Elizabeth Cueto | Habitar las experiencias

Elizabeth Cueto, artista visual argentina, considera el arte como una posibilidad de transformación social. Sus obras transmiten un mensaje preciso, basado en la honestidad como pilar fundamental de su producción.

Elizabeth Cueto nació en Buenos Aires, ciudad donde estudió la carrera de Bellas Artes en la Escuela Prilidiano Pueyrredón. Durante su formación tomó clases en diferentes talleres de pintura y siempre le interesó dibujar como una forma de expresar su experiencia y emociones.

© Eliza Cueto
© Eliza Cueto

Su gran maestro fue un pintor, grabador y muralista argentino llamado Néstor Berlles, quien pintó con Antonio Berni y marcó su camino no sólo en el arte, sino también en su vida personal. De su mano, pintó las primeras pinturas e hizo los primeros grabados. Asimismo, Cueto realizó un taller de gráfica experimental en la ciudad de La Habana, donde trabajó en litografía con Carlos del Toro, experiencia que reveló las debilidades y fortalezas que tenía su dibujo, encontrándose con elementos que sólo esa técnica le permitía ver.

Su trabajo cotidiano se centra en el departamento de Artes Visuales del colegio Pucalán Montessori, donde junto a tres artistas visuales busca crear un currículo educativo que responda al contexto actual, que entregue a los estudiantes una experiencia significativa de aprendizaje, y que revalide el arte como un lenguaje igual de importante a las matemáticas, la lengua o las ciencias.

El arte es para ella, una filosofía de vida, una forma de pensar y hacer, que trasciende al momento de crear en sí. Según Cueto, el pensamiento acerca de una obra (propia o ajena) puede surgir en los momentos más cotidianos de la vida: mientras manejas, lavas los platos, aparecen asociaciones entre imágenes, colores, contextos, que permiten entender más profundamente lo que haces y lo que ves. Eso es el arte, aquello que está dentro de las personas de un modo casi natural.

Elizabeth es selectiva a la hora de elegir los proyectos en los que participar con sus creaciones. Se siente inspirada en la imagen de pintores de otras épocas en las que los artistas pasaban horas, tal vez días enteros dentro de su taller trabajando y experimentando. “Eran alquimistas que unían el misterio de crear con la ciencia de producir materiales que respondieran a sus necesidades espirituales y pictóricas”, afirma la artista.

El dibujo es la base de sus producciones, los personajes surgen de observar su propio entorno y muchas veces, exacerbar ciertos aspectos de la condición humana. Le atraen los temas universales como la muerte, el amor, el dolor, entre otros, para representarlos visualmente y generar una reflexión a nivel social. En el proceso productivo, luego de realizar el dibujo, hace un traspaso de esas imágenes al grabado o la pintura. En sus obras busca equilibrar lo masculino y femenino. Un ejemplo de ello, se observa en sus grabados. A partir de la incorporación del textil aporta lo femenino, a través de una acción (coser, tejer, bordar) que la generación de su abuela sabía hacer casi sin mirar y que se transmitía a través de los años a las mujeres de cada familia. Esa acción anuda todo un circuito simbólico que se asoma en cada obra.

Si bien Elizabeth no produce pensando en el público y no trabaja para él, el contacto que se produce entre sus obras y los espectadores está basado en la complicidad. Un guiño que atraviesa las diferencias culturales, que se establece sin necesidad del contexto. Quiere realizar obras que hablen por sí solas y se presenten al mundo con un mensaje claro y concreto. En este sentido, su objetivo es crear una obra honesta, que no hable ni genere más que aquello que ella representa.

La lista de materiales de Cueto es muy variada: acrílicos, tintas, pasteles grasos, papeles, fotocopias, recortes de revistas, barnices. También incorpora objetos encontrados, que luego reutiliza para nuevos fines. Todos los materiales parecen ser aptos para realizar sus obras pero la elección de uno u otro depende de la necesidad del momento, en relación al tiempo y a lo que desea representar.

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El Mago, US$ 184

La obra de Elizabeth se encuentra en constante transformación. Cada conocimiento produce cambios y mueve la producción en diversos sentidos. Lo importante para ella es no inmovilizarse, no quedarse cómoda a producir lo mismo: lo conocido. “Cada eslabón te lleva al siguiente, lo importante para mí es no estancarme”, afirma. En este sentido, sus obras son una vía de entrada a aquello desconocido, aquello posible de ser que se genera a partir del movimiento. Un conjunto de elementos y materiales que puestos en relación dan lugar a nuevas experiencias, nuevos sentidos que habitan los espacios de representación visual.

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