La abstracción latinoamericana ha despertado un interés creciente debido al trabajo investigativo desarrollado desde instituciones e iniciativas privadas para historiografiar y visibilizar los aportes de la región. En 2011 se realizó una de las muestras más significativas en este sentido, América Fría. Abstracción geométrica en Latinoamérica (1934-1973) puso a disposición del público alrededor de 300 obras pertenecientes a 64 artistas de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Uruguay, Venezuela y México. La exposición curada por Osbel Suárez para la Fundación Juan March en Madrid, no solo posicionó en el contexto español una historia compleja y fragmentada, sino que además evidenció las diferencias dadas en Latinoamérica respecto a la abstracción geométrica europea.
Según Cecilia Fajardo-Hill, organizadora del proyecto curatorial Abstraction in Action: “(…) no existe suficiente exploración académica o crítica del fenómeno de la abstracción actual, y por lo tanto sigue siendo en parte invisible o se sigue exhibiendo una visión convencional y a veces retrógrada de la abstracción contemporánea (…) de allí que sea necesario crear plataformas para que se pueda promover, exhibir y estudiar…”*.
En 2013, la presentación Pulsos de la abstracción en Latinoamérica (1920-1982) a partir de obras pertenecientes a la Colección Ella Fontanals-Cisneros, reunió en un mismo volumen el esfuerzo investigativo de Manuel Borja-Villel, Mari Carmen Ramírez, Juan Ledezma, Rafael Pereira, Cecilia Fajardo-Hill, Elsa Vega Dopico y Jesús Fuenmayor. La convergencia de estas voces permitió apreciar los diferentes enfoques discursivos y metodológicos en el tratamiento de la problemática, al tiempo que constituyó una apuesta por la creatividad y la reivindicación de los discursos de la abstracción en los países de América Latina y el Caribe. El texto de Elsa Vega Dopico, Arte geométrico cubano: una razón para evocar la poesía contribuyó al empeño de (re)inscribir el grupo Los diez pintores concretos, Los once y artistas individuales como Mario Carreño, Zilia Sánchez o Carmen Herrera en el panorama abstracto de la región.
El establecimiento de la temática abstracta en los debates sobre arte cubano contemporáneo es un fenómeno que no debe verse alejado del contexto sociopolítico actual que caracteriza a la nación, así como la repercusión de muestras internacionales en torno al tópico. Constituyen algunos ejemplos: Constructivist Dialogues in the Cuban Vanguard: Amelia Peláez, Loló Soldevilla & Zilia Sánchez (Galerie Lelong, NY, 2016), Concrete Cuba (David Zwirner Gallery, NY, 2016) y Carmen Herrera: Lines of Sight (Whitney Museum of American Art, NY, 2016). Por su parte, El grito silencioso. Voces en la abstracción en Cuba 1950-2013, exposición curada en el año 2013 por los críticos de arte Janet Batet, Rafael Díaz Casas y el artista José A. Vincench, elaboró una cartografía que reconoció la tradición abstracta del país –Hugo Consuegra, Raúl Martínez, Sandú Darié y Guido Llinás–, pasaba por creadores en activo trabajando –José Rosabal y Pedro de Oraá– e incorporaba otros más jóvenes –Luis Enrique López y José A. Vincench–.
Federal Vertical Green Republic, 2016
Rodriguez Collection
Photo: Artist’s courtesy.
La muestra The Global South, Visions and Revisions curada por Adriana Herrera y Adolfo Wilson en el marco de Pinta Miami 2016, tiene entre sus méritos la inserción, en la historia abstracta geométrica latinoamericana, de diferentes generaciones de artistas cubanos, entre ellos: Loló Soldevilla (1901-1971), Sandú Darié (1908-1991), Carlos Garaicoa (La Habana, 1967), Alexandre Arrechea (Trinidad, 1970) y Francisco Masó (La Habana, 1988). Este último, integrante de una promoción que emerge en los 2000, desarrolla, me atrevo a decir, uno de los trabajos más serios y representativos de la abstracción concreta –sólida– actual.
Tras un período enfocado en la videocreación (Neorrealismo, 2009; Psicométricos, 2012), la gestión de eventos (Paquete Semanal, 2013; Muestra de Cine 3D, 2014) y la práctica editorial (Gaceta Circular, 2016; Editorial Cartas Cubanas, 2016), Francisco Masó sorprende desde hace aproximadamente dos años con una producción también abstracta. Su acercamiento confiere a la manifestación de una fuerte carga reflexiva e investigativa sobre discursos territoriales, sociológicos y políticos, a la vez que establece un diálogo con la historia de la abstracción regional.
En United Nations (2014 – ) Francisco Masó parte de la investigación de los conceptos de liminalidad y estado para generar un sistema de naciones independientes. La noción de liminalidad desarrollada por el folclorista, etnógrafo y sociólogo francés Arnold van Gennep en Los Ritos de Paso, se refiere al período de tránsito de un estadio a otro. Masó se apropia del esquema tripartito desarrollado por Van Gennep, donde el proceso ritual está constituido por tres fases: preliminar, liminal y postliminal, para estudiar el territorio físico. De este modo, en un contexto geográfico de coexistencia entre dos países, digamos Estados Unidos y Canadá, las fases preliminar y postliminal estarían representadas por los territorios, estadounidense y canadiense en este caso, mientras que la frontera será entendida como la zona liminal.
Así en Federal Horizontal Yellow Republic el autor asume como estrategia creativa una oportuna combinación de franjas alineadas horizontal y/o verticalmente. La bandera como representación del estado-nación deviene elemento constructivo fundamental de un nuevo símbolo territorial. En este caso, la peculiaridad reside en la presencia del color amarillo cuya gradación define el tipo de estado que caracteriza la nación emergente. Federal Horizontal Yellow Republic supone la existencia de estados soberanos que responden a un gobierno federal. En otras como Independent Horizontal Black Kingdom, el negro homogéneo describe un sistema absolutista y totalitario.
En Federal Vertical Green Republic el autor prescinde de elementos decorativos que refuercen la ficcionalidad de la imagen. La carencia de marco para dejar la bandera tal cual y el uso de la impresión digital para preservar los colores exactos del elemento; parecieran recordarnos aquellos preceptos del Movimiento Madi argentino donde se buscaba presentar –ya no representar– la obra de arte como un objeto en sí mismo, en un intento de acercarla a la praxis vital. En este caso, la realidad o dígase de otro modo, las políticas del mundo real han sido la materia prima fundamental para la generación de la serie. La abstracción sólida –como he denominado la producción de Masó– establece, en relación con las vanguardias concretas latinoamericanas, la simetría, la lógica y la idea como principios de creación. Mientras en un contexto de derivación postmoderna, instituye de manera esencial la transdisciplinaridad y el “disenso”.
“Una estética del disenso, al decir de Rancière, está menos pendiente de oposiciones consensuales (dentro/fuera; visible/invisible, etc.) y más atenta a las posibilidades de circulación, el borramiento de fronteras y la permanente reconstrucción de la realidad y la ficción”**. La obra de arte abstracta sólida es un espacio de interrogación y de visibilización de vínculos y conexiones. Parte de la investigación científica y de una suerte de activismo que en el panorama creativo actual reclama la participación del artista en las problemáticas sociopolíticas de Latinoamérica.