una reducción de esta misma información a modo de anuncio publicitario? Me dispuse a realizar el recorrido virtual, para ver qué se aprecia, qué se alcanza a vislumbrar desde el otro lado del mundo e intentar descubrir las motivaciones del museo para este tour virtual.

El recorrido comienza conmigo frente a la pantalla haciendo clic. Snacks (check), ropa cómoda (check), luces apagadas (check), audífonos (check). Increíblemente hay un “guía”, quien recita datos interesantes sobre la historia del museo, por ejemplo que fue creado gracias a la donación de la colección privada de sir Hans Sloan, médico y naturalista en 1753. Lo que más –o únicamente– llama mi atención es el Gran Atrio de la Reina Isabel II, que se aprecia luego de visitar el frontis y el hall del museo, y que se encuentra en el centro de la institución. Se puede comprender la inmensidad del espacio con un techo de cristal y acero, diseñado por Sir Norman Foster e inaugurado en el año 2000, lo que la convierte en la plaza techada más amplia de Europa, al tener 90 x 60 metros.

https://www.youtube.com/watch?v=04I0UCVnMmQ

Pasamos a la cuarta sala, pero el recorrido ya comenzó a hacerse tedioso. Las limitantes del espacio y una pantalla hacían que todo sea sumamente monótono. Las expectativas del snack que estaba degustando, para pasar horas frente a la pantalla, desaparecieron definitivamente en la sexta sala. Ante esto, no tuve otra opción que poner un freno para hacer acotaciones generales.

El guía sin nombre que me acompañaba en el recorrido, fue un buen punto. Así también la comprensión visual de la inmensidad del espacio está muy bien lograda, lo mismo ocurre con la inmersión en el ambiente que invita a participar del espacio como si fuera un videojuego. De hecho, al entrar al recorrido pude hacer lo mismo que hubiera hecho de estar físicamente en el lugar: centrar la vista en elementos y lugares específicos. La iluminación, también está sumamente bien lograda, así como los ensanches y repliegues alrededor de ciertas salas como la de lectura, o la rotonda que posee al interior.

Sin embargo, los límites de una pantalla se hacen radicales e interrumpen constantemente la experiencia. Límites, como no poder mirar por encima de las barandas, la cuestionable proporción de los espacios. Quizás, lo mejor podría ser caminar virtualmente de espaldas, ya lo que hace un recorrido mucho más sencillo e interesante.

Respecto a los cuestionamientos sobre las motivaciones del museo, creo que todos deberíamos vivir la experiencia de recorrer espacios icónicos para nuestra humanidad de manera presencial. Lamentablemente la experiencia digital aún no alcanza el nivel necesario para que un tour virtual tenga sentido, para que podamos apreciar realmente el espacio. Quizás es la falta de tecnología necesaria, quizás las ansias de innovar antes de tiempo.

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