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Álvaro H es un periodista de cerca de 40 años de edad que tras sufrir el rechazo de una de sus notas pierde el trabajo. La obra Álvaro H sigue la travesía de Álvaro, sus amigos y una migrante. Teatro Ictus presenta este drama donde el desempleo y los malos trabajos son actores importantes de la tragedia del periodista.

«Haciendo aseo en un lugar tan turbio que parecía como si en cualquier momento pudiera entrar Gaspar Noé a grabar una de sus escenas sin censura»

En el diario donde Álvaro trabaja Karim hace el aseo. Cuando él es despedido ella es la única persona que le pregunta honestamente cómo está. Trata de levantarle el ánimo pero la barrera idiomática es poderosa. Ella habla creole y él español. Finalmente ella le entrega una nota y se él le deja su número de teléfono por si ella necesita ayuda con algo. Volverá con dolores de mujer migrante, pero el periodista no volverá a prestarle atención.

Después de intentar en varios medios Álvaro decide pedirle ayuda a sus amigos de la niñez, para que ellos le consigan un puesto de trabajo aunque sea en empleos distintos al periodismo. Así es como llega a un trabajo en un call center, y luego a otro puesto de trabajo, haciendo aseo en un lugar tan turbio que parecía como si en cualquier momento pudiera entrar Gaspar Noé a grabar una de sus escenas sin censura. Dos intentos de pasar el trapo y Álvaro comienza a inventar un accidente para excusarse de trabajar.

Al principio, en el diario, hay tres personajes menores que de manera zalamera alaban a Álvaro para que él los siga ayudando con sus trabajos, aunque ellos sabían hace tiempo de la posibilidad que despidieran al periodista. Ellos, de gestos acelerados y casi maniáticos, ya habían discutido los puntos débiles del periodista, pero no se los advirtieron. Y luego, en el call center, los mismos actores presentan a los mismos personajes en un trabajo distinto, siendo un arquetipo de trabajadores que tienen relaciones superficiales con sus compañeros de oficina basadas en un cinismo interesado. La contraposición de estas relaciones de oficina y los amigos de toda la vida, es uno de los elementos que hay que rescatar a lo largo de toda la obra, pues en ninguna de los trabajos se establecen relaciones tan humanas y verdaderas como con esos amigos de la juventud.

La rutina de los medios es uno de los elementos que está muy bien representados en la pieza dramática, está presente el bullicio, la jerarquía, el apremio por la primicia, los temas que se descartan porque hay otra noticia que demanda inmediatez. Lo mismo pasa con la amiga que es cajera en un súper mercado, o la amiga que trabaja en el call center, donde todos trabajan dentro de cubículos tan pequeños que no cabe un cuarto permiso al día para ir al baño. La forma realista –y a la vez ironizada- en que se muestran estos trabajos encuentra su punto álgido en la representación de las tailandesas que trabajan en el restorán del amigo arribista, dispuestas a seguir desde el suelo cada movimiento de su jefe. Son frutos de la creación colectiva de la obra, testimonios del egreso de la Academia de Humanismo Cristiano que en conjunto dio forma a esta obra.

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El grupo de amigos de Álvaro se junta en un bar se pasarlo bien. Conversan, se ríen. El amigo arribista comienza a insinuarse a una de las amigas de Álvaro, mientras la discusión continúa. Luego comienza a subir su mano por la pierna hasta que otra de las amigas interviene y entonces Álvaro dice “no le dis color”. Pero no, sí le “da” todo el “color” que considera necesario darle. Ella está cansada de que tipos como el amigo arribista se sientan con el derecho a pasar por encima de la vida de ellas, de todos los aspectos de la vida de ella, así que le dice “Se les está achicando la cancha a la gente como tú, se va a acabar la gente como tú”.

El amigo arribista, que salió de la población, que tiene un restorán de comida tailandesa, también le ofrece un trabajo a Álvaro. Un puesto en el restorán donde ahora Karim, la profesora haitiana migrante, es mesera. Álvaro intenta saludarla de manera afectuosa, pero ella lo rechaza y hasta lo aleja ofendida. Luego el amigo se sienta tranquilamente a dar un discurso sobre el esfuerzo que le costado llegar a la posición en que está, socio de un restorán donde las trabajadoras migrantes viven hacinadas y hacen favores sexuales con tal de mantener sus puestos de trabajo. ¿Puede Álvaro trabajar ahí? ¿Puede volver a trabajar?

Al final  de la obra es el mismo Álvaro quien responderá estas preguntas, tras soltar un sentido discurso sobre las condiciones laborales en Chile. Ahí una pregunta que vale la pena destacar. «¿Si no nacimos en un país pobre por qué hay tanta pobreza de este lado de la orilla?».

Álvaro H, con dirección de Paula Zuñiga, tiene funciones hasta el sábado 15 de junio a las 20 horas en sala la Comedia de Teatro Ictus.