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Imágenes cortesía de Paulina Veloso.

La obra de Guillermo Núñez es cruel. Es cruel porque retrata lo inhumano de los humanos, porque grafica la tortura y la evidencia a través del cuerpo colgado, de los muslos y testículos que alguna vez fueron electrocutados. Es cruel, pero no siempre lo fue, al principio sus obras rebozaban color, sueños y bocas con lenguas abiertas… Como en una autobiografía, las creaciones de Guillermo están marcadas por lo que ha vivido. Y es ahora, luego de 31 años de su retorno a Chile, que su obra toma un rumbo diferente.

De pie,
atónito,
blanco,
blanco frente al blanco.

Escribe en los libros de artista que genera sin descanso. Ya no es el grabado ni la pintura su centro de creación son los dibujos, las líneas, las manchas, los elementos con los que realiza obras de mediano y pequeño formato, luego de pasar años estudiando sobre el budismo zen.

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Qué se puede escribir sobre Guillermo Núñez, si él escribe lo que piensa, lo que crea y lo que siente. Quizás la mejor (o única) forma sea reflexionando sobre sus textos, acompañándolos de manera sutil, sin que nada quede en el anonimato. En una reflexión cautivadora, describe: “El papel en blanco es un espacio a conquistar, a dominar. El dibujo es la respiración del universo, su energía. Un dios en llamas”. Es la creación una forma de romper el silencio o de acompañarlo, es una manifestación de existencia y de apropiación del espacio. Es también, el dibujo, una manera de mostrar realidades o de matar lo real a través de la pluma. Pero, estas creaciones involucran pintar, decidir. Es ahí donde se hace complejo un papel en blanco, y aquello que lo acompaña de manera continua, sin romperse, sin poder (o intentar) desaparecer. “La mancha, una explosión nacida en el corazón. En el corazón del corazón. Un arrebato. Una explosión del corazón. Una galaxia en expansión. Gota a Gota. Las manchas”, escribe el artista.

“¿Podremos con la alegría del color, pintar el dolor y la miseria humana, mostrar su perfidia, su crueldad?”, señala en el texto, y luego: “Estos dibujos nacen del espanto, recuerdan el horror, para gritar su rechazo”… solo para seguir diciendo: “…necesitamos la belleza, aunque ésta no pueda florecer sin la fealdad, sin el horror, sin el odio y la violencia, la injusticia”. Es ahí donde el negro necesita el blanco, donde no puede existir el todo sin la nada. Donde reiteramos los pensamientos orientales sobre los opuestos complementarios; ideas que se repiten en el imaginario Mapuche sobre el blanco y el negro, como color que representa a la luz (el primero) y a la oscuridad el segundo. Lo que innegablemente nos recuerda que la tortura no se acabó en 1990, actualmente aún existe, en Chile, en Latinoamérica y en el mundo, aunque parece olvidarse cotidianamente en pro de un mundo superfluo.

Lo que ha reflexionado Guillermo, a través del budismo zen, de una vida tranquila y en armonía, son también claras reflexiones sobre una vida que aconteció en pleno siglo XX, que nació en el gobierno electo de Carlos Ibáñez del Campo y un año después del viernes negro en Estados Unidos (porque sí, su vida también se vio afectada por el poderío norteamericano); que creció sin televisión, sin que la mujer pudiera votar, y que vivió –con la pasión que se vivía en el siglo XX– la fe en la Revolución Cubana, en el Comunismo, en un mundo más justo para aquellos de la clase proletaria. Para luego ver la realidad o, mejor dicho, dejar de verla a través de una venda en los ojos por 23.5 horas al día, mientras estuvo en cautiverio (¿son los principios ideológicos una justificación para matar o torturar?). Y luego, vivió como buen guerrero del siglo XX algo que marcaría el resto de su vida, el exilio. Y el retorno, los premios de consuelo porque el estado falló con él, con su vida, con su familia. Pero acá está, en Chile, en el país que lo traicionó, porque hay algo que pareciera atraer a la gente a su tierra. No sé si es por las costumbres, las raíces o la familia, muchos quieren volver.

De la serie Caligrafía del Alma, Sin título, técnica mixta, 33 x 24 cm.
De la serie Caligrafía del Alma, Sin título, técnica mixta, 33 x 24 cm.

“Me pregunto constantemente ¿por qué, para qué pinto? ¿Por qué tantos y tantos, como yo, desde siempre, se obligan también a transformar la vida bullante, en colores y formas congeladas? ¿Qué paraíso anhelamos?”, escribe… Y no escribe solamente en sus libros, también sus obras tienen frases descriptivas sobre la vida (su vida) “El asombro el asombro el asombro”, “dibujar en el aire, el Aire” “tocar con los ojos lo invisible” “¿qué dibujan las nubes?”.

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“La mano, el ojo, la mente, ¿quién pinta? ¿Cuál es la libertad del gesto? ¿Es mi cerebro, es el azar, o es mi mano la que dibuja? Quizás. De todas formas habrá que corregir, ordenar, dar estructura, lenguaje, a ese impulso”, explica, y sigue: “Los dibujos, mis dibujos, a veces casi pinturas, no son un correlato de los textos, no son ilustraciones de ellos. Dibujos y textos son el diario acontecer, son escritura. Es necesario leer, también, los dibujos: son un lenguaje”. Leer, leer la poesía de la vida a través de la visualidad, de las luces en la ópera, de la escenografía en el teatro. Leer es parte crucial de un aprendizaje olvidado, pero ¿leían las culturas precolombinas? Y sí, leían los mensajes de los dioses, las alucinaciones, la comunicación extrasensorial. Como es así, el humano siempre ha leído, pero hoy las encuestas dicen que no sabemos leer, que las personas adultas no saben leer y que la comprensión lectora es cada vez peor ¿qué se ha hecho con ese instinto que desde niños nos llevaba a leer el mundo? Guillermo Núñez en su taller tiene una hoja dibujada por su nieta, antes de entrar al colegio. Es una creación libre, espontánea, puro instinto. Tiene detrás de esa hoja, el dibujo figurativo y realista de frutas pintadas con témpera. Es el dibujo de su nieta, después de entrar al colegio. ¿Se puede hacer crítica cultural, social o educacional, a partir de un dibujo?

De la serie Caligrafía del Alma, Sin título, 2016, técnica mixta, 33 x 24 cm.
De la serie Caligrafía del Alma, Sin título, 2016, técnica mixta, 33 x 24 cm.

“Hacer del azar un gesto voluntarioso, un duelo, un combate. Una invocación, un modo de atraer una energía exiliada, hacerla real. Poseerla y dejarla ir”.

Los japoneses, los chinos,
alientan lo inacabado del dibujo:
dejar que el espectador complete el cuadro,
que el vacío sea animado para quien lo contempla
y que sea, su propia visión, su mente,
quien lo termina
También,
Las gaviotas
Dibujan
Sobre la arena
Y las olas

No todo es crueldad

Es también su obra bella, bella según las definiciones de la Historia del Arte, de la Estética. Es bella en el hecho de entregar conocimientos sobre mundos posibles; de habitar en ellos esa experiencia estética que nos enajena del momento presente; de ser creados con profundidad, con reflexión, con oficio e investigaciones válidas; fue bella durante la vanguardia, la modernidad y el posmodernismo. Es bella, porque tiene insaciable curiosidad, porque es coherente, pulcra, inagotable.

Comentarios al margen del texto, de los dibujos, de los libros…

Conversaciones intensas con su esposa, crítica literaria. Los hijos, uno escultor y el otro escenógrafo, ambas profesiones que el mismo Guillermo Núñez ha ostentado en su vida. Fue director del Museo de Arte Contemporáneo de Santiago en el Gobierno de Salvador Allende. Torturado en dictadura y exiliado. Regresó al país con una rosa para la tumba de su padre. Recibió el Premio Nacional de Artes Visuales y se decidió a vivir alejado del cosmopolita, colapsado y ruidoso Santiago, pero a pocos metros de él.

El jardín fue diseñado por el artista. En él habitan los queltehues, zorzales, picaflores, abejas, hormigas, peumos y abedules, a los que Guillermo agradece constantemente por existir en su jardín. Es ahí, donde ha encontrado la paz que lo invita al silencio del color blanco, a la tranquilidad y a las múltiples creaciones que sigue haciendo sin descanso, día a día.

Fiel a sus principios hasta el día de hoy, con tanta valentía y coraje como al principio, Guillermo ha rechazado premios, exposiciones y todo aquello que daña el medioambiente para generar ingresos. No se presta para “limpiar la imagen”, como ocurre constantemente en el arte.

Imagen de portada: De la serie Caligrafía del Alma, Sin título, 2017, técnica mixta, 33 x 24 cm.

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