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El Museo Chileno de Arte Precolombino inauguró una nueva exposición que releva – a partir de diversos objetos precolombinos– las prácticas de la reparación entre diversos pueblos prehispánicos de América.

La exhibición podrá ser vista entre el 7 de diciembre de 2023 y el 14 de julio de 2024, y contará, además, con una sala de mediación y una vitrina en donde otras instituciones museales y artistas presentarán sus obras, como también una nutrida programación con charlas, conversatorios, talleres y cursos relacionados con los quiebres y reparaciones.

“Quiebres y Reparaciones” es el título de la exposición estrenada en el emblemático edificio ubicado en el casco histórico de Santiago. La muestra es una invitación a mirar en detalle cómo los pueblos de América asumieron las heridas de sus objetos de uso cotidiano y ritual, y los hicieron parte de su relato histórico.

Para Cecilia Puga, directora del Museo, “Quiebres y reparaciones” habla de las acciones que tomamos para prolongar la vida de objetos y los ritos relevantes para las distintas sociedades que habitaron Chile y América. Asimismo –agrega Felipe Armstrong, jefe de Curaduría– la exposición invita a mirar con qué detalle y cuidado las sociedades reparan sus quiebres a través de la memoria colectiva y del arte.

Por su parte, René Muga, vicepresidente de Asuntos Corporativos de BHP Minerals América, destaca la valiosa alianza entre la empresa y el museo. “En estos 20 años de colaboración por preservar el patrimonio en este espacio que recibe más de 100.000 visitantes por año, es un honor continuar relevando la cultura ancestral de los Pueblos Indígenas de Chile y América Latina, siempre con una calidad artística de excelencia”, sostiene.

Una mirada íntima a la reparación

La exposición tuvo su origen en una selección de objetos de arte precolombino que guardaban en común la huella del quiebre en su materialidad. Para ello, el equipo de Colecciones y Curaduría se internó durante años en los registros y depósitos del subsuelo del Museo, para escoger una a una las piezas que presentaban una huella evidente de desgaste o alteración intencional. Ahí, seleccionaron cerca de 100 objetos de arte –que van desde vasos kero inka con refuerzos, vasijas cerámicas con perforaciones que fueron “matadas”, textiles y unkus remendados con costuras, zurcidos o parches o refuerzos, entre muchas otras– las que sentaron la base del guión curatorial.

“Muchas de estas piezas no se consideran «museables», ya sea por su deterioro o condición de extrema fragilidad” explica la jefa de Colecciones del Museo, Pilar Alliende. “Sin embargo – agrega Cecilia Uribe, curadora invitada de la exposición– en nuestra opinión, la belleza estaba justamente en las cicatrices que portaban. Sentíamos que estos objetos imperfectos nos “hablaban» más que aquellos en perfecto estado. Además, todas estas piezas fueron muy usadas, ya que en vez de desecharlas, sus autores se esforzaron por repararlas”, agrega Daniela Cross, también curadora de la exposición.

Hacer visible la fractura

Los objetos presentados son la materialización de formas particulares con que comunidades prehispánicas se relacionaron con el tiempo y la memoria. Cada pieza da cuenta de un esfuerzo por mantener vínculos con otros, con el paisaje o incluso para fortalecer la relación con los ancestros.

En esa línea, la exposición presenta objetos con estrategias particulares de reparación. “Las culturas representadas en esta exposición pudieron haber desechado los objetos rotos y hacer nuevos: tenían los medios y tecnología para reparar y hacer invisible la intervención, restituyendo los objetos a su estado original. Y sin embargo, decidieron dejarlas visibles usando técnicas que permitieron que la huella de ese “trauma” material constituyera una capa más que se adhería a la historia funcional y simbólica de cada objeto”, explica Cecilia Puga.

El museo como contenedor

La dualidad entre los quiebres y reparaciones es un fenómeno presente en todas las sociedades humanas. Esa transversalidad se experimenta también en la museografía de la exposición, creada por el artista visual Bernardo Oyarzún, quien cubrió de barro y arcilla los muros de las salas para recibir las piezas de arte remendadas.

Para Claudio Alvarado Lincopi, coordinador de la exposición, la figura de este gran “contenedor de barro” que recibirá a los visitantes llevará también al público a reflexionar en torno a las dificultades históricas de nuestro presente. “Buscamos que esta exposición de quiebres y reparaciones generados en contextos precolombinos nos de la posibilidad de mirar de frente las crisis que atravesamos en el presente. Eso es lo que nos motiva”.