La película imposible, o quisiera meterte en un tarro con ácido y desaparecer, es una adaptación de Saverio el cruel, del genial narrador y cronista argentino Roberto Arlt. La primicia es simple: un grupo de primos burgueses quieren engañar al pobre Saverio para que participe de su película fingiendo ser Indio Loco, el ex amante de la prima que tiene delirios de princesa. Todo «en nombre del arte», pero lleno de burlas y prejuicios hacia las clases sociales de escasos recursos. La película imposible tiene funciones cargadas de polémica en Taller Siglo XX hasta el 21 de julio.
«Saverio tienen tanto potencial como la actriz de Roma»
Saverio es un repartidor de mantequilla, que llega con su mochila de servicio de delivery en la espalda. Antes vimos a los primos reunirse para confabular el engaño, planeando comenzar la farsa apenas Saverio cruce la puerta. La prima Gabriela fingirá estar loca. Entonces, al entrar, el protagonista se encuentra a una pareja de primos -Lorenza y Alejandro- que le dicen que no pueden atender sus fútiles “asuntos mantequilleros” porque otra de sus primas, Gabriela, tiene un cuadro sicótico. Pero lo han llamado porque él puede ser de ayuda. Solo tiene que seguirle el juego a la prima, un poco, hasta que ella sienta que su realidad trastocada es real y ellos puedan darle un shock de verdad y franqueza.
La propuesta no es sencilla ni es bien recibida desde un principio. Más bien, la pedantería de los primos es intervenida por la locuacidad de Saverio. Es que ante la negativa inicial del repartidor, Lorena y Alejandro, le cierran la puerta de su morada, con el fin de retener y convencer al muchacho de participar de la farsa. Pero Saverio se resiste y sintetiza su respuesta en el lenguaje que lo va a caracterizar como un poblador: “Te falta calle pa’ decirme que no puedo irme”. Acto seguido el forcejeo termina con Saverio haciéndole una llave en el brazo a Alejandro. Un momento catártico para el joven repartidor. Pero los primos no salen de sus roles y le piden seriamente que se apiade de la pobre Gabriela.
«Todo se conjura para hacer una performance donde el sujeto de bajos recursos pueda ser observado mientras su corazón se rompe frente a la cámara»
Entonces entra Gabriela, acompañada de un doctor -el primo Juan- y da un discurso bello, solitario y lleno de delirio. Busca a Indio Loco, a quien culpa de su destierro. Indio Loco, quien fuera su amante para robarle el puesto de poder que ostenta por derecho. Indio Loco, a quien Gabriela tiene que cortarle la cabeza. Y Saverio, conmovido, accede a interpretar a Indio Loco.
Luego vemos, en la pieza que arrienda Saverio, sus esfuerzos por interpretar el alto lenguaje que se espera de un gobernante como Indio Loco. Se viste con su mejor traje y se empeña en hablar poéticamente con su interés amoroso. A duras penas el trabajador tiene para pagar su arriendo, se desvive sobre la bicicleta para poder hacer sus entregas y juntar el dinero, pero la verdad es que no le alcanza y la paga prometida por los primos es una oportunidad de tener una mejor vida. Se compromete con los delirios de Gabriela y busca resquicios de historia que llenar desde su conocimiento del mundo. Cuando los primos visitan a Saverio para controlar sus progresos, quedan más que contentos ante la posibilidad de romperle el corazón en cámara, cuando le revelen la farsa. Arte auténtico, le llaman. Emotividad real. Por algo Alejandro sostiene que Saverio tiene tanto potencial como Yalizta Aparicio, la protagonista de Roma. La condescendencia con que el grupo de primos mira al joven protagonista es uno de los elementos más despiadados de la obra, y es también lo que entrega los momentos de comedia que tiene la función.
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Con un lenguaje fuerte, La película imposible es una audaz incursión del Colectivo Tagadá, agrupación compuesta por egresados de actuación y diseño teatral de la Universidad de Chile. No es una obra ni para menores de edad ni para oídos sensibles. El habla acelerada, el lenguaje teórico con alta carga de prejuicios, los gestos superiores de los confabulados primos, los garabatos, todo se conjura para hacer una performance donde el sujeto de bajos recursos pueda ser observado mediante streaming cuando se sienta empoderado interpretando al valiente Indio Loco y sepa la verdad. La visión de los barrios bajos como casi criminales es propia de todas las obras de Arlt, pero el lunfardo -la jerga de la clase baja- adaptado al chileno llega a ser chocante cuando hay dos minutos de diálogos invadidos de improperios que van y vienen en medio de acusaciones violentas, en una escalada de tensión que parece sacada de cualquier población de Santiago. Realismo y fantasía sobre las tablas.
Ya que mencionamos el streaming, es momento de hablar de la forma en que se presentan las tecnologías en esta obra. Por un lado, está la visión de la “uberización” del trabajo y como la falta de capital empuja a Saverio a aceptar la propuesta de los primos con un simple “te pagaremos más que bien”, en un acto de confianza servicial del repartidor. Por otro lado, los primos no solo pretenden grabar la película -a diferencia de la escritura original de Arlt donde querían montar una obra de teatro- además quieren hacer una transmisión en streaming para que todo el ambiente artístico de Santiago pueda ver el auge y caída de Saverio. Y cuando el repartidor hace su entrada, ataviado con las vestimentas del cuestionado Indio Loco, comienza la transmisión en directo de la obra en el fondo del escenario, ya que Lorena transmite utilizando su teléfono. Es decir, la precarización laboral y la explotación de la miseria de Saverio están mediadas por las nuevas tecnologías.
La película imposible o quisiera meterte en un tarro con ácido y desaparecer, es la primera obra de teatro del escritor Juan Carreño (“Compro Fierro”, “Budnik”), quien reescribe la pieza original que publicara Arlt en 1936; la obra es dirigida por Víctor Valenzuela (“Que todos los hombres se vayan a Irak”) e interpretada por el Colectivo Tagadá. Tiene funciones hasta el 21 de julio en el Taller Siglo XX Yolanda Hurtado, en pleno barrio Bellavista.