Recuerdo que hace unos 10 años escuché hablar de un artista que entre la pintura y las calles llamaba la atención tanto de jóvenes artistas como de sus pares. Una década después, podemos situarnos en el presente y reconocer que su obra sigue dejando un rastro entre sus coetáneos e incluso tiene el reconocimiento de importantes instituciones del arte.
Aquellas paredes que se llenaban con tags a los 14 años, se han convertido en galerías y museos donde sus obras son expuestas; la pintura sigue en la base, pero la experimentación lo han llevado a la instalación, nuevos medios y –últimamente– a la escultura. Sus temas de trabajo se vinculan a sus inquietudes sobre la identidad y la hibridación cultural, temáticas de poder y control manifiestos en la sociedad contemporánea y sus relaciones con las personas de diversa índole. Además la construcción y deconstrucción de la moralidad, religión y sistemas capitales dentro de los individuos e idiosincrasias. En este momento, Yisa, quien ya ha expuesto en varias oportunidades en el extranjero, se encuentra en España donde por dos años realizará en un Magíster en Arte Público, diseño urbano: ciudad y sociedad, en la Universidad de Barcelona.
Estos últimos años han sido de gran trabajo, lleno de proyectos y exposiciones ¿podrías contarme las más importantes?
No sé si hay alguna exposición más importante que otra. Sería como poner piramidalmente el trabajo de uno y creo que cada proyecto sirve como la realización de un proyecto mayor, o sea de un cuerpo de obra. Son diferentes aristas.
Ahora, mi última obra realizada en Sagrada Mercancía fue distinto por el tiempo y forma de trabajo, que fue desde la residencia. Ahí logré resumir muchos procesos, conceptuales o desarrollo de obra, por lo cual quedé muy contento. Pero este año también hice otros proyectos creativos, como la realización de una marca de alta costura en sociedad con Salvador Burrell, que también fue un gran aprendizaje y me tiene muy contento en su actual desarrollo ya que la marca sigue en su internacionalización.
Aparte tuve dos exposiciones más. Una que tiene que ver con mi historia personal, en el Centro Cultural de Pichilemu, lugar en el que me siento tan local como en mi Barrio Loreto en Santiago, pues es uno de los lugares donde crecí y tengo amigos desde siempre. Esta muestra titulada 127 yen, permitió adentrarme en un contexto que no conocía, al trabajar para un publico local, cuyo acercamiento cultural al arte contemporáneo es escaso; es más, debe ser una de las primeras veces que vieron piezas de arte que no recurrían a la mímesis, sino que desde la misma materialidad planteaban un tema. Honestamente, a sorpresa mía, la gente fue muy abierta al explicarles esto, planteaban sus ideas sobre mi trabajo y realmente era sorprendente la lectura que tuvieron, porque siempre han tenido una educación mucho más cercana al arte clásico de la mímesis, de la pintura clásica de la acuarela, del paisajismo, de la naturaleza muerta o del retrato. Entonces, ver una piel de vaca seca, que no estaba curtida, girando con un motor o una balsa con neones, los saca de su zona de confort y los lleva a un punto donde se cuestionan y pueden crear discursos. Fue bastante gratificante en ese sentido.
Y la última muestra que logré, digo logré, porque fue mucho trabajo y todo un poco antes de irme, fue la realización de esta serie de tótem que desarrollé en Open Darks, en una vuelta a un desarrollo estético sobre una temática que tiene el mismo origen de mis inquietudes sobre la mística, el arte, el origen, la hibridación y la identidad, desde un desarrollo estético.
¿Qué cambios ha sufrido tu obra en el último tiempo? (A nivel de investigación, conceptualización y profundización)
No sé si son cambios, podría hablar de desarrollos, de profundizaciones, creo que ahí sí. Ya que el trabajo de este año ha implicado muchos cambios personales y decisiones que han traído una concentración mayor en el desarrollo de mi búsqueda y de intención con mi trabajo.
Todos entendemos que el arte es una situación muy personal, por ende, no es igual ni en sus búsquedas ni en sus resultados. Creo que acá podemos hablar de una mayor precisión, de tener un objetivo más claro que tiene relación con las temáticas de poder, controles de poder e identidad y de cómo estas se manifiestan en la sociedad contemporánea, y por ende en mí, como persona, en mis amigos, en la sociedad, en el trabajador, en los inmigrantes; por qué se producen las situaciones de migrantes, pero no con la intención de dar una respuesta. Siempre soy claro al respecto, ya que no creo tener una respuesta absoluta . No creo en los dogmas, soy súper lejano a la religión, creo en preguntas y en cuestionamientos que se van dando desde la pregunta y desde plantearlas, sacarlas a la luz.
¿Cómo fue la realización de la obra en Sagrada Mercancía?
Fue de mucho trabajo y apoyo. Un constante desarrollo teórico sobre una temática que ya tenía pero que se replanteó desde la obra de sitio específico y desde el trabajo de residencia. En definitiva fue un agrado ya que es un gran espacio, lo he dicho en muchas ocasiones, y ahora siento que formo parte de esa gran familia.
Mi trabajo es una idea de mi persona, de mi corazón, un sentimiento de mi estómago que se lleva a cabo no por dos manos, sino por un sinfín de manos que le dan este hermoso y gran final.
¿Qué tal la experiencia de trabajar con escultura?
Aún enigmática, pero interesante. Ocupar la espacialidad y trabajar desde el volumen para llegar al contenido y al simbolismo, lo encuentro una posibilidad hermosa y una bella instancia para presentar por primera vez en una muestra.
Conceptualmente, ¿podrías indicar que aspectos te interesó recalcar y cómo fue la investigación?
Lo que creo que ya está bastante claro, la idea de identidad. La construcción y deconstrucción de esta, el origen y cómo es moldeable se ve a través de los sistemas de poder. Cuando hablo de los sistemas de poder me refiero desde la religión a los sistemas capitales, o los mismos códigos morales que nos autoimponemos como sociedades, sociedades que a veces son más conservadoras unas que otras y en las cuales el juicio moral sobre lo que tiene o no tiene que ser, deconstruye mucho lo que realmente son las personas o las idiosincrasias.
Creo que todo está ligado a un ideal impuesto desde una cultura castrada, desde hechos como la la prohibición de los carnavales, los bombos o el castramiento cultural que tuvimos bajo la dictadura militar, horrible de Pinochet.
¿Qué proyectos tienes pensado a corto plazo?
A corto plazo la idea es armar mi nueva vida, en Barcelona. Concentrarme en un primer periodo en este postgrado y, dentro de mi manía, también editar un par de trabajos audiovisuales: uno que resultó de una performance realizada en el desmontaje de Malinche, en Sagrada Mercancía, que hice con el director de fotografía y amigo, Enrique Warquen, al que ahora en colaboración con un gran músico y artista de Barcelona, Ilia Mayer, le haremos todo el sonido.
Aparte, enfrentándome a la carencia de taller, desarrollaré mi obra desde otro punto de vista: mí no-estudio, o sea mi computador, por lo cual aprovecharé de editar un par de proyectos audiovisuales como el registro de la instalación de Monumento Lampedusa, que es un trabajo que ha quedado a la medias y al que ahora voy a darle un tiempo de reflexion y desarrollo. Además de algunos trabajos verborreicos de escritura y volver al desarrollo de dibujos, técnica que me ha acompañado toda mi vida en distintas fases.
Más que nada es armar una nueva vida como nuevo proyecto.
¿Deseas agregar algo más…?
Unas gracias infinitas a la toda la gente que ha trabajado conmigo, por creer en mis proyectos, por entender la intensidad con la que vivo y con la que trabajo y aun así ser parte de ella. Acompañarme de muchas formas, agradecerle a tanta gente. Creo que si empiezo con nombres se me va a quedar alguien atrás, así que simplemente agradecerle a toda mi familia, la que me tocó y la que elegí, que siempre están trabajando conmigo, apoyándome, realizando registro audiovisual, trabajando hombro a hombro en montajes, conversando, debatiendo, en fin, poniendo el pecho.