La mirada. Esa es la forma en la que el espectador y la obra forman un vínculo, a partir de una distancia pasiva y un contrato silencioso, que le permite al sujeto acceder a un tipo de lenguaje silente: el lenguaje visual. Sin embargo, la pasividad del espectador, se posiciona como una fachada silenciosa, pues la obra le invita a descubrirse en el sujeto, y éste a descubrirse en la obra, No hay una relación jerárquica, al contrario, es un re-conocimiento. La obra es un discurso. Es la forma en la que se expresa aquello que el artista siente, piensa y reflexiona, es una manera de entablar una relación, que con cada espectador, con cada mirada, es diferente.
Es en este sentido que obras de Ismael Frigerio, como las de la serie Voces del Agua o como las de Sombras de la Modernidad, o instalaciones como Anatomía, invitan a al espectador a dialogar, y este se introduce en la obra para establecer una conexión, para identificar ese discurso. Y es que el trabajo de Frigerio habla acerca de la sociedad moderna, del mar, de identidades, de política, del tiempo, y compone sus trabajos en una variopinta cantidad de soportes.
La técnica en la obra de Ismael varia, ya que al no haber un soporte definido, ésta varía en cada exhibición: depende del tema que se tratará la serie o instalación. Por ejemplo, tanto en Valor como en 100 Días, hay una forma de visualidad diferente, que implica tanto obras pictóricas, como fotográficas y también recurso audiovisual, pero que se distribuyen y se presentan según el discurso que quiere presentar el artista. Sus obras no son estáticas, ni tampoco repetitivas, no están estancadas en un marco, son un discurso que proclama su propio lenguaje.