El 20 de julio Sam Bardaouil y Till Fellrath, presidentes de la Fundación Montblanc, vinieron a Santiago para reconocer la labor de Juan Yarur como mecenas del arte. Arte al Límite conversó con ambos directivos acerca del arte, el mecenazgo y la visión detrás del premio que busca promover el desarrollo cultural.
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¿Qué criterios utilizan a la hora de apoyar a un artista?
Till Fellrath (T.F.): Yo creo que uno de los criterios principales es identificar o encontrar artistas que no tienen otras maneras de recibir apoyo. Para nosotros es muy importante asumir riesgos con artistas jóvenes o con artistas que presentan algo que quieren realizar pero no tienen los medios para ejecutarlo. Lo que hemos hecho en el pasado es identificar proyectos de artistas que están participando en instancias como bienales internacionales o exhibiciones en museos pero no cuentan con el financiamiento para viajar a realizar exposiciones e instalar sus obras, o no tienen el dinero para la producción. Esto es uno de los criterios principales.
Sam Bardaouil (S.B.): La idea es multiplicar el impacto del apoyo. Por ejemplo si un curador está trabajando con un artista en el contexto de un museo y la institución está buscando financiamiento para producir el proyecto, nosotros venimos y proporcionamos esa ayuda. Así se beneficia al artista, se beneficia el proyecto específico, beneficias a la institución y también al público que va a ver las obras. Nuestra aproximación no es sobre coleccionar obras en la Fundación en Hamburgo, sino potenciar su exposición en el contexto donde se producen, para el público que puede verlas, y luego pasa a formar parte de la colección.
T.F.: Quizás otro criterio es lograr que estas obras reflejen el estado global de las artes. Creo que hay muchos museos y organizaciones que se centran principalmente en las grandes ciudades, pero hay grandes artistas en todas partes del mundo. Nosotros hacemos un gran esfuerzo en reflejar aquello.
Grandes artistas hay en todas partes, y creo que Latinoamérica es un gran caso. Durante cientos de años han tenido grandes artistas, artesanos y pintores.
¿Siguen las artes centradas en Estados Unidos y Europa?
T.F.: Personalmente creo que la idea de un “centro”, siempre es algo problemática. Cuando miras a la mayoría de la población mundial, esta no vive en Europa o Estados Unidos. La mayoría de los artistas no vive en esos lugares. También pienso que la idea de un “centro” está anticuada, viene de una perspectiva colonial, económica. Al final grandes artistas hay en todas partes, y creo que Latinoamérica es un gran caso. Durante cientos de años han tenido grandes artistas, artesanos y pintores. En el contexto moderno, cuando miras en las escuelas que encuentras en tantas ciudades latinoamericanas en los 20, 30, 40, 50, 60, puedes ver tantos centros intelectuales, que aunque no son tan conocidos globalmente, si uno abre un poco los ojos a esta idea te puedes dar cuenta que estos lugares han estado siempre alrededor del mundo.
S.B.: Si observas, en muchos de los programas en los museos de hoy, existen términos que todos usan, el “curador de artes globales” o “curador especializado en arte latinoamericano; del medio oriente; norte africano; del sureste asiático”; la intención es incluir estos llamados “centros”. Pero al final estos programas terminan por segmentar el arte según determinadas regiones o geografías, por lo que arruinan la finalidad, ya que la idea es liberar al artista del peso que significan las asociaciones geopolíticas y permitirles realizar trabajos que sean significativos para ellos como individuos, por supuesto que dentro de un contexto social, histórico y político. Así, nuestra aproximación en la curatoría de arte, como Sam y Till y como presidentes de la Fundación Montblanc es salir y hacer que las cosas pasen donde tienen que pasar.
Cuando le damos un premio a un mecenas en Chile, cuando ayudamos a un artista en las Filipinas, cuando trabajamos en espacios artísticos en Beirut, la idea es usar los recursos y las conexiones con las que contamos en la fundación para permitir que las cosas ocurran cuándo y dónde deban ocurrir, y crear así una red entre todas las personas con las que trabajamos. Y creo que esta es una manera muy importante de reflexionar acerca de la complejidad que posee el término “global”, más que ponerlo en cajas.
¿Cómo el arte y su difusión han cambiado con las nuevas tecnologías?
T.F.: Creo que lo fundamental, lo que está cambiando, es el ritmo con la que viaja la información. Creo que durante miles de años estuvimos conectados. Cuando estás en Latinoamérica es evidente de dónde vienen algunas de esas influencias durante cientos de años. Se trata de un intercambio que no necesariamente es algo nuevo; ideas y objetos artísticos viajan. Sí es cierto que con la aceleración de este fenómeno puedo ver arte desde mi escritorio. Hay una aceleración de aquello, pero no sé si eso se traduce en gente distinta haciendo nuevos tipos de arte. La tecnología cambia, por su puesto, pero en lo fundamental creo que los seres humanos no cambian.
S.B.: Pienso que es importante detenerse y mirar otros momentos en la historia en los que hubo grandes avances y descubrimientos. Cuando ves la fotografía y cómo cambió la manera en la que ves los diarios todos los días, con imágenes. La manera en cómo la gente experimentó la Primera Guerra Mundial es muy distinta a como lo hacían a comienzos del siglo XIX, ya que podían ver imágenes. La prensa impresa fue inventada en el siglo XVI, la diseminación de imágenes, la traducción de la biblia, hay tantos ejemplos. Creo lo mismo que Tim, que en el aspecto técnico cambia la tecnología, permitiéndonos acceder a la información de una manera distinta, pero nada reemplaza ese proceso temporal necesario para interactuar con una obra, de estar frente a ella, de reflexionar, de formar parte de una conversación; esa conversación no puede pasar de otra manera. Cuando trabajamos con artistas, cuando hablamos con curadores, cuando vemos colecciones y museos, tienes que tener estas conversaciones, deben ocurrir de manera orgánica.
Yendo al arte en sí y citando a académicos de la Escuela de Frankfurt, tales como Walter Benjamin ¿Se puede hablar de arte trascendente?
T.F.: La magia del arte nunca desaparecerá. Si me hablan de manera abstracta de la música pero no la escucho, no la puedo experimentar y este fenómeno nunca dejará de existir. La composición física de nuestro cuerpo hace que absorbamos ciertos estímulos de maneras particulares y esto no va a cambiar por ninguna tecnología. Lo que sí veo que está pasando es que la tecnología, que avanza de una manera algorítmica y no lineal, permite viajar de manera cada vez más veloz a la información, hasta llegar a la saturación, lo que nos hace perder el camino a veces y pasar por alto algo que es puro y genuino.
S.B.: Al ir a Walter Benjamin y La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, él no fue el único que habló de esto, hay otra persona que nos gusta mucho y que es parte central de una de nuestras exhibiciones es John Berger. Él hace referencia a Walter Benjamin y lo interesante es que Benjamin decía que el arte había perdido su aura, ya que cuando miras la obra original dentro de un contexto particular, es una experiencia muy distinta que verla en una polera o en una postal. Lo que dice Berger es que finalmente la obra multiplica su aura, ya que ahora la experimentas en distintos contextos. Puedo ver arte en TV desde la comodidad de mi living y eso no significa que sea tan removido de su contexto si lo comparas cuando ves la obra dentro de un cubo en un contexto de museo. Estas obras nunca fueron creadas para ser vistas en un contexto propio del museo. Muchas de ellas fueron hechas por encargo de un mecenas, en un contexto particular, religioso, doméstico. Así que la obra ha sido removida de su contexto e intención original. Finalmente quizás se trate de multiplicación de auras.
¿Cómo pueden los museos constituirse como espacios donde la función del arte sea desafiar las convenciones y la autoridad? Creo que es una pregunta muy importante que hay que hacerse para que los museos no se transformen en algo completamente irrelevante.
¿Qué rol ocupa el museo en el arte?
T.F.: Es una pregunta muy compleja, no hay una respuesta universal a ella. Una de las ideas del museo es de coleccionar objetos y ponerlos en exhibición; se trata de una invención particular de la cultura europea en un período determinado, una obsesión de coleccionar, documentar y archivar un poco de la historia del arte. En ese contexto creo que sirve a un propósito muy útil. Puedes seguir preservando el arte, generar una discusión a la hora de ver qué entra a una colección. Si estas decisiones están bien o mal es otra pregunta, pero que haya un discurso alrededor que se pregunte qué está sucediendo en el arte, que revisite periodos olvidados es algo valioso. El problema que viene con esto es que se apunta a una construcción lineal del arte, se habla de “este período” o “tal período” y aprendemos y nos inspiramos de aquello. Esto es problemático ya que pone a Europa al centro cuando las influencias vienen de todo el mundo. Finalmente se transforma en un argumento politizado. Creo que el gran desafío para los museos en la actualidad es ser contrarios a eso, de ser un foro abierto para la discusión de lo que es y no es el arte. Para esas ciudades que no tienen museos o los están construyendo la idea es que creen su propia voz y que jueguen un rol determinado dentro de sus sociedades, sin necesariamente copiar a los grandes museos.
S.B.: Uno de los puntos a tener en mente cuando se trata de museos y prácticas curatoriales es que siempre estás colocando narrativas, contando determinadas historias que vienen con ciertos “mensajes”. Los mecanismos de exhibición que se usan en museos, sea el método convencional de colgar una obra u otros, se han transformado en una tradición que conlleva cierta autoridad de tal manera que cuando vas a una exhibición la gente ya no se cuestiona que está viendo, ya que piensan que si eso es lo que está colgado en la muralla es porque es lo correcto y hay que creerle. Esto tiene que ver con la interpretación de la obra, con la asociación o mensaje político que sostienen la muestra. No olvidemos que algunos museos fueron usados, y lo siguen siendo, para promocionar cierta propaganda, sea la superioridad cultural; centro versus periferia; alto y bajo arte; todas estas categorías. Martin Heidegger llama a esto la necesidad de organizar al mundo como una exhibición. Todo tiene que tener sentido, todo debe ser compartimentalizado, linear, acumulativo, y quizás el arte sea todo menos eso, el arte está para complicar la narrativa, para relativizar estas rígidas definiciones. ¿Cómo pueden los museos constituirse como espacios donde la función del arte sea desafiar las convenciones y la autoridad? Creo que es una pregunta muy importante que hay que hacerse para que los museos no se transformen en algo completamente irrelevante.
T.F.: Otro punto interesante es que los museos se han transformado en instituciones alejadas de la academia en muchos sentidos. Antes eran mucho más cercanas a ella, en el término de estudiar el arte y los artistas. Hoy se ve que cuando una discusión académica se está dando, le toma a los museos 20-30 años ponerse al día.
¿Debería el arte estar politizado?
S.B.: No creo que sea un tema de si debe o no debe estarlo, el arte es inherentemente político. El hecho de que alguien piense que tiene que decir algo, lo quiera decir de una manera específica, y lo ponga en un espacio público para crear una conversación acerca de aquello, si eso no es político entonces qué lo es. Siempre es político el hecho de hacer y mostrar arte, se trata del hecho de desafiar, de traer determinadas perspectivas al espacio público. Lo que encontramos problemático a veces es cuando el arte pierde la visión formal de hacer, de crear, de trabajar con colores, texturas, ideas, conceptos, fotografía o lo que sea con el fin de estar “del lado correcto” de la historia o la política. Así que algunas veces el compromiso social o político puede generar un mundo donde el arte pierde su función. Y he ahí la dificultad de encontrar un equilibrio al hacer un arte que sea político al mismo tiempo.
T.F.: Para mí hay una gran diferencia entre ser un artista y un activista. Cuando eres un activista te avocas a una causa particular, quizás te haces miembro de una organización sin fines de lucro, un líder de comunidad, tratas de ampliar tu vos todo lo que sea posible. Pero creo que un artista hace algo, busca reacciones individuales o colectivas, sentimientos a una situación particular, algo que explora aspectos que no puedes describir con palabras. Lo que pasa a menudo con el arte, que se ve desde una perspectiva política o antropológica, es que se busca, por ejemplo en el caso del arte de Chile, explicar todos sus aspectos, desde la historia, la colonización, el régimen militar, y todo lo de su cultura y su país. Pero finalmente la persona solo puede querer expresarse como un artista y nada más. El problema que esto conlleva es que los artistas, que trabajan en un medio particular, pueden desempeñarse mejor escribiendo un guion para un documental o hacer un artículo para un diario o transformarse en activistas más que artistas visuales. El arte tiene el poder para hacer a la gente más consciente y darle opinión.
¿Cuándo se puede hablar de un artista exitoso?
T.F.: Yo creo que los artistas no se preocupan del éxito económico o de los críticos. Los buenos artistas siguen sus corazonadas. Ellos no saben por qué y no pueden evitarlo ni temen aquello. Siempre son inseguros, por el resto de sus vidas. Si se empiezan a sentir seguros de sus trabajos empiezan a decaer; al sentirse inseguros se impulsan constantemente. Si se logra eso, acompañado al trabajo duro, se es un artista exitoso, todo lo demás es secundario. Muchas veces grandes artistas nunca son descubiertos y eso no significa que no hayan sido artistas exitosos.
S.B.: Depende de cómo defines “éxito”, ya que esta palabra tiene tantos significados. Puedes referirte a que para poder vivir de aquello, debes tener una galería y generar ingresos. Si por éxito defines estar contento con el producto que creas, como artista, desde una perspectiva estética o política, también puedes serlo, aunque no generes dinero.
¿Qué vieron en Juan Yarur para entregarle el Premio Montblanc de la Cultura?
S.B.: Lo que está haciendo Juan con la fundación ejemplifica un montón lo que entendemos por “mecenas” y todo lo que conlleva el mecenazgo. Convencionalmente se piensa de un mecenas como alguien que da dinero para comprar arte, para hacer una colección, para abrir un museo. Para nosotros se trata de personas que están muy involucradas en mejorar la comunidad artística, los artistas, los espacios artísticos. Creo que los dos programas principales que Juan está haciendo con la fundación, tanto la residencia de artistas en Gasworks, Londres, en la que pueden ir por tres meses a desarrollar ideas y obras, sea apoyando a académicos interesados en arte latinoamericano, sea invirtiendo tiempo investigando, dando clases a la comunidad artística, siento que es abordarlo desde ambos puntos. Y lo educativo está en corazón de eso, tanto para artistas como para académicos. Todo esto demuestra a un mecenas muy involucrado, que desea que se generen cambios, y no solo un proyecto de vanidad en el que se solo se quiere mostrar lo que se ha acumulado.
T.F.: Creo que llena un vacío, quizás en Santiago o en Chile en general no tengan estas grandes instituciones, pero esto puede ser muy bueno, ya que te impulsa a buscar soluciones creativas para exhibir las obras y eso te hace crecer como comunidad artística. A veces faltan recursos para viajar; se requiere eso y tiempo para viajar de Chile a Londres si es que quieres conocer sus museos. Creo que Juan está haciendo un trabajo fantástico, ya que al ser una persona afortunada económicamente él está pensando en cómo usar esta posición privilegiada para ayudar a aquellos que no tienen las mismas oportunidades. Nos encantaría que esto envíe una señal a otras personas y que las inspire a hacer lo mismo.
S.B.: Nuestro deseo con el premio es generar un ejemplo de buenas prácticas. La idea es mandar una señal, a través del trabajo que estamos haciendo con los mecenas, que existen muchas maneras de contribuir. Ojalá en los próximos tres o cuatro años hayan tres Juan Yarur en Santiago, y en diez años quince, y eso es muy importante para el desarrollo de la escena artística.