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Tras diez años de dar a conocer a los artistas emergentes provenientes de las diversas casas de estudio, el Concurso Universitario de Arte Joven, de Balmaceda Arte Joven, nos sorprende con su sexta versión, en la sede del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), de Quinta Normal,  lugar en el cual podemos valorar una iniciativa que por años ha contribuido a difundir y desarrollar el trabajo las nuevas generaciones a través de exposiciones y residencias tanto en Chile, como en el extranjero. Así es como para esta muestra se seleccionaron 57 artistas de todo el país, 22 estudiantes y 35 egresados de las carreras de artes visuales y pedagogía en artes visuales, conformando una gran muestra que según su curadora Ximena Zomosa, transita en tres ejes temáticos: Pertenencias críticas, Paisajes inestables y Dilemas temporales.

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Trabajos que en muchos aspectos amplían las dinámicas conceptuales y materiales, contribuyendo en gran medida a estimular la creatividad de quienes vendrán, perfilándose desde ya en una alternativa de desarrollo, experimentación o búsqueda y que repercute en un concurso que meritoriamente ha logrado cohesionar propuestas que junto con adentrarse en nuevas problemáticas, le otorga un sentido de pertenencia generacional a esta creciente hornada de artistas visuales, quienes en un cuestionamiento permanente de sus propias certezas, intentan demarcarse de la zona de confort, acrecentando las posibilidades de creación y también de formación mediante las distinciones obtenidas por Claudio Letelier, en la categoría: estudiante, quien hará una residencia en Comarca Country (Chiloé), y Dana May, en la categoría: egresado con una residencia en Kiosko Galería (Bolivia).

Dado el amplio espectro que esta muestra propone, fuera de los ya galardonados, creo oportuno mencionar a algunos creadores cuyas composiciones aquí presentes, alternan irónica y dramáticamente con el concepto de identidad, el emblema patrio e incluso el paradigma del poder, el que como muchas veces, queda recubierto por una extraña mezcla entre coraza y débil cáscara, tal como se constata en Portada al mundo andino de Natalia Montoya (1994), Lamelar Chilote de Luan Krogh (1993), Piñeratrekker de Flakoporsel (Gonzalo Tapia – 1997), Castración moderna de MaríaCristinaGacitúa (1997), y en Vacío con forma de estrella de Nicolás Cox (1994).

Otro fenómeno que acapara insistentemente la atención es como la realidades mutan, se confunden y entrecruzan o se reconfiguran para dar forma a nuevas ritualidades en torno al cuerpo y al género con matices que atraviesan lo inestable, yendo del dolor al placer, como un eco que desde ya resuena en Subyugación de Tomás Valverde (1995), Chica de Croma de Carla Tromben (1996), Karla I, Karla II, Karla III de Luna Moraga (1996), Tocar es tocarse de Joaquín Ceballos (1993) y Ethan Sword de María José Flores (1980).

Otro de los aspectos relevantes que vale la pena mencionar es la memoria, pero no como un simple dato a la causa, sino como una instancia en la cual el imaginario permite una confrontación entre el tiempo, con su diversidad de ritmos y modos, frente a los nuevos medios que entran en disputa con ese kit de recursos técnicos que de por sí ayudan a fijar un cúmulo de recuerdos que tantas veces quedan perdidos en la instantaneidad de lo contemporáneo, algo que reconoce en Lugares comunes de Benjamín Carrasco (1998), Entundados de Paz Sandoval (1984), Tapiz 2’15’’ de Dhara Linsambarth (1993), La danza de la muerte de Diego Fuenzalida (1993), Herencia de Fernanda Guajardo (1999), 1770 de María Trinidad Barros (1991) y Mundo dual de Catalina Suazo (1996).

De cualquier forma, más allá de la selección aquí propuesta, el 6° Concurso universitario de Arte Joven, cumple a cabalidad con su cometido al sostener un diálogo permanente, que enfatiza la idea de ir abriendo nuevas compuertas que aireen los viciados espacios oficiales con proyectos en obra que ayuden a modificar las perceptivas de quienes tienen injerencia en el quehacer artístico, ya sean críticos, curadores, galerías o medios de comunicación que usualmente orbitan en torno a los grandes nombres, porque de por sí- les reditúan lectores o seguidores- desconociendo en muchas ocasiones el trabajo de quienes se la juegan por una renovada concepción plástica, ya sea a través de elementos figurativos, abstractos, conceptuales e iconográficos, expresados por medio de materiales convencionales o ampliando su quehacer con distintos dispositivos tecnológicos, propios de una generación que surge de esa mixtura y por ende se ve representada en un esquema compositivo, lleno de incógnitas y giros temáticos.

En consecuencia, es importante reconocer tanto al concurso como la muestra, ya que refleja en cierta medida hacia dónde se moviliza el arte joven, con su visión rupturista, singular e inédita, validando los nuevos códigos que estas propuestas artísticas manifiestan.