Excepcional la exposición en la Fundación Juan March donde puede seguirse la evolución multifacética de Lyonel Feininger comenzando por su vertiente creativa más desconocida ligada a sus inicios como fantástico ilustrador de tono satírico e infantil, hasta llegar a sus lienzos más complejos de inspiración expresionista, cubista y órfica. Todo ello recorriendo en consonancia parte de la producción preparatoria y una extensa documentación.
La Fundación Juan March presenta además un catálogo enteramente dedicado al artista, su primera monografía en español, en tanto que el catálogo razonado sigue su curso: The Lyonel Feininger Project. Achim Moeller, el director del proyecto, es uno de los firmantes junto con los máximos expertos, lo que señala este volumen como un imprescindible para los apasionados y estudiosos.
Grabador, pintor, fotógrafo, dibujante de cómic, compositor, dibujante e, incluso, constructor de juguetes. Todas las extensiones artísticas citadas confluyen en un único personaje y son recogidas en la primera retrospectiva que España ofrece del estadounidense-alemán: Lyonel Feininger 1871-1956.
Los espejos deformantes Sus inicios como colaborador en distintos periódicos, alemanes y estadounidenses, y la necesidad de una producción rápida forjaron su talento como ejecutor de un ingenio dibujístico y colorista. La transición del cómic, en el que fue uno de los pioneros, a los primeros lienzos es evidente: figuras de tamaños anómalos insertas en espacios urbanos, se diría que la caricatura se arma de una exageración distinta, de lectura psicológica de una realidad. No en vano conoció a los artistas de Die Brücke en 1912.
Los espejos omnipresentes. La esencia de esa realidad capturada en esencia será transportada a la pintura al óleo. Tras su paso por París en 1911, dio con uno de sus grandes hallazgos: el cubismo, su sorpresa fue mayúscula y afirmó que ése era el estilo pictórico que llevaba buscando tantos años de manera intuitiva. Esta nueva irrupción le empujó a abandonar sus aspectos previos más figurativos en pro de una disolución estructural de la realidad. Las teorías de color heredadas de Robert Delaunay, del orfismo, adquirirán en su práctica pictórica al óleo, gradaciones de tonos en veladuras superpuestas que se manifiestan como las verdaderas constructoras del espacio; planos donde lo cromático y lo lumínico determinarán la continuidad de los elementos representados.
Los espejos didácticos
Feininger fue reclutado en 1919 por Walter Gropius para la Bauhaus y allí permaneció como profesor de grabado hasta el cierre de la escuela en 1932 por los nacionalsocialistas. El verdadero salto formal lo da con la xilografía, sus grabados de líneas enjutas y bien desequilibradas, resultan una síntesis de fuerzas centrípetas. Adopta el austero trazo tan utilizado por los expresionistas alemanes. La famosa xilografía Zukunftskathedrale (la catedral del futuro) que acompañaba la procalamación de la Bauhaus vinculada a la simbología socialista, y su estructura de trabajo, a la de los talleres de las logias de los constructores de las catedrales. Este arco de tiempo permitió a Feininger un conocimiento extenso del medio y la colaboración, durante los primeros años, con Johannes Itten en su nuevo método didáctico para educar el tacto, el sentido del color, del espacio y de la composición. En sus ejecuciones, las matrices de madera dan lugar a encuentros donde se une la línea expresionista, la descomposición cubista y la sugestión de contrastes de blancos y negros que se tornan extraordinarios.
Los espejos poliédricos La fascinación que muchos artistas demostraron por la ciudad convirtiéndola en tema predilecto, se desarrollará en el caso concreto de Feininger por su admiración de las arquitecturas alemanas de Turingia. Como aseveraba Meidner en 1914 «Nosotros pintamos lo cercano, nuestra ciudad-mundo, las tumultuosas calles, la elegancia de los puentes colgantes, los gasómetros, el colorido de los autobuses, los ondulantes cables telefónicos y después la noche, la noche de la gran ciudad».
Del grabado a la pintura, las líneas cederán la acotación espacial a los planos degradados de color rotundamente volumétricos. En una inversión de términos, los personajes de la gran ciudad gigantescos irán cediendo espacio a las ciudades, con minúsculos o invisibles urbanitas tras la captura del natural donde, como en la fotografía, la figura se disuelve y acaba por desaparecer. También las playas, las costas de aires nórdicos con sus veleros en lontananza, los paisajes del mar y del cielo cambiantes.
Los espejos psíquicos Hay algo en esas profundidades, en esas transparencias matéricas, en esos prismas de cristal que lo hacen único, como si su realidad interior hubiera adquirido las luces espirituales de las catedrales góticas: difuminadas y tendiendo hacia lo alto como las cajas de luz y color en continua fuga. Hay algo en esos ritmos quebrados de las músicas de contrapunto, de las influencias sinestésicas de Vladimir Kandinsky.
“Lyonel Feininger: Los confines del mundo”, el título para el libro póstumo donde sus hijos publicaron parte de su epistolario, estas palabras bien podrían haber funcionado como cubiertas para su producción artística.
«Yo no soy alguien que quiera renovarlo todo, sino un hombre que, si quiere vivir, tiene que romper con su tiempo». ¿Con el que le ha tocado vivir o con el suyo propio? Toda una vida, la del arte y la suya, donde la sabiduría del niño pervive en la del adulto. Pues en la espiritual, residen ambas.