Todas las mujeres hemos sido abusadas. Si alguna no lo recuerda o cree que no ha sido así, debería considerar que igualmente lo ha vivido, no solo por conciencia de género sino por empatía.
Volver al lugar donde asesinaron a mi madre, obra de teatro dirigida por Cheril Linet, con Carla Zúñiga como dramaturga, aborda problemas fundamentales para la humanidad y, sobre todo, para las mujeres: violaciones, rechazos, negaciones, asesinatos y prohibiciones, tanto físicas como psicológicas.
¿Alguna vez en la vida has sentido o vivido algo vinculado a lo anterior? Ser mujer, durante gran parte de la historia ha sido más un dolor que un goce. Movimientos actuales como #MeToo o #Niunamenos evidencian la crueldad que ha enfrentado y enfrenta el género; mientras se lucha por reivindicar las falencias de un sistema machista y heteronormado. La obra es cruda, directa, con excesos y reiteraciones necesarias, pues las problemáticas trabajadas no deben olvidarse ya que siguen afectando a millones de personas en el mundo. Tiene, igualmente, ciertos grados de humor que permiten aliviar la complejidad y la densidad de las acusaciones, anunciando una historia en la que el secretismo y el trauma afectó a la vida de una familia completa.
«Diana se enfrenta a su familia materna que asegura que su madre se suicidó, situación que ella niega al afirmar y preguntar quién la había asesinado»
Diana, protagonista de la obra, es una prostituta que después de años regresa, junto a unas amigas y amantes, al lugar donde asesinaron a su madre en extrañas circunstancias. Ambientado en una funeraria familiar, hogar del que ella fue expulsada cuando era una niña y entregada al Sename. Diana se enfrenta a su familia materna que asegura que su madre se suicidó, situación que ella niega al afirmar y preguntar quién la había asesinado. En este lugar revive traumas e historias del pasado vinculado a dolores y heridas debido al incesto, transodio y traición.
No + secretismo
Los traumas se deben trabajar para conciliar el pasado y lidiar con el dolor que implican. Este trabajo involucra verdad y diálogo tanto interno como externo, junto a innumerables formas de trabajo para recuperar aquello que rompió límites personales y desdibujó la realidad. El secreto, o lo oculto, ayudan a perpetuar el dolor y fomentar la confusión en aquella persona que vivió el evento.
Las reiterativas preguntas en la obra: “¿quién asesinó a mi madre?; “¿sabías que mi abuelo violaba a mi madre?” Buscan reabrir esos secretos que forjaron tanto el destino de su progenitora, como la vida de Diana, quien se vio marcada por familias adoptivas, abusos y violaciones. Situaciones que también marcaron la vida de sus “amigas y amantes”, con las que formó una nueva familia que juró permanecer unida por siempre.
«Los traumas se deben trabajar para conciliar el pasado y lidiar con el dolor que implican»
La precariedad emocional junto a los traumas no resueltos producto del asesinato de su madre, llevan a Diana a refugiarse en una “madre sustituta”, un personaje aparentemente sencillo que por traumas de infancia perdió cualquier rasgo identitario y quien, de modo parasitario, se aferra a quienes tienen carencias para dar sentido a su propia vida. Este personaje, junto a otros secundarios de la obra permiten hacer múltiples lecturas sobre la importancia de la aceptación personal, del amor propio, de la eliminación de barreras morales que, a nivel psicológico, corrompen al ser de manera radical.
Para que haya reparación, debe haber verdad. Y esa verdad es la que busca Diana. Podríamos hacer analogías concretas sobre el secretismo en la sociedad contemporánea, ¿cuántos traumas hemos dejado ocultos, cuántos siguen tapándose? Y esto no solamente a nivel de género, sino también de derechos humanos, ¿cuántas mentiras y falsedades se convierten en cotidianidad?
El destape, el desnudo, son invitaciones a revelar los secretos. Todo, para el renacer que necesita cada uno de los personajes de esta obra, cuya puesta en escena es provocativa, osada y animalesca.