Imágenes cortesía de la artista.
Objetos pequeños, cotidianos, sencillos, leves y frágiles. Objetos que no apelan a una memoria emotiva ni al recuerdo; que se seleccionan para armar un propio y a la vez distinto relato, que de alguna u otra manera contiene la carga de la historia de Gloria Matarazzo y que son cuidadosamente armados en secuencia, tal cual como el historial de su propia vida.
El proyecto, que fue tomando distintos nombres y que comenzó como levedad suspendida hasta denominarse certeza de materia, surgió alrededor de 2013 cuando el hijo de la artista le regaló una cámara pocket común y comenzó por primera vez a usar una cámara fotográfica de manera intuitiva. En su propio taller fijó objetos muy pequeños y de uso cotidiano –los que tenía más cerca– y empezó a tomar fotografías. A medida que fue avanzando el proyecto, incorporó más piezas al relato.
Gloria solía emplear dípticos, obras e instalaciones grandes que eran recurrentes al concepto estético que la artista quería abordar en el área de la pintura y la fotografía; a diferencia de su actual trabajo donde las instalaciones son mucho más pequeñas. Sin embargo, el arte siempre ha estado presente como un pretexto en ella para acercarse a ciertas preguntas en cualquier dimensión y tamaño. Probablemente, “no son elementos rimbombantes ni con gran juego de luces” como menciona la artista, pero son una premisa para descubrir ese algo que se encuentra ahí, en el micro mundo.
El absoluto silencio y la soledad que impera en el taller de la artista en Acassuso, la localidad más pequeña de San Isidro y de refinada arquitectura inglesa en Argentina, sirven para crear su trabajo conceptual en el que las pequeñas piezas comienzan a evolucionar en su tamaño frente a la cámara –que está a pocos centímetros de ellas– recreando, en parte, un macro mundo y, a la vez, el micro mundo presente en Gloria. El relato se va armando en distintos tiempos y con bastante desapego en cada pieza. Las figuras olvidan su pasado: si son objetos usados, nuevos, comprados, encontrados… eso, ya no existe.
El orden apresado por los objetos que juegan un rol distinto y que a su vez dialogan entre sí, intentan remitir el tan anhelado micro mundo de la artista. Objetos que apelan a cosas bastantes existenciales como lo temporal, lo instantáneo, lo infantil, lo que muere y también la violencia, ya que hay momentos en que el relato es interrumpido por una cierta aceptación: la búsqueda de tipo conceptual, lo fragmentario, aquello más allá de lo visible.
Probablemente el mismo diálogo el cual enfrentó la artista en su niñez. Una vida introvertida, silenciosa y muy contemplativa del mundo exterior. La ascendencia italiana marcó mucho su infancia, donde las antigüedades y el gusto por el arte eran menester. Su padre solía irse a dormir con un libro de arte procedente de Italia y al igual que su madre, eran personas muy cultas. Su niñera también fue parte del círculo cultural presente en su hogar y antes de hacerla dormir, solía contarle cuentos y ensoñaciones que no eran las tradicionales historias para niños.
A los 13 años tuvo clases de pintura con el artista plástico Kenneth Kemble, donde los días sábados la llevaba su padre. Gloria recuerda ir con medias cortas tejidas por su propia madre, un suéter y una pollera escocesa. Tuvo clases con él en su periodo más informalista y destructivo, donde la artista fue testigo de su intelectualidad, sus amoríos y por sobre todo, su arte. Presenciar aquello reforzó la idea en que había un mundo más allá de lo que tenía a su alrededor. “Él era riguroso, me tenía dibujando yesos que se dan en esas escuelas clásicas de pintura y yo dibujaba con un lápiz muy fino y con una goma en mano. Me hacía diferentes ejercicios de composición y color. Él tenía la vida y su arte como una sola cosa, esa concepción de ética, existencia y de mirar todo con estética me marcó profundamente”.
Al ir trabajando distintas instancias de tiempo en varias secuencias, la artista se permite ir tocando el tema de lo pasajero, lo que es invisible y lo más material. Por eso Gloria se apropia de estas pequeñísimas piezas que puede usar libremente sin que se revelen entre sí, donde ellas le ayudan a ir construyendo este micro mundo. Un micro mundo que nació cuando tenía 5 años, en donde se sentía que estaba en contacto directo con el universo. Estos sentimientos potentes son los que posiblemente le hacen desarrollar esta obra… una obra con la cual se siente muy representada.
Una historia en imágenes
Los relatos tienen varias etapas. La primera es cuando saca fotografías en secuencias que modifica constantemente, acorde a estas pequeñas instalaciones para que vayan mutando. El relato se va disponiendo de tal manera que genera una especie de diálogo el cual, la artista, no logra comprender bien, pero que simplemente se atiene a las reglas de concepto: pequeños objetos en el fondo blanco que van cambiando a medida que se va armando la secuencia. La segunda etapa es cuando las procesa desde su computador y comienza a editar. No siempre las fotografías son las necesarias para armar esta lectura intangible donde lo accesible, la certeza, la materia y lo frágil, son nominaciones que la van acompañando porque le interesa mucho armar este pequeño mundo que todos tenemos y debemos descubrir. También es poder brindar y ofrecer de manera humilde un mundo que tenemos internamente, tan difícil de interpretar; esos tantos intersticios de cada uno que son tan difíciles de reflejar.
Gloria Matarazzo trabaja constantemente para definir el proyecto de obra. Se toma el tiempo de sacar infinidad de fotografías con mucho cuidado, donde hay un método riguroso que emplea para armar estas distintas velocidades de tiempo. El gusto por el arte y por sobre todo la necesidad de arte, van tomando curso una y otra vez hasta lograr una conexión profunda con la naturaleza. Su afición por la búsqueda de tipo conceptual es un fiel reflejo de su trabajo que se muestra limpio, pasional, donde el silencio y la contemplación casi ideal y perfecta se suman como eslabones que desean repetir una cierta levedad o quizás más bien, cierta certeza de materia. Ese mismo lenguaje estético y objetual apresado en algún espacio, en algún tiempo, en algún lugar…