En estos ajetreados días los profesionales contenidos en la esfera artística han recorrido a golpe de reloj ARCO y las, llamadas, ferias satélite. Ferias satélite porque pivotan en torno a la principal y con ofertas alternativas esperan atraer la atención de quienes la visitan.
No en vano, IFEMA, invierte con generosidad económica en invitaciones a galerías y coleccionistas, e inventa fórmulas que incluyen artistas emergentes, secciones comisariadas, países invitados y espacios culturales, medios, librerías, tal y como se indica en su programa.
ARCO cuenta con la atención superlativa de los medios, alberga en sus dos pabellones galerías internacionales y nacionales de renombre en la escena artística global.
En la ciencia de la astronomía, el satélite es el cuerpo celeste que tan sólo es capaz de brillar, por su competencia especular, con la luz del sol. Las palabras son elásticas y esta acción física de la luz, del satélite, encuentra otra acepción en la dimensión social, la de la dependencia. En los caminos de la sinonimia, el verbo brillar puede adquirir en una determinada dirección un sutil cambio de significado, reverberar, es decir, reflejarse sin ser absorbido.
Las ferias son elementos que forman parte de un sistema, el del arte, e intervienen con un propósito, la venta. Los sistemas funcionan porque todos sus componentes están ordenados y aunque se definan por una aparente oposición: principal/satélite, son todos parte de un conjunto estructurado. Art Madrid, Just MAD, Drawing Room, las tres ferias satélite, han elegido nombres en inglés para reflectar, para brillar, para reverberar.
Sea como sea, aunque no trace una forma perfecta, es ésta una única esfera, si bien está tangencialmente tocada por muchos vectores (social, económico, geográfico…) que, paradójicamente la definen y redefinen.
La solidez de la estructura depende de los fondos económicos y creativos, de elementos invisibles a ciertos ojos que forman parte de ella y la sustentan. ARCO contribuye a estos escenarios de forma secundaria. Las satélites se consolidan en entidades y actuaciones porque no se dirigen a un mercado de alta gama, ARCO sí.
Quizás este aspecto de la feria principal empuja a subestimar la ferviente explosión de iniciativas, ideas planteadas por parte de galeristas, artistas, comisarios, etcétera desarrolladas en España, de gran calidad, que se comunican desde otros podios con gestos, miradas y energías que sí recogen las ferias satélite.
El mercado es elitista, España es un país en el que es difícil desclasarse hacia arriba, adquirir el barniz de las élites que no es necesaria y exclusivamente intelectual sino esencialmente protocolario y económico. Gira sobre sí mismo y en su órbita no interfiere con la caridad y no hay discusión al respecto, se trata de generar beneficios.
La cuestión es que en el caso concreto de ARCO la tendencia es la de la internacionalización de las galerías y sus fondos provienen, al menos en gran parte, del erario público. En la constelación galerística española un alto porcentaje de las ventas se realiza durante los acotados días de finales de febrero, evidentemente no puede sino alegrarnos pero ¿en qué mejora el deteriorado panorama artístico español?, ¿qué no se podría hacer con un presupuesto de 4 millones de euros?
Si tanto miramos fuera para captar vibraciones interestelares, ¿por qué no miramos los modos de gestión de los países que gozan de tan buena salud artística? Como escribía Fumaroli “Vemos a Augusto y Mecenas, pero ¿dónde está Virgilio? Vemos a Julio II, pero ¿qué hay de Miguel Ángel?” Priman las estadísticas frente a las obras maestras. Aunque de esto, no es responsable ARCO sino la entera sociedad sumida en el espectáculo y por ende, tan dependiente de las cifras, ya sean pecuniarias o de asistencia y, lamentablemente, esto se extiende al resto del cosmos.