In media res es un recurso literario que inicia una historia no desde el principio, sino desde la mitad. Síntoma que determina la existencia de Mario Irarrázabal (1940), a partir de una trayectoria ligada primero a la teología y la filosofía, y luego de estudiar en Alemania Occidental con el escultor Waldemar Otto entre 1967 y 1968, empieza a reescribir su propia historia asumiendo un quehacer artístico que irradia no sólo el influjo del expresionismo figurativo alemán, sino un aura de humanidad, tamizada por esa gran espiritualidad con que invade la ductilidad del bronce.
Esmerilando el dolor y exaltando la esperanza Mario Irarrázabal, ha ido construyendo una forma de comunicación a través de objetos que hablan por él – “Al crear ese objeto intento relacionarme con los demás. Busco crear una contraposición, una metáfora que sorprenda y sugiera. Busco decir algo sobre el sentido de la vida y la muerte, el odio y el sufrimiento, la entrega a los demás: el amor. Para esto no hay lenguaje más apropiado que el del arte”.
Práctica que desafía la indiferencia, siendo el hombre el meridiano que moviliza una labor que nos arranca del letargo al exhibir tanto la iniquidad imperante, como la desidia de quienes desconocen impunemente su condición, tal cual se aprecia en Ejecución (2013), donde el bronce fundido se llena de dolida desazón. Fulminante obra que indudablemente se hermana con Éxodo (1983) y Éxodo IV (2016), reclamando nuestra atención a partir de una concepción de esa realidad subyacente, complementada por la imagen gregaria de quienes aúnan sus fuerzas en un Bloque humano (1974), con seres que empujan por un objetivo común, hasta converger en el Cubo del encuentro (2002), o simplemente expiar sus culpas recurriendo a la flagelación del Autocrucificado (1990), esperando la redención como única vía posible, usualmente abordada desde el sacrificio. Sin embargo, aquí el autor refuerza su aptitud esperanzadora encauzándola en un desaforado encuentro con la trascendencia, mediante un sublime abrazo imaginario.
Implicancia que hace visible el carácter esencial de Mario Irarrázabal, no sólo por haber abandonado la vida secular y dedicarse de lleno a la escultura, sino porque con ella roza la espiritualidad, sin renunciar a ninguno de sus principios vocacionales. Hecho preponderante que guía La Elección del Papa (1994), y tangencialmente obras como Alfiles (2011), Oradores (2012) y Pequeño mundo (2013), cuyo diálogo evidencia – dondequiera que uno vea – una apremiante reflexión en torno al devenir del hombre, ponderado a través de la longitud de las formas y la amenidad de los elementos, como una manera de mostrar la vida, con su imperfección, pero también con sus infinitos dones, reconocibles al adentrarse en ese capital inagotable que es el ser humano, del cual exhibe incluso sus márgenes. Consecuente con un protagonismo colectivo, que Antonio Romera subraya de su obra -“El designio está claro. Captar lo que condiciona, fundamenta y marca la vida del hombre sobre la tierra”.
No obstante, la nutricia enunciación también se hace presente a través de la figura femenina, en especial en Fuente (2013), Maternidad (1990) y en Mujer montaña (1999), con un ligero guiño a la emblemática obra de Coubert, acotada al origen, y hasta cierto punto secundada por un conjunto de dibujos donde la pareja es susceptible de ser representada como parte del amor y de este irrevocable oficio. Hasta encontrarnos con ese rictus que se insinúa en Labios (2011), dándonos una discreta, pero a la vez inquietante bienvenida a la cual también se suma Mano de Venecia (1995), como un significativo eslabón que se incorpora al espacio urbano en Venecia, Punta del Este, Madrid, y hasta desafiando la aridez del desierto de Atacama, para finalmente recalar en estos Bronces inquietos, donde Irarrázabal, hace hincapié tanto en la introspección como en un cuestionamiento permanente, al rebasar la frialdad del metal y abordar cada temática con la pericia de quien es capaz de propiciar un espacio de reconocimiento mutuo con el visitante, quien podrá disfrutar de una exposición que reúne esculturas y dibujos de este destacado artista visual, en la reinaugurada Galería del Parque de las Esculturas hasta el 22 de Septiembre, reencontrándose con este creador que sitúa su obra desde el hombre como un crucial epicentro.