Skip to main content

Demasiado cortas las piernas es una obra que produce constante tensión con la moral de los espectadores, negándoles el alivio de tener la razón en temáticas íntimas y familiares, cuestionando una y otra vez las razones que deberían generar culpa y, sin embargo, generan placer. Tuvo una reciente temporada en Teatro Camilo Henríquez.

«Pero a él no le alcanza el trozo de manzana en la mano como hizo con el resto, a él se lo pone directamente en la boca y él se lo come con mirada sumisa»

Cuatro rígidas sillas de metal permanecen vacías en el frente del escenario. Tras ellas, en la mitad, un gran velo blanco. Al fondo una actriz y sus tres compañeros de escena. Hablan rápido, de manera coreografiada, dejando en claro desde los primeros diálogos que la obra abarca una amplia gama de temáticas en torno al abuso intrafamiliar. Para ser más precisos, de padres que abusan de sus hijas.

No todo sucede tras el velo, tras la apertura los actores pasan a ocupar las sillas, adoptan las maneras de un grupo de amigos cercanos a una familia donde hubo una tragedia, comentan la versión que se dice en el entorno y las piezas de información a la que cada uno pudo acceder según su relación con los afectados. Usan eufemismos para referirse al tema, aunque todos saben que la única tragedia en esa familia fue el padre. Un padre que un día tomó la decisión de entrar a la pieza de su hija mientras la mamá no estaba en la casa.

Una madre que culpa a su hija, que justifica lo que le pasó por el “afán” de la pequeña de sentarse en las piernas del padre. Un hombre adulto que habla del derecho a profesar en público su amor por los menores, interpelando a la gente que permanece oculta entre la multitud, a los que callan su amor por temor a la ley. Una niña que quiere ser aceptada por su padre. Una y otra vez los códigos morales son puestos a prueba por el grupo, justificando horrores y errores para que nadie haga mucho escándalo, para que nadie corra el velo.

«Todos tienen una piedra en el zapato, un agujero en la moral que intentan tapar para que no les hunda el barco de la realidad “normal “que fingen tener»

Hay también una mesa sobre el escenario, y sobre la mesa un frutero en el cual descansan cuatro manzanas rojas. El personaje de Néstor Cantillana toma asiento y pela con absoluta calma las frutas. Con el mismo cuchillo corta un trozo que le alcanza al personaje de Macarena Teke, y otro que le pasa al personaje que interpreta Álvaro Espinoza. Pero al personaje de Gonzalo Muñoz no le alcanza el trozo de manzana en la mano como hizo con el resto, a él se lo pone directamente en la boca y él se lo come con mirada sumisa. Nadie dice nada.

Te podría interesar:

Si para José Donoso sobre el tema del  incesto la familia imponía “un tupido velo”, para la suiza Katja Brunner, que escribió esta obra con tan solo 18 años, basta con un velo delgado. Es una excelente manera de representar que sencillamente nadie quiere hablar del tema, que una –cualquiera- insinuación de discutir de forma pública del abuso intrafamiliar puede ser rápidamente silenciada porque todos tienen una piedra en el zapato, un agujero en la moral que intentan tapar para que no les hunda el barco de la realidad “normal “que fingen tener.

En oposición a esto, una corona representa el empoderamiento que significa romper el silencio, cómo, desde al susurro al grito, cualquier expresión que corra el cerco del secreto requiere una fuerza que muchas veces, ante la reacción del entorno, se transforma en una fuerza efímera que requiere con urgencia de apoyo para no agotarse, sustento para no extinguirse, o, al menos, que les crean sin juzgar a las personas que para escapar tienen demasiado cortas las piernas.

Bajo la dirección de Heidrun María Breier «Demasiado cortas las piernas» tuvo su más reciente temporada en el céntrico Teatro Camilo Henríquez, cautivando al público con una propuesta madura y extensa.

Ficha artística:

Autora: Katja Brunner

Traducción: Carla Imbrogno

Dirección: Heidrun María Breier

Elenco:  Macarena Teke, Néstor Cantillana, Gonzalo Muñoz y Álvaro Espinoza

Diseño Integral: Toro

Diseño Sonoro: Pablo Aranda

Diseño Gráfico: Javier Pañella

Fotografías: Álvaro Joppe y Alexis Mandujano

Producción: Inés Bascuñán