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El Medio Oriente invoca y provoca a Occidente. Una Mirada latente y profunda se ha aproximado hasta esa región para develar lo que antiguamente eran misterios y que en la actualidad es simple realidad. Drew Tal, creció en este espacio y ahora —aún asombrado— le retrata en fotografía.
«En aquella región hay multitud de bandidos (…) Sin hechiceros, y cuando quieren saquear una región hacen con arte diabólica qye se entenebrezca el aire de día en una extensión tan grande que nadie los pueda ver, y en algunas ocasiones mantienen esta oscuridad siete días», así describía Marco Polo hace siglos atrás las tierras de Medio Oriente, una descripción basada en su mirada cristiana, en el temor, en el diablo y la perversión de una región desconocida.
En el siglo XXI, lo exótico de esta región sigue llamando la atención incluso para Drew Tal, quien creció en Israel, y que a través de la fotografía refleja a personas de lugares que para él —extrañamente— resultan exóticas. Retrata y recrea, a través de la imagen, realidades que solo son perceptibles por el juego lumínico, por el contraste y los colores que atrapan la mirada a primera vista. «Esta revelación me abrió los ojos hacia lo exótico, y me hizo extremadamente curioso acerca de la gente y sus costumbres e historias. Esa curiosidad está aun conmigo y es una fuerte motivación para mi fotografía y arte», señala el artista.
Rearmando espacios
Drew considera al ser humano como el tópico esencial de sus obras. cada una de ellas cuentan con rostros, miradas o cuerpos. Junto a esto, lo exótico es su deleite. «El tema que une esta serie [Facing East], es el rostro étnico, particularmente los ojos étnicos, que han sido la principal fuente de inspiración para mi fotografía y arte», señala el artista.
¿Pero qué puede considerarse étnico o exótico? Para alguien que creció en un cosmopolita Israel en los 60, la cultura mundial se convierte en una provocación visual de una exquisitez tentadora, para Drew vivir en un país repleto de diferentes razas y personas fue la fuente de donde saca las ganas de fotografiar y de mostrar al mundo las realidades que acá observaba, cuando niño, cuando se encontraba «rodeado de un colorido collage de etnias, lenguas, nacionalidades y religiones, me di cuenta, a una temprana edad, de que el mudno, más allá de mí, era un lugar rico y complejo. Esta revelación me abrió los ojos a lo exótico, me hizo muy curioso sobre la gente y sus costumbres, trajes e historias», señala mientras refelxiona sobre las cosas que lo llevan a su trabajo en general: «Me inspira la gente de tierras muy lejanas y mi arte prefiere fotografiar lo ‘exótico’ o el ‘look-étnico’, personas de la India, pakistán, Arabia, China, entre otros», explica el artista.
Pero, a su vez, el centro está en la imagen, en la belleza que representan los rostros a través de los ojos y en las miradas que intensamente provocan al espectador y lo llaman a ver qué hay más allá de la simple mirada. Es así como la memoria sale a flote —no solo a través de su infancia— y los recuerdos de la fotografía de moda que realizó durante años parecen resurgir en cada toma. «Ser fotógrafo de modas fue emocionante, glamoroso y muy lucrativo, pero no tan satisfactorio artísticamente. Sin embargo, tener acceso a todas las agencias de modelos, me hizo fácil seleccionar personajes y encontrar personas para mi pasión real: mi arte», explica.
La demora en la búsqueda
De esta forma, a través de la selección de personajes con rostros étnicos, más las técnicas que le entregan los softwares digitales, Drew se dio cuenta de que su estilo fotográfico podía cambiar, moverse a un nuevo nivel, creando un medio que está entre la fotografía y la pintura. Una fotografía intervenida que parece de estudio, o, mejor dicho, una buena pintura realista, al óleo, sobre una tela. «Un simple retrato de la cara impregnada de capas de textura, profundidad y luz genera una nueva vida, un nuevo significado y los resultados me dan gran satisfacción. El proceso de edición digital de fotos es un largo y laborioso proceso, puede llevarme entre tres a nueve meses de trabajo para estar completamente contento, tan solo con una imagen, pero ese largo proceso me da una enorme satisfacción artística», profundiza Drew. De esta manera, el tiempo que pasa desde las tomas hasta llegar al fin de la obra se convierte en un lento transitar.
Este fotógrafo israelí es capaz de unificar sus tiempos con las pasiones, su vida con su arte, su profesión y su pasión a través de una obra pura, que invita a cuestionarse la realidad de Medio Oriente y nuestra visión sobre ellos. Y para esto, no solo se demora en la etapa digital de su obra, sino también en la elección de los actores, de los personajes. «Soy extremadamente selectivo con mis personajes y, casi siempre, me toma muchos meses encontrar a la modelo ideal que me provea de la expresión artística que estoy buscando. mis ojos están constantemente abiertos en la búsqueda de personajes para mi arte, en las calles de Nueva York, en el subterráneo, en los restaurantes llenos de gente y en los sitios web de nuevas modelos», señala Drew Tal.
Pero, ¿qué busca?, ¿qué tarda tanto en encontrar? Simplemente una mirada étnica, un rostro étnico. «Viviendo en la cosmopolita Nueva York, es como una bendición, sobre todo desde que los grupos étnicos, como árabes, pakistaníes, indonesios, persas y chinos, están aquí y en abundancia. Con cada cara exótica frente a mi lente surgen nuevas imágenes de arte en mi mente», explica.
Lo curioso, aparte de su historia que lo marca en la selección de caracteres y tiempos para crear, podría resultar de la composición de cada fotografía, del escenario y, sobre todo, de los personajes en los cuales lo exóico también se encuentra en el género. Muchos de los rostros o cuerpos que aparecen en sus obras parecen seres andróginos, aquellos descritos por Platón en El Banquete como: «Seres que pertenecían a esta última clase [andróginos] eran redondos, con cuatro brazos, cuatro piernas, dos caras en la cabeza y, por supuesto dos órganos sexuales», dos organos que los convertían en hombre-mujer al mismo tiempo, y que compartían con los otros dos géneros existentes: hombre-hombre y mujer-mujer.
Es así como la historia parece ser un karma en Drew Tal. En los 90 cuando él se convirtió en fotógrafo de modas, varias revistas se enfocaban en modelos andróginos y según cuenta: «Me intrigaban y era realmente desafiante difuminar o intensificar la línea entre hombre y mujer. Esto aun es parte del concepto de lo ‘exótico'». Esta antigua historia griega se resignifica en el arte, en la fotografía, en el uso de la moda desde hace más de 30 años.
Worlds Apart
Una obra con mujeres vestidas de blanco, una resalta. Tiene la mirada fija en el espectador, y en sus manos, de manera aumentada sostiene un libro «I am». El mensaje es claro, una llamada. Y Drew Tal. «Es una relación al lugar y a la condición de las mujeres musulmanas en el Islam y en las sociedades occidentales del mundo. En muchas de estas, la voz de las mujeres es silenciada o no escuchada y sus derechos básicos son arrancados de ellas. Diciendo ‘I AM’, la mujer en mi imagen está implorando al espectador a que la vea. El espectador es entonces libre de completar el resto de la oración y sus deseos»
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The Middle East evokes and provokes the West. A deep and latent look has come close to that region to develop what in ancient times were mysteries and that nowadays is a simple reality. Drew Tal, grew up in this space and now, yet amazed, portrays it in the photography.
“There are dozens of thieves (…) without warlocks, and when they want to plunder the region they use a sort of diabolic art to darken the air such a great extension that nobody is able to see them, and in some occasions they keep this darkness for seven days”, this is how Marco Polo used to describe centuries ago the lands of the Middle East, a description based on his Christian view, on fear, on the devil and on the perversion of an unknown region.
On the 21 Century, the exotic of this region still calls even Drew Tal’s attention, who grew up in Israel, and that through photography tries to reflect the people and places that for him, strangely, turn to be exotic. He portrays and recreates through the images realities that are only perceived by the light game, by the contrast and by the colors that capture the eye at a first sight. “This revelation opened my eyes towards the exotic and made me extremely curious in relation to the people and their customs and stories. That curiosity remains with me and is a constant source of motivation for my photography and art” explains the artist.
Rearming spaces
Drew considers the human being as the essential subject of his creations. Each one of them involves faces, looks, and bodies. Together with this, the exoticism is his delight. “The subject that unites this series (Facing East) is the ethnic face, particularly the ethnic eyes, that have been the main source of inspiration for my photography and art”, appoints the artist.
But, what can be considered as ethnic or exotic? For someone who grew in a cosmopolitan Israel of the 60’s, the global culture turns into a visual provocation of a tempting exquisiteness. To Drew, live in a country filled with different races and people was the source of his willing of using photography to show to the world the realities that he observed, when he was a child and when he found himself “surrounded of a colorful collage of entices, languages, nationalities, and religions, I noticed, at an early age, that the world, beyond me, was an exquisite and complex place. This revelation opened my eyes to the exotic, made me extremely curious about the people and their customs, costumes, and stories”, he explains as he reflects in relation to the things that brought him to his work in general: “I am inspired by the people from far lands and my art prefers to photograph the exotic or the exotic look”, people from India, Pakistan, Arabian, China, among others” explains the artist.
But, at the same time, the focus in on the image, in the beauty that the faces represent through the eyes and the looks that intensely provoke the observer and call them to see what is beyond the simple look. This is how the memory rises to the surface, not only through his childhood, and the memories of the fashion photography he made for years seem to reappear in each shot. “Being a fashion photographer was exciting, glamorous and lucrative, but not so artistically satisfactory. However, having access to all of the model agencies made it easy for me to choose characters and to find people for my real passion which is my art”, he explains.
The delay on the search
In this way, through the selection of characters with ethnic faces, plus the techniques that the digital software provide him, Drew noticed that his photographic style could change, could move to a new level, creating a space between the photography and painting. An intervened photography that seems as taken from the studio, or better said, a great realistic painting, on oil, on fabric. “A simple portrait of the face impregnated with layers of texture, deepness and light that create a new life, a new meaning and the results provide
me great satisfaction. The process of the picture’s digital editing is a long and hard-working process, it can take me three to nine months of work to be fully content, with only one picture, but that long process gives me a great artistic satisfaction” explains Drew. In this way, the time that takes between the shots up to the end of the piece turns into a slow journey.
This Israelite photographer is cable of unifying his hours with the passions, his life with the art, his profession and his passion through a pure work, that invites to question the reality of the Middle East and our vision towards them. And for this, he does not only take the necessary time on the digital stage of his creation, but also on the selection of the actors, of the characters. “ I am extremely selective with my characters, and almost always, takes me a long time to find the ideal and perfect model that will provide me with the artistic expression I am looking for in that moment. My eyes are constantly open on the search for characters for my art, on the streets of New York, on the Subways, on the crowded restaurants and the websites of new models”, appoints Drew Tal.
But, what is he looking for? What takes him so long to find? Simply just a new ethnic look, an ethnic face. “Living in the cosmopolitan New York, is as a blessing, especially since the ethnic groups as the Arabians, the Pakistanis, the Indonesians, the Iranians and the Chinese, are here located and in a large number. With each exotic face captured with my lens, new images of art appear on my mind”, he explains.
The funny thing is, that apart from history that drives him on the selection of characters and periods to create, it could result in the comparison of each photography, of the scenario, and above all, of the characters in which the exotic is also found on the gender. Many of the faces or bodies that appear on his pieces seem to be androgynous, as those described by Plato on The Symposium as: “Beings that belong to this last class (androgynous) were round, with four arms, four legs and two faces on their heads, and of course, two sexual organs”, two organs that turned them into a man-woman at the same time, and that shared with the two other existent genders: man-man and woman-woman.
This is how the history seems as karma for Drew Tal. In the 90’s, when he became a fashion photographer, different magazines were focused androgynous models and he tells: “I was intrigued by them and it was really challenging to blur or intensify the line between woman and men. This still remains as part of the concept of exotic.” This ancient Greek history is re-defined on the art, the photography and in the use of fashion for over 30 years.
Worlds Apart
A work with women dressed in White, one of them stands out. She has the look fixed on the observer, and in her hands, in a magnified way she is holding a book titled “I am”. The message is clear, a calling; and Drew Tal. “Is a connection with the place and condition of the Muslim women in the Islam and on the world’s West societies. In many of this these eastern societies, the female voice is silenced or not heard and their basic rights are taken away from them. Saying “I AM” the woman on my image is imploring to the audience to look at her. The observer is then free to contemplate the rest of the prey and their wishes.”
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