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Menos es más, no debe entenderse sólo como un acto conmemorativo, sino como una experiencia de museo inédito, creada en 2002 por el Museo de Bellas Artes en alianza con Mall Plaza, bajo la curaduría de Patricio M. Zárate desde el Museo sin muros, que abrió un museo al interior de un espacio comercial y que, tras marcar un precedente, luego de 15 años, regresa a la Sala Matta del MNBA, con 18 artistas que sin cortapisas que decidieron ampliar su audiencia.

A partir de esas huellas, se rehilvana un hilo conductor en función de un fenómeno de rememorización que en el caso de Norton Maza, se funda en base a dioramas escenográficos, desarrollados con desechos elevados a la categoría de objetos de culto, como en Avalancha del Caos (2007) y Artefacto Automático (2010), donde la fetichización de la imagen mesiánico-religiosa opera como un vestigio heroico de la cultura de masas, pero a su vez reconstituyendo un símbolo de subversión histórica, al cual se pliega Víctor Hugo Bravo, con su ya clásica parodia iconoclasta contra el militarismo, y el consiguiente catastrofismo político expresado en Bendice a las bestias (1972 – 2017), haciendo que la superficie pictórica se desvíe hacia una concepción objetual que camufla nuestros dolores, deseo y frustraciones. Variante a la que prontamente se agregan Enfermedades del cuerpo político (2010 -2017) de Mario Soro y Arte político, indígena y geométrico (2017) de Carlos Montes de Oca, evocando esa memoria fragmentada e inconclusa derivada de estos inquietantes Objetos Transitivos, que la historia reciente nos ha heredado.

PAN

 

Por otra parte, expandir el arte hacia un campo visual disonante es lo que Cecilia Avendaño propone, poniendo en relieve esa suerte de azoramiento que ella misma declara: “Busco que el espectador no pueda distinguir claramente, si lo que ve es lindo, feo, triste o feliz”. Sutil provocación con la que cuestiona los cánones de la belleza, entresacando ese dislocado narcisismo que subyace como un leimotiv desde el subsuelo de esta Imagen Errática, donde la curiosidad también deja espacio para ver otros artistas con diversos paisajes intervenidos o fisurados por constantes incisiones de grupos económicos que sin piedad los esquilman, al instalar sus antenas de celulares y sus ondas electromagnéticas, quebrantando por siempre nuestra precaria privacidad, haciendo que el exterior se vuelva interior, tal cual se aprecia en Réplica Original (2015- 2016) y estos visores del espacio público creados por Nicolás Saéz, para evidenciar esta transversal hecatombe. Una temporalidad que Jorge Pasmiño, aborda desde la carencia o ese vacío que queda desperdigado tras un desastre (Santa Olga, Los Aromos – Región del Maule), y de cómo la geografía urbana se expresa de manera rotunda en su serie Vestigios Visuales (2017).

 

 

Cada amor en tu vida, es el amor de tu vida (2016- 2017), frase del músico Cuti Aste, que Margarita Dittborn, hace propia para dejar entrever que el nacimiento de un nuevo amor, trae consigo la pérdida del viejo corazón. Sístole y diástole que el imaginario convierte en una profusa y doliente sanación donde al unísono aflora el recuerdo de la perfomance llamada Sanar la mirada, y la artista Angélica Pérez Germain (1973- 2017), poniendo bolsitas de té sobre los párpados de los visitantes de una plaza en Italia. Acción que provocó que al otro día, hubiese una interminable fila de enfermos esperando sanación y que retrata fielmente como esta desaparecida artista supo ver el contenido ético del té, desde que se adentró en las poblaciones y descubrió además del insuperable poder de reunión, el rol social de este bebestible en la sobrevivencia de nuestra gente más modesta. Hecho consumado que forma parte de este inaudible Ruido Secreto que ciertamente se replica como un eco.

Finalmente Liliana Iturriaga, en Inversión Crítica, hace una relectura de la tradición abstracto- geométrico con composiciones activas, donde según Patricio M. Zárate: “Hay una similitud entre el uso de la curvatura, que no es uniforme, y la expansión fractal de la vida orgánica”. Hecho clave que además en Nicolás Franco, se traduce en transferir imágenes de un medio a otro, procurando un material visual que generalmente hace una alusión oblicua a los procesos culturales y a esa oculta estandarización que los provoca. Actuar que de algún modo se engarza con la impaciencia y descontento hacia el anquilosamiento de ciertas técnicas expresado por Ignacio Gumucio, quien plantea una defensa de lo intuitivo, conectando su expresión con su imagen-memoria, que deja en evidencia la no aceptación de la realidad tangible como parte de una alucinación donde, tomando versos de Nicanor Parra, “Lo demás, es lo de menos”.

Por algo, Menos es más, sigue siendo una vitrina abierta que al amplificar su audiencia se convirtió en un eje referencial donde conversan distintas disciplinas, visiones y artistas, que sin dudarlo derriban sus propios muros para llegar a la gente que depende de un exiguo panorama de fin de semana.