Uno de los primeros recuerdos que surgen en la mente de Marcela Iglesias se remonta a los nueve años, momento en que recibió, ante la presencia de todos sus compañeros, una caja metálica llena de lápices de colores. Era un reconocimiento a uno de sus tantos dibujos, obras que llenaron de recuerdos su infancia.
Este antecedente es uno de los muchos que la llevaron a dedicarse tiempo completo al arte. Hoy, con un estilo que nace desde la espontaneidad, la pintora retrata formas y sensaciones que van desde la figura humana hasta los seres propios de la naturaleza. “La temática surge en forma espontánea, mental, emocional. Hay situaciones, pensamientos que te motivan a crear, y es en este proceso que se dan las series, porque mientras vas avanzando en el proceso, al final ves que hay una serie y, casi un proceso circular, es muy bonito”, explica la artista.
© Marcela Iglesias
Para Iglesias, las narrativas estructuradas en la composición solo se conciben terminadas ante los ojos del espectador. El pintor, para ella, solo debe dejar trazos, siluetas y tácitos indicios que actúen a modo de guía simbólica del observador, quien, según su subjetividad, deberá construir una historia coherente. En torno al color, este “es emoción, es vibración, es sentido, es lo que te envuelve en esta magia creativa, siempre con un sentir”, asegura.
Pero la sinergia de todos estos elementos debe encontrar un campo fértil para producirse. El taller es este espacio donde la creatividad y las ideas se encauzan en obras concretas. Es ahí donde, a través de la disciplina, se aterrizan los motivos abstractos que circulan la mente de la artista: “la disciplina es algo que tengo que trabajar más, porque cuando uno está en el taller, tranquila, es cuando surgen muchas ideas; ahí es cuando vas al centro de ti, en el silencio, y tengo la suerte de tener mi taller en el campo, entonces eso ayuda mucho, estar envuelta de la naturaleza. Pero a veces también pasa que en la locura de la ciudad, te vienen ideas, pero para concretarlas necesito retirarme”.
La honestidad, virtud regente en el trabajo de esta pintora, le permite a Iglesias conectarse con sus deseos y pulsiones más profundas y expresarlas en un formato material. La exploración en este contexto se da de manera innata y sin esfuerzo. El mensaje es el protagonista: “creo que es necesario que la intención de tu trabajo llegue en forma coherente al espectador y lo conmueva, eso es lo que importa”, sostiene.
Una búsqueda constante; el arte de Marcela Iglesias se constituye como un ejercicio de expresión, una expresión no limitada ni restringida, que busca crear un puente entre el artista y el espectador en un todo que encierra en sí la complejidad de la experiencia subjetiva humana: “creo que siempre es necesario seguir trabajando, buscando y potenciando las ideas. El ingrediente que más me gusta de este proceso es darse la Máxima Libertad”, concluye la pintora.