La fundación Solomon R. Guggenheim colecciona, preserva y expone arte moderno y contemporáneo; explora ideas alrededor del mundo a través de dinámicas curatoriales, iniciativas educacionales y diversas colaboraciones. A lo largo de 75 años aproximadamente, los tres museos, el de Nueva York, Venecia y Bilbao, han cambiado la concepción arquitectónica en todo el mundo, a través de los distintivos sellos signature buildings como parámetro principal, que convierte a estas construcciones en iconos arquitectónicos para cada ciudad.
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Hace 21 años se inauguró el museo de titanio Guggenheim de Bilbao (el 18 de octubre de 1997), diseñado por Frank Ghery, marcó el diseño arquitectónico a nivel mundial, ya que desde ese momento, se comenzaron a proyectar edificios con gran impronta por su fachada y estilo arquitectónico. Además generó gran polémica entre académicos y críticos al posicionar a la ciudad de Bilbao dentro del escenario global de las artes.
“La misión del museo era que el edificio pudiese ayudar a transformar la naturaleza del sitio”, Juan Ignacio Vidarte, Presidente del Guggenheim Bilbao.
Tildado de excéntrico, descontextual, formalista, entre otros, el Guggenheim de Bilbao, sin duda, comenzó la concatenación de una producción a lo largo del globo denominada Bilbao effect, fenómeno que supone que, tras la inversión en cultura y arquitectura ostentosa viene la mejoría económica de ciudades menos afortunadas, lo que llevó a la sobrevaloración de estos aspectos y deja en olvidado otros, también esenciales en el proceso proyectual, ya sea eficiencia energética y de materia prima, confort térmico, correlación ente función y forma, respuestas para resolver problemáticas culturales más complejas, o más bien muy distintas a las que planteaba el proyecto del Guggeheim en Bilbao, para la cual, el Presidente Juan Ignacio Vidarte señalaba que “la misión del museo era que el edificio pudiese ayudar a transformar la naturaleza del sitio”.
Sin embargo es más probable que su éxito se deba a una coincidencia de condiciones poco probables para repetir, ya que en el caso de Bilbao, no solamente se proyectó el museo, sino que este era parte de un programa más amplio. Se limpió el río; el centro de la ciudad fue arreglado; dos años antes de la construcción del museo, se abrió el sistema de metro diseñado por Sir Norman Foster; y posteriormente se construyó la pasarela que se extiende por el río Nervión, del arquitecto español Santiago Calatrava.
Por otro lado, seguido de todo este polémico éxito en 2006, comenzó a ponerse en marcha el proyecto del Guggenheim Abu Dhabi, también diseñado igualmente por Frank Ghery, y se agendó la inauguración para el 2012 como la sede más grande de la marca hasta la fecha, contando con 41.000 m2, pretendiendo albergar su propia colección de arte moderno y contemporáneo. Con un costo estimado de $800 millones. Este se ubicaría en un lujoso complejo que se denomina Isla Saadiyat, la cual contaría con una sucursal del Museo del Louvre, diseñado por Jean Nouvel (2017), un museo nacional por Norman Foster y el Centro de Artes Escénicas, por Zaha Hadid.
Sin embargo, hasta el día de hoy, no hay fecha oficial de apertura, este proyecto fue boicoteado por un grupo de más de 130 artistas incluyendo figuras importantes en el mundo del arte del medio oriente como respuesta a una serie de abusos que se habían denunciado en la isla en relación a los obreros que trabajan en su construcción, tales como condiciones de trabajo peligrosas y la retención arbitraria de salarios. Este tipo de problemas son frecuentes en una región donde casi todos los trabajos poco calificados son realizados por extranjeros con escasos derechos legales.
Los artistas se manifestaron expresando que no exhibirían sus trabajos en edificaciones que construidas bajo la explotación de trabajadores. Walid Raad, un artista Libanes con sede en Nueva York, fue uno de los organizadores de la protesta y expresó que, “esos trabajadores con ladrillos y mortero merecen el mismo respeto como aquellos con cámaras y pinceles”, en el manifiesto de Gulf labor, nombre de la coalición de artistas internacionales.
Gran parte de la colección del museo estaba centrada en arte contemporáneo del Medio Oriente, por lo que si artistas como Shirin Neshat, Mona Hatoum, Akram Zaatari, Yto Barrada y Kader Attia se negaban a participar, el espacio se hubiese inaugurado con una pobre colección de esta región.
Por último, en 2015, la firma Moreau Kusunoki (con sede en París) ganó el concurso del proyecto Guggenheim Helsinki. Tras un fatigoso proceso de un año evaluando 1.715 propuestas anónimas provenientes de 77 países, se redefinió la importancia del diseño en el siglo 21 y las expectativas que había en cuestión a un nuevo Guggenheim. Este fue el primer concurso de diseño abierto, organizado por la fundación. Aún así, después de conocerse el proyecto ganador, el debate continuó respecto a si era el punto primordial para la marca encontrar otra ciudad donde implantar un edificio icónico, y si esto era realmente positivo o no para la arquitectura.
Sin embargo, esta vez con Art in The City, nombre del proyecto ganador, se podía apreciar un diseño que se fundía con el tejido urbano, un conjunto de pabellones de distintas alturas que generaban callejuelas y, por ende, una experiencia más urbana del concepto museo. A su vez sería sensible ambientalmente a través del implemento de luz natural y del revestimiento de madera local carbonizada. El edificio, además, generaba un paseo marítimo y se conectaba a través de un puente con un reservorio natural.
En comparación a los dos museos anteriormente mencionados, este parece reivindicar los años anteriores de formalismo, lujo y excentricidad. A pesar de esto, en 2016, el Gobierno finlandés descartó el financiamiento del Museo Guggenheim Helsinki por ser muy costoso, poniendo al museo en peligro de no ser construido y la posibilidad para la marca de tener un edificio con mayor aceptación dentro del gremio arquitectónico.
El próximo jueves se celebran 21 años desde la apertura de un proyecto que con su éxito, quizás haya alargado la vida de la arquitectura post-moderna, haciéndonos pensar si esto significa un retraso para los cuestionamientos y planteamientos bases de la arquitectura contemporánea o si, por el contrario, puntos álgidos como estos nos han hecho redireccionar los enfoques del diseño contemporáneo.
Le ética en la arquitectura es muy compleja, tiene tantas aristas como la arquitectura misma, muchas veces invisibles a nuestros ojos debido a que es mucho más fácil hacer un juicio visual de las edificaciones, sin pensar en las repercusiones que estas han, pueden o podrían desencadenar.