“Hoy, conversando, se salió de madre el pasado, mi pasado”
(Pablo Neruda).
Que una ciudad forme parte de tu cartografía personal, es algo así como si en cada una de tus venas transitasen, momentos, personas y lugares que sin siquiera percatarte conforman este mapa mudo que la vida aleatoriamente va coloreando, y que en el caso puntual de Lucía Gianello (1995, Uruguay) y Claudia Blin (1979, Chile), toman como referente el Paseo Santa Lucía, la canalización del río Mapocho, el Mercado Central y el Barrio Franklin, cuatro emblemas de Santiago, modificados por el otrora Intendente Benjamín Vicuña Mackenna, que dan cuenta de las Transformaciones, que cambiaron para siempre el semblante capitalino. Factor decisivo, que ambas artistas rescatan luego de recolectar material de archivo, revisitar cada sitio, y a su vez transformarlos en un conjunto pictórico que se abre a diversos materiales y formatos que podrán ser vistos en el Museo Benjamín Vicuña Mackenna, hasta el 1 de diciembre de 2017.
Si bien la ciudad en que habitamos termina siendo nuestro lugar común natural, y pese a que ella se viste con cada uno de nosotros, se pone en nuestros zapatos y se desplaza hacia dónde vamos. No es menos cierto que volver a remirarla y repensar desde ciertos lugares, implica dejar que la imagen construida por años en nuestras cabezas, se enajene de sí misma y de paso a una narrativa visual distinta, que colinde con la historia, pero que a su vez cuente su propio abordaje. Desde una mirada dual con dos artistas visuales que han crecido con esta ciudad bajo sus pies, pero que además han sabido tomar distancia. Desde el momento en que se interesan en la actitud progresista y transformadora de Vicuña Mackenna, quien pensó en la visualización de una ciudad integrada socialmente, con lugares de encuentro que con el paso del tiempo se han mantenido, pero así también se han ido desdibujado.
En ese tránsito es que surge Transformaciones, con una noción de lo urbano articulada sobre la base de la inoculación, es decir injertar espacios – 4 en este caso – que aun permiten a la gente encontrarse en un territorio libre contra todo aquello que nos aleja en una ciudad capital que aún no posee antígenos contra la soledad y menos contra la misma sociedad. Aún así es posible, como dice Mario Toral darle un giro – “Siempre es gratificante encontrar en las grandes ciudades, en esos laberintos de cemento y muchedumbres ansiosas, en la desolación que produce el anonimato, algo que se parezca al barrio.”
Un derrotero que Lucía Gianello, recoge desde la perspectiva que la ciudad y quienes la habitan se transforman. Sin embargo, ella soluciona el enigma proponiendo un juego donde las partes se yuxtaponen en vez de bifurcarse, tal como sucede en Mercado Central, punto de convergencia lleno de sabores, aromas y colores que se multiplican, dentro de esa cornamenta de apariencia neoclásica, donde a través de elevaciones, troquelados y calados la artista da cuenta no sólo de su envergadura, sino de cómo el tiempo lo ha corroído y transformado, a ese y otros espacios insulares donde los náufragos de esta ciudad buscan sobrevivir, dándonos una vaga idea del valor que constituyen estos Cinco momentos, nueve miradas: Cerro Santa Lucía, representados en cinco cruciales fechas 1700, 1870, 1910, 1980, 2017, donde la madera aglomerada (MDF) pintada y calada sigue la lógica de reproducir su topografía, poniendo en relieve diversas capas de tiempo, hasta llegar a un enfoque satelital, y una perspectiva digital, cenital y plana, consecuente con los años que corren.
Para Claudia Blin en cambio, la ciudad es un lugar de reunión donde la naturaleza toma no sólo posesión del Día y de la noche del Cerro Santa Lucía, con una agreste propuesta, sino de cada armazón como si fuese un esqueleto que cobra vida, poblándose de flores, plantas y colores, en un Mercado Central, zoom in, donde los frutos saqueados desde el valle bailan al son de la cumbia – Mariposas amarillas, Mauricio Babilonia. Mariposas amarillas que vuelan liberadas”, muestra fehaciente del incipiente cosmopolitismo que subrepticiamente se desplaza a ese territorio aparte que es el Mercado Frankiln, tierra de encuentros, donde la danza mordiente del ácido hace del cobre un sustrato propicio para que la sutileza primitiva y gestual elimine definitivamente las fronteras. Tanto así que muchas historias de gente común rodeadas de objetos con historias, traigan consigo al Persa de Instantáneas, de Lucía Gianello, desde un mapa de 1920 dibujado al muro, y sobre ese trazado, la visión satelital pintada en placas de madera aglomerada recorriendo este bullente centro comercial lleno de pasadizos y galpones, donde el ajetreo se traduce en aprovechar un modelo esquemático al cual la artista le agrega su propia impronta, capturándolo en pequeñas molduras, que recrean este mágico mundillo.
Para el final dejo el Mapocho de Claudia Blin, afluente que cruza la columna vertebral de este Santiago como un verdadero cuerpo acuoso cuya preeminencia es indiscutible, ya que al observar nuestra historia está presente, incluso en la simpleza expresada desde un lápiz y un papel, pero con tal carga expresiva que acapara la atención del observador, quien se ve envuelto en este entramado cromático, generando un contrapunto que en Caudales en el tiempo, de Lucía Gianello se diversifica a una materialidad y una síntesis visual donde la trasparencia encuentra cabida en la fragmentación del rio, expresada en un lúdico contorno de serigrafía y acrílico que cierra sutilmente este soliloquio a dos voces de estos cuatro vértices, donde el pasado y el presente se encuentran irremediablemente entrampados.
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